La salud de la sanidad
Achaca el autor la situación de crisis de la sanidad pública a la confluencia en poco tiempo de una serie de factores internos y externos
La sanidad está enferma. Eso dicen los medios informativos. Se acumulan las preguntas: ¿Quién cura a la sanidad? ¿Qué sanidad está enferma? ¿Cuál es el diagnóstico? Calma. Decía don Gregorio Marañón que el primer aparato médico era la silla. Sí. Para sentarse y pensar. El segundo, una buena historia clínica. Una historia clínica es una historia. Entonces, empecemos por el principio.
La que está enferma es la medicina pública. Hace 52 años que terminé la carrera de medicina y 48 que empecé a ejercerla, después de mi especialización. Pues bien, nunca he conocido un conflicto en la medicina privada. Entonces, se trata de la medicina pública, la de acceso libre a toda la población y soportada por los impuestos. Uno de los pilares del Estado del bienestar, y muy importante.
Básicamente, tres males acechan a nuestra protección social: el elevado coste asistencial y, lo que es peor, un incremento anual de gasto irrefrenable y permanente; una presión asistencial continuada en la medicina primaria, urgencias y asistencia hospitalaria; y por último, pero no menos preocupante, una demografía que nos aboca a una población envejecida que también afecta a casi todo el personal sanitario. Y todo a la vez.
En un artículo reciente de la Revista Española de Pediatría se recogen las preocupaciones profesionales de un grupo de pediatras canarios, cuya percepción se resume en tres puntos: presión asistencial, falta de promoción profesional y falta de sensibilidad de los gestores sanitarios. Esta situación puede trasladarse sin ninguna modificación a la sanidad vasca. Y también a la catalana (véase el artículo El neodespotismo ilustrado, de Miquel Casas, en el Extra de Salud de EL PAÍS del pasado abril, un alegato profesional que lo confirma).
Sin embargo, nuestros datos socio-sanitarios son excelentes. Tenemos una esperanza de vida de 77 años para los varones y 84 para las mujeres. Una mortalidad infantil del cuatro por mil. 24.000 mujeres han dado a luz en los hospitales públicos de Euskadi en 2005. Igualmente, en ese año ingresaron en los hospitales de Osakidetza 135 pacientes por mil habitantes, es decir, unos 270.000 enfermos. Las urgencias atendieron a 1.016.000 personas, la mitad de la población de Euskadi, con un incremento de 101% en los últimos 10 años; y este aumento fue del 66% para las intervenciones quirúrgicas, y del 93% para las consultas externas en el mismo período.
La actividad asistencial en los servicios extra-hospitalarios también ha crecido. Medicina general y pediatría sumaron en 2005 casi 11 millones de consultas, más de cinco veces la población vasca. Pero el número de médicos generales sólo ha aumentado un 1,3% y el de pediatras, un 11% en ese período de tiempo de 10 años. La sanidad vasca dedicaba en 2005 a la medicina hospitalaria y extra-hospitalaria algo más de 900 euros por habitante y año. El gasto global, para una población de algo más de 2 millones de habitantes superaría con creces los 2.000 millones de euros actualmente.
He aquí unas cuantas cifras orientadoras de nuestra situación. La demanda y la insatisfacción,
con respecto al paciente, están centradas sobre todo en las listas de espera, las urgencias y los problemas propios del envejecimiento. Y por parte de los profesionales sanitarios, en la limitación del tiempo de consultas, las dificultadas de la promoción profesional, el techo salarial y también la elevada media de edad.
¿Esto tiene arreglo? Hay que gastar más en sanidad, algo que parece imprescindible si se tiene en cuenta el gasto medio sanitario europeo expresado en el porcentaje del PIB. Pero, a la vez, se debe contener el gasto farmacéutico y algunos excesos del gasto corriente. No se puede gastar menos en personal, si decidimos que se necesitan más médicos. Sin embargo, el número de camas hospitalarias, por medio de la estancia corta y la alta rotación enfermo/cama, se han reducido en los últimos 10 años.
Hace tiempo que leí este consejo sobre servicios asistenciales sanitarios: hay dos alternativas para la confianza en el sistema, o bien en el financiador, o en el profesional. Pero sólo cuando se confía en los dos a la vez es cuando se produce la aceptación del modelo.
Augusto Borderas es doctor en medicina y ex presidente de la Comisión de Sanidad del Senado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.