El intimismo de Paul Auster, las buenas intenciones alemanas y un deslumbrante viaje por la Tierra
El día de ayer fue una jornada repleta de contradicciones artísticas. En la sección oficial se proyectaron tres largometrajes: La vida interior de Martin Frost, de Paul Auster; Earth (Tierra. La película de nuestro planeta), de Alastair Fothergill y Mark Linfield, y Dein Fernseher lügt (Reclama tu cerebro), de Hans Weingartner, los dos primeros fuera de concurso, y a competición el tercero.
Paul Auster es uno de los escritores contemporáneos más brillantes. Su talento literario está fuera de discusión. Otra cosa distinta es su vertiente cinematográfica, una vocación que ya no se puede considerar un capricho pues el filme que presentó ayer fuera de concurso (preside el jurado del certamen) es su tercer largometraje, tras Blue in the face (codirigida con Wayne Wang) y Lulu on the bridge, además del guión de Smoke. La vida... narra una ingeniosa historia acerca de un escritor que decide descansar un tiempo en una casa alejada del mundanal ruido en la que surge una extraña mujer de la que iremos intuyendo que se trata de su musa y con la que mantiene una progresiva historia de amor, tan admisible como fantástica. Los dos personajes y la casa son los protagonistas de un filme intimista, tranquilo, con unos diálogos divertidos e inteligentes que acrecentarán su ironía al aparecer dos personajes secundarios: la propia y bella hija de Auster y un estupendo fontanero (Michael Imperioli, uno de los personajes de Los Soprano) con vocación de autor de best-sellers. La cuestión clave es que Auster no domina la narración cinematográfica con la sabiduría que demuestra en la literatura, de tal modo que la película cuenta una historia atractiva con un estilo ingenuo, elemental.
Earth es un excelente documental de la naturaleza, de los responsables del también excelente Deep blue, Alastair Fothergill y Mark Linfield, coproducido por la BBC y con la apabullante calidad y medios a los que nos tienen acostumbrados sus realizadores y la televisión británica. Cinco años de preparación, 200 días de rodaje y 40 operadores de cámara, con el inestimable añadido de los artefactos de las nuevas tecnologías, consiguen un deslumbrante viaje por la Tierra de Norte a Sur, subdividido en las cuatro estaciones del año, y la serie televisiva Planet Earth. No ocultan los problemas que genera el calentamiento global, ni la crueldad que justifica el instinto de supervivencia del reino animal, pero tampoco se regodean en la casquería ni en el catastrofismo.
Por último, el austriaco Hans Weingartner presentó Dein Fernseher lügt, un bienintencionado filme en el que, liderados por un realizador estrella de la televisión basura, un grupo de marginados deciden revolucionar la sociedad alemana manipulando el sistema de los índices de audiencia de las televisiones, es decir, la esencia de lo que fomenta los programas más detestables que, a su vez, multiplican la tontuna ciudadana. Realizado con dominio del oficio y unos medios de producción notables, fruto de las numerosas entidades que la han subvencionado, los 129 minutos de la película dejan un regusto de fábula barata que bordea, consciente o inconscientemente, el simplismo. Los hijos talludos del Mayo del 68 han conseguido, 39 años después, llevar a la práctica los sueños paternos: somos felices, seremos cultos y estamos a punto de dinamitar el consumismo. Y todo eso por los seis euros que cuesta una entrada. No es dinero.
Babelia
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