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El espía y la sobredosis de Sexo

Javier Marías

En el curso de algunas investigaciones relacionadas con una muy larga novela que por fin he terminado, más de una vez me ha aparecido el nombre de Maxwell Knight. Ahora, hace mes y medio, con motivo de una noticia reciente, la prensa inglesa ha reproducido un breve texto suyo de 1945, titulado "Sobre el empleo de mujeres como agentes", un informe interno acerca de la conveniencia o inconveniencia de su utilización como espías. También se ha publicado una foto del autor: pelo canoso bien peinado, casi planchado, cejas pobladas, nariz grande, ojos astutos, chaqueta de tweed y una pipa en los labios: parece salido de Los 39 escalones de Hitchcock, o de la excelente novela en que se basó, de John Buchan (pronúnciese "Bokan").

Durante muchos años, Knight tuvo un cargo importante en el MI5, es decir, en el Servicio Secreto británico para el interior: reclutador y enlace de espías desde 1925 en adelante, así que sin duda contaba con experiencia. En su informe empieza por desmontar el duradero prejuicio contra la contratación de mujeres para esas tareas, según él absurdo, ya que "en la historia del espionaje y el contraespionaje un muy elevado porcentaje de los más grandes golpes ha sido llevado a cabo por mujeres". "Se alega a menudo", prosigue, "que las mujeres son menos discretas que los hombres, que son gobernadas por sus emociones y no por su cerebro, que se apoyan en la intuición más que en la razón y que el Sexo desempeñará un papel desestabilizante y peligroso en su trabajo". Él ha comprobado que esas alegaciones son más bien falsas. Durante la Guerra que entonces se acercaba a su fin, el MI5 investigó centenares de casos de "idas de la lengua", y la inmensa mayoría de las veces eran varones quienes se habían "ido". Knight era de la opinión de que las indiscreciones vienen principalmente de la presunción: el hombre es una criatura presumida, la mujer vanidosa, y él distingue bien. El hombre necesita impresionar a sus congéneres o a las mujeres contando lo mucho que sabe o lo mucho que ha hecho, mientras que a la mujer le importan más su apariencia física, sus vestidos, etc. Ellas no se jactan, esperan ser elogiadas. Maxwell Knight desaconseja, sin embargo, el reclutamiento de mujeres con un "temperamento demasiado emocional", si bien éste, "en una mujer equilibrada, puede ser de gran utilidad en las investigaciones", lo mismo que sus intuiciones, con frecuencia "asombrosamente acertadas".

En cuanto al Sexo, dictamina (la mayúscula es siempre suya), se han dicho y escrito numerosas tonterías. Es desde luego importante que, al escoger a un agente, hombre o mujer, no se trate de una persona demasiado sexuada ni demasiado poco sexuada. Si lo es demasiado, eso influirá en exceso en sus procesos mentales; y si no lo es lo bastante, estará poco alerta mentalmente y sus demás facultades se resentirán por ello. A continuación añade una frase algo cómica: "Es difícil imaginar algo más aterrador para un oficial que aterrizar en suelo enemigo junto con una agente femenina que sufra una sobredosis de Sexo, pero es de esperar que una persona así nunca fuera elegida para la misión, de modo que no hay que insistir". Claro que una mujer lista, capaz de utilizar su atractivo personal sabiamente, tiene en ello "un arma imponente". En estrecha alianza con el Sexo, la mujer posee a menudo la cualidad de la compasión o solidaridad, y nada le resulta más fácil que ganarse la confianza de un varón por medio de eso. No se muestra partidario, en ningún caso, de los "métodos a lo Mata-Hari", ya que "más información se ha obtenido manteniéndose lejos de los brazos de un hombre que cayendo de buen grado en ellos": "desgraciadamente", el interés ocasional de los varones se disipará rápidamente "una vez alcanzado su objetivo inmediato". El informe concluye con una observación sobre la posibilidad de que una agente se enamore de verdad de un enemigo: "Siempre existe un riesgo objetivo, pero puedo asegurar que, en veinte años de experiencia, jamás he sabido de ningún caso".

A la luz de estas palabras, es curioso ver lo que yo sabía de Maxwell Knight (no demasiado): que no pudo consumar ninguno de sus dos matrimonios y que su primera mujer se suicidó; que, a pesar de ello, y según su ayudante durante la Guerra, Joan Miller, "exudaba magnetismo animal y podía lograr que tanto hombres como mujeres hicieran cualquier cosa"; que se interesaba por lo "oculto" y que acompañaba al novelista Denis Wheatley (el cual quería documentarse) a las sesiones del famoso satanista Aleister Crowley, lo cual le permitió reclutar a individuos "excesivos" que normalmente no se habrían prestado a colaborar con el MI5. No tenía inconveniente en que se lo considerara "un poco loco" en un mundo de gente indistinta, y su ayudante opinaba que era bisexual. Le gustaban los animales de compañía exóticos: tuvo serpientes y gorilas, un sapo gigante, un lémur, una osa llamada Bessie, a la que a veces sacaba a pasear por Chelsea en compañía de un bulldog y un babuino. A las citas con sus agentes acudía por fortuna sin ellos, y entre sus varios alias los más conocidos fueron "M" y "Capitán King". Publicó dos novelas de muy escaso éxito, y arrojó la toalla antes de acometer la tercera, o acaso fue su editor. Es posible, aunque incierto, que él mismo sufriera una sobredosis de Sexo.

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