"Como a un replicante de 'Blade runner', me ha tocado una vida que no es mía"
Un día, desde este diario, le propusieron que fuera la sombra de sí mismo. Juan José Millás (Valencia, 1946) cumplió. "No me costó nada seguirme, porque siempre he contemplado mi vida como una ficción", asegura. No sabe bien cómo ni por qué acabó en un hotel. Sentado en la cama, se preguntó por el momento fundacional de su vida. "Y se me apareció una frase: 'Mi padre tenía un taller de aparatos de electromedicina'. Evoqué ese momento de mi niñez y el taller, y salió". Con esa frase arranca El mundo, la novela autobiográfica con la que Millás ha ganado el Premio Planeta de Novela, que aparecerá en las librerías el 7 de noviembre.
El narrador se llama Juan José Millás, y la historia se inicia con ese chaval que poco antes, a los seis años, ha de dejar Valencia junto a su familia para ir a Madrid. Algo se rompió dentro de ese niño en 1952: "La infancia es un territorio indiferenciado si no se produce en ella una herida, como en mi caso: dejamos Valencia, ciudad luminosa con un mar al que íbamos siempre, para aterrizar en un no lugar tras un viaje espantoso en tren de asientos de madera, con frío y sabañones, un suburbio donde en mi calle empezaba la nada". Era la madrileña Canillas, que, por contraposición, "hizo que Valencia se convirtiera en un territorio mítico, metáfora de las demás cosas que siento que están rotas y que conducen a convertirme en escritor". "La escritura", resume, "trata siempre de restaurar lo que se rompió en una época remota".
"Tengo la sensación de haberme hecho con materiales de despiece, con piezas sueltas"
"La novela tiene algo de asociación de ideas, de diván", afirma de su obra autobiográfica
Los recuerdos, con incursiones en la vida adulta -"la novela tiene algo de asociación libre de ideas, de diván"-, se entremezclan con las imágenes de una calle de la que quería escapar. "Era gris, abocada a un descampado, una celda". Y el tiempo no la ha sepultado: "Lo sorprendente es que no he salido de ella porque sigue dentro de mí, la reconozco hasta en ciudades que visito por primera vez".
En esa infancia triste, el autor de El desorden de tu nombre tomó conciencia de que podía mirar el mundo de otra manera. "Cambió nuestra situación económica, a peor, lo que alteró el carácter de mis padres... Todo eso constituyó un territorio hostil del que me tenía que defender, y un niño se defiende con la imaginación, su gran herramienta de fuga". Y ahí llegó la mirada de extrañeza sobre lo cotidiano que define el estilo (literario y vital) de Millás. "En esta obra se descubre cómo llegué a conquistar la mirada con la que trabajo y vivo ahora y que de niño reprimía, como una enfermedad".
Lleva el escritor una época en la que sus textos han adquirido una profunda carga autobiográfica, como sólo se dio en su primera obra, Cerbero son las sombras. ¿Qué se ha roto ahora en el Millás de 2007? "Juan José Millás lleva muchos años arreglándose las cosas. Tengo la sensación de haberme hecho con materiales de despiece, como los que se hacen una moto comprando piezas sueltas por ahí. Y estoy satisfecho del resultado porque ha sido una construcción personal: la mayoría de personas las hacen". Y reconoce: "Siento, y la escritura de esta novela lo articula, que estaba deshecho y que me faltaban piezas; debo estar cargado de prótesis psicológicas, pero muchos libros y horas de reflexión hacen que esas prótesis funcionen ahora como una lavadora alemana".
Salvado el pudor que le impedía dar luz pública al libro -"el miedo me hace huir siempre hacia lo que temo, por eso escogí presentarme al Planeta"-, Millás hace balance: "Es difícil de creer que de aquella calle y aquel pobre niño haya salido esto, y me acuerdo entonces de Blade runner, el filme basado en la obra del fascinante Philip K. Dick, donde a los replicantes les construyen una historia de vida con las fotografías; a veces pienso que, como a ellos, a mí me ha tocado esa historia que en realidad no es mía".
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