Varios Correa pelean por la presidencia
Una periodista de El Universo de Guayaquil dice que el presidente de Ecuador, Rafael Correa, se ha echado una novia, que lo ama locamente, y que abarca el 60% del país. A la tercera elección triunfal -presidencia, referéndum, y, el domingo, constituyente-, el idilio arrasa. Del novio se dice, para detractarle, que sigue los pasos del presidente venezolano, Hugo Chávez, aunque basándose en cuestiones episódicas, como cuando propugnó el socialismo del siglo XXI, sí bien que aclaró de inmediato que eso no era receta sino principios, y que la soberanía nacional no estaba en almoneda; pero, de la misma forma, el líder ecuatoriano puede verse como la contrafigura del presidente de Francia, el Sarkozy de la izquierda, que trata de sacar a Ecuador de una melancolía histórica.
Rafael Correa, aún más potencia que acto, ha revolucionado en las urnas el mapa político de su país, no sólo por cómo ha ganado, sino por cómo han perdido sus rivales. Su Movimiento País ha colocado en la Asamblea que aprobará por mayoría simple una nueva Constitución a más de 70 diputados de entre 130, y cuenta, por añadidura, con el apoyo de una decena de representantes de otros dos partidos sin efigie propia, uno de ellos, el indígena Pachakutik.
El Partido Social Cristiano e Izquierda Democrática, que siempre han gobernado Ecuador, han desaparecido virtualmente, y las únicas dos fuerzas que malamente se sostienen son tan personalistas como el partido de Correa; el PRIAN del multimillonario bananero y ex candidato presidencial Álvaro Noboa, con menos de 10 puestos, y la Sociedad Patriótica del ex presidente, ex golpista, y ex coronel Lucio Gutiérrez, con unos 15, que constituyen hoy lo más parecido a una oposición de derechas.
Como señala el analista Rubén Darío Buitrón, en las cuatro provincias más ricas y pobladas ha habido un correazo electoral. En Guayas (Guayaquil), el cacicazgo histórico del PSC se ha desvanecido, con una caída a menos de un 20% de sufragios; a la ID, tradicionalmente dominante en Pichincha, con la capital, Quito, y Azuay (Cuenca), le ha ocurrido en esos distritos otro tanto, y en Manabí, donde el voto se repartía entre partidos menores, como el de Noboa, el voto también se ha rendido al pretendiente.
¿Qué Correa es el que prevalecerá? El noviazgo es, por definición, sólo un proyecto, y el presidente tendrá que escoger. Ni siquiera De Gaulle nació siendo él mismo.
Las aproximaciones al chavismo aún son básicamente circunstanciales. El propio Correa ha dicho que no tiene la intención de rechazar los regalos que le haga Caracas, y que si el presidente Bush tuviera algo que ofrecer, no le diría que no. El presidente es nacionalista y hombre de mundo a la vez, y entre Caracas-La Paz-Managua, y Brasilia-Santiago-Buenos Aires, ha de preferir lo que le convenga en cada momento, mientras que su catolicismo es un dato de antropología política que no le arrima al militar venezolano. Su estilo es vehemente pero no exaltado, y ni el insulto, ni el desgañitamiento teatrero forman parte, a lo Chávez, de su repertorio.
Las similitudes con Nicolas Sarkozy son menores pero reales. Como el francés, Rafael Correa quiere hacerlo todo, no amagar de sectario y consultar a las fuerzas sociales, abrazar la inversión extranjera y, en especial, prolongar ese embelesamiento de la novia, para que se lo siga permitiendo todo. Pero Sarko sólo quiere galvanizar un gran país, no refundar una nación como el ecuatoriano.
Gobernar es casarse, y casarse, aprobar nuevas reglas de juego, aún a riesgo de defraudar a la desposada, lo que deberá hacer por medio de la constituyente en el plazo de ocho meses. El efecto de medidas pasadas como la duplicación del bono a los más pobres, la provisión de beneficios para el Ejército, o el decreto de emergencia sobre salud, vialidad, y educación, no puede durar eternamente. El presidente debe empezar a hacer política, y el crudo no le da para comprar resultados en unas elecciones tras otras. Pero no es seguro que Correa sepa aún quién quiere ser.
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