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Josep Lluís Romero | Afectado por los bares | La contaminación acústica

150 noches al año en vela

Sara Velert

Josep Lluís Romero, de 49 años, vive en un barrio tranquilo a 10 minutos del centro de Valencia. Eso, de lunes a jueves. Después empieza "el infierno absoluto hasta el domingo". Llega la marcha nocturna. Un ruido descomunal invade su piso, que comparte pared con un pub. Una pared demasiado fina para evitar que un "tachín, tachín" de decibelios desbocados le persiga por la casa y despierte a su hijo de 11 años. "Vibra todo, y no sólo se oye la música. También a la gente, y hasta el tintineo de las copas", cuenta este médico. Romero intentó durante años razonar con los sucesivos dueños del pub. No sirvió de nada. Tampoco las llamadas a la policía. Si los agentes ven un coche mal aparcado, lo multan. Si el vecino denuncia el ruido, "exigen que presente denuncia, no actúan de oficio".

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La pesadilla de Romero es la de muchos vecinos del barrio de Arrancapins, conocido por la zona de ocio del entorno de la calle de Juan Llorens, en la que en tres manzanas se concentran más de 30 locales. Junto a otros vecinos, Romero denunció en 1999 al Ayuntamiento por incumplir su propia ordenanza al no declarar esas calles zona acústicamente saturada e imponer limitaciones al desmadre. El Tribunal Supremo les dio la razón en marzo pasado. No se ha movido nada. "El Ayuntamiento se preocupa mucho de grandes eventos, de la Copa del América y la fórmula 1. Pero, en mi caso, el gran evento es dormir", dice Romero, al que le roban el sueño "150 noches al año".

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Sobre la firma

Sara Velert
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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