Marchantes de armas
La Bienal de Venecia premia a tres polémicos creadores que emplean la violencia política como metáfora
Con el tiempo, ha sido posible escribir poesía después de Auschwitz, pero la violencia del pasado siglo ha hecho mella en los espíritus y roto en mil pedazos la torre de cristal de los artistas, obligados ahora a crear a la intemperie. En muchos casos, la política ha dejado de ser un tema para convertirse en el objetivo principal de unas obras que intentan abrirse paso en la conciencia del público. Y lo hacen con denuncias claras o metafóricas de la violencia y las contradicciones de un sistema que seguramente preferiría que se mantuvieran encerrados en su torre. Aunque hubiera que reconstruirla con plexiglás.
En la Bienal de Venecia abundan las obras políticas -basta recordar el escalofriante vídeo de Paolo Canevari en el que un adolescente juega al fútbol con una calavera en el escenario desolado de las ruinas del bombardeado cuartel general del ejército serbio en Belgrado- y ha sido precisamente esta línea la que acaba de alzarse con los principales premios, que se concedieron ayer, La investigación que realizó, por ejemplo, Nedko Solakov (Bulgaria, 1957) sobre la disputa entre Rusia y Bulgaria por la propiedad intelectual del fusil AK-47 tiene una faceta periodística evidente. Se han vendido millones de ejemplares del tenebroso invento de Mijaíl Kaláshnikov, pero naturalmente él nunca cobró royalties y tampoco hay una patente internacional registrada que permita dirimir en los tribunales el conflicto entre los rusos (que exigen a Bulgaria que deje de fabricarlo por considerar que la patente es suya) y los búlgaros, que empezaron a fabricarlo cuando la extinta Unión Soviética les cedió los planos y tecnología para hacerlo en los viejos tiempos socialistas.
Solakov investiga el conflicto de propiedad intelectual del fusil de asalto AK-47
Ferrari, con sus obras iconoclastas, y la palestina Emily Jacir ganan el León de Oro
Solakov, que ha obtenido una mención de honor por esta instalación que "ha sorprendido al jurado por su contenido", utilizaba vídeos, textos, objetos y mapas para explicar, con una aparente objetividad no exenta de ironía, la fascinante historia de cómo intentó, infructuosamente, conocer la versión de las dos partes enfrentadas. Sólo consiguió declaraciones de la parte búlgara, pero su proceso de investigación, que es el objeto principal de la instalación, ya da suficiente juego como para enganchar al espectador ante una historia que pone en cuestión el tema de la propiedad intelectual en un producto tan poco intelectual como las armas.
El León de Oro a un artista menor de 40 años ha recaído en la palestina Emily Jacir (Ammán, Jordania, 1970) por una obra que también tiene mucho de investigación periodística o documental. En su caso -como el título, Material for a film, ya adelanta- se acercaría más a una película documental "expandida" (adjetivo de moda ahora para calificar estas obras casi fílmicas que se desarrollan espacialmente con fotografías, proyecciones y documentos) cuyo protagonista es el poeta palestino y miembro de Al Fatah Wael Zuaiter, abatido a tiros por un comando israelí en Roma el 16 de octubre de 1972 en el marco de las represalias, indiscriminadas, contra intelectuales palestinos tras los atentados de los Juegos Olímpicos de Múnich. La instalación ocupa varias estancias y recoge postales, cartas, fotografías, libros, filmaciones y documentos sonoros que en conjunto ofrecen una visión caleidoscópica de la vida personal y la ideología del intelectual palestino exiliado.
Dos obras con una fuerte carga política que dan cuenta del interés que muchos jóvenes artistas tienen por la realidad más inmediata, especialmente los que provienen de países o culturas consideradas "periféricas", es decir, fuera del elitista y autorreferencial mercado artístico occidental.
Pero, es evidente, se trata de una línea de trabajo que no es nueva y lo demuestra el León de Oro concedido al veterano y polémico artista argentino León Ferrari (Buenos Aires, 1920). Su famoso Cristo crucificado sobre un caza americano -la pieza lleva por título La civilización occidental y cristiana y pese a que pueda parecer actual se remonta a 1965- ha estado colgado estos días en el Arsenal (una de las dos sedes de la exposición internacional de la Bienal) acompañado de otras obras históricas del artista en las que también arremete de forma directa contra la Iglesia católica por su pasado de inquisiciones y colaboracionismo con regímenes fascistas. Los collage trágico-irónicos de las torturas medievales utilizadas por la Inquisición sobre la cabecera de L'Osservatore Romano resultan, en este sentido, demoledores.
Han sido obras muy polémicas que han provocado concentraciones de gente rezando el rosario ante sus exposiciones e incluso la sonada clausura de una retrospectiva suya en Buenos Aires hace dos años por orden judicial ante la demanda interpuesta por una asociación ultracatólica. La polémica fue mayúscula y aunque finalmente la exposición pudo reabrir sus puertas gracias a la intervención municipal, el propio artista decidió cerrarla días más tarde al no poder aguantar la presión ni las amenazas recibidas.
Ha quedado clara la apuesta por un arte claramente político del jurado de la edición de esta 52ª Bienal de Arte, abierta aún hasta el 21 de noviembre, que ha estado presidida por Manuel Borja-Villel, director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, e integrada por Iwona Blazwick, directora de la Whitechapel Gallery de Londres; Ilaria Bonacossa, conservadora de la Fundación Sandreto Re Rebaudengo de Turín; Abdellah Karroum, comisario independiente afincado entre París y Rabat, y José Roca, director de arte del Banco de la República de Bogotá.
Además de estos premios, el jurado también ha valorado la línea documental en el caso del León de Oro a la mejor participación nacional, que ha recaído en el pabellón de Hungría por un trabajo de investigación fílmico sobre la relación entre cultura y ocio a través de los centros culturales de Budapest realizado por Andreas Fogarasi. En este apartado ha recibido una mención el pabellón de Lituania.
La novedad de este año, el León de Oro a un historiador del arte por su contribución al arte contemporáneo, ha recaído en el alemán afincado en Estados Unidos Benjamin Buchloh -algo que no sorprende ya que los trabajos de investigación del editor de October ha estado siempre en la línea de trabajo de Borja-Villel, presidente del jurado- "por su capacidad de articular y analizar las vanguardias históricas en el contexto del arte de hoy".
Babelia
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