Evo Superstar

Si este documental lo hubiesen dirigido Paolo Cavara, Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi, los autores de Mondo Cane (1962), en una de sus escenas hubiesen hallado la inspiración para sus características reconstrucciones en clave de distorsión antropológica: Leonilda Zurita, mujer de confianza de Evo Morales y dirigente del movimiento cocalero, expone las medidas que, en la selva del Chapare, aplican los suyos a quien quebranta la ley. El procedimiento pasa por atar al individuo al tronco de un Palo Santo, donde una variedad de hormigas con especial gusto por la carne humana puede acabar con su vida en 15 minutos. Los cocaleros sólo lo mantienen ahí durante tres minutos, suficientes para provocarle un desmayo aleccionador.

Que el brasileño crecido en Ecuador y formado en Estados Unidos Alejandro Landes pase tan de puntillas sobre el potencial sensacionalista de esa declaración da la medida del tono de Cocalero. La escena, toda una inyección de perplejidad para el espectador, también sugiere el sentido último del triunfo de Morales, que puede ser leído como logro democrático o como golpe al imperialismo, pero que, sobre todo, supone la conquista de los organismos de poder por parte de una cultura indígena hasta ahora condenada a un apartheid invisible que jamás se ha atrevido a decir su nombre.

Landes invoca el compromiso de Peter Watkins y el humanismo sin adulterar de documentalistas brasileños como Eduardo Coutinho o João Moreira Salles. Su película captura, sin filtros, el entorno íntimo de Morales, pero no rasca en los claroscuros del personaje, ni cuestiona su inquietante populismo. El valor testimonial de Cocalero es notable, pero Landes debería haberse formulado alguna que otra pregunta insidiosa.