El FMI alerta
El último informe de estabilidad financiera del Fondo Monetario Internacional deja pocas dudas sobre el cambio de escenario económico y financiero tras la crisis hipotecaria originada en EE UU. El FMI es uno de los observatorios más cualificados para evaluar el alcance verdaderamente global de la crisis crediticia abierta y para anticipar alguno de sus efectos sobre las economías. El mensaje no difiere del que el director gerente del Fondo, Rodrigo Rato, ha transmitido en una reciente comparecencia pública: las cosas no son como antes del verano; aun cuando no haya lugar para el catastrofismo de los que auguran una próxima recesión, ninguna economía integrada globalmente va a crecer en los próximos seis meses más que en los seis pasados.
Mayor racionamiento del crédito y tipos de interés más elevados, con bastante independencia de las decisiones recientes de los bancos centrales, son consecuencias que empiezan a filtrarse a la economía real. La desconfianza sigue instalada entre los grandes mayoristas de los mercados interbancarios y los mercados monetarios no funcionan sino a plazos muy cortos. Y si el crédito no llega con suficiente fluidez a los prestatarios, las decisiones de inversión se ven dañadas. Mucho más si se añaden dificultades manifiestas en algunas entidades bancarias importantes, como las conocidas en los últimos días.
Ése es el cuadro que exhibe hoy la economía global. No es específico de ningún país, pero es cierto que es más visible en aquellos que han vivido en los últimos años una expansión del mercado inmobiliario y una apelación al crédito exterior para financiar ese crecimiento. Dos rasgos que se dan en la economía española, si bien su sistema crediticio es más sano y solvente que la media mundial. Esa solvencia no inmuniza, sin embargo, contra la contaminación de la crisis. Las entidades bancarias se inhiben más que antes y las empresas endeudadas empiezan a renovar sus pasivos en peores condiciones.
Si esto continúa es razonable suponer que el crecimiento de la economía se resienta en mayor medida de lo que anticipa el Gobierno en los últimos Presupuestos. Es deseable por ello que las autoridades y los supervisores financieros se mantengan atentos para evitar que la española sea una de las primeras tributarias de una crisis ajena. El realismo en el diagnóstico es la primera providencia para actuar diligentemente.
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