Los países ricos prometen aportar 44.000 millones a la lucha contra el sida en África
Las ONG consideran que el anuncio disfraza una realidad de compromisos incumplidos
África fue ayer la protagonista en el balneario alemán de Heiligendamm, donde los siete países más ricos del planeta más Rusia clausuraron una cumbre dominada por el cambio climático. Tras días de intensas negociaciones, los países del G-8 acordaron mantener las promesas de ayuda a África de hace dos años en Gleneagles (Escocia) y anunciaron una partida de 60.000 millones de dólares (44.000 millones de euros) "en los próximos años" para luchar contra el sida, la malaria y la tuberculosis. Las ONG consideran que el anuncio disfraza una realidad de compromisos incumplidos.
El activista-cantante Bono consideró que el anuncio es engañoso, tras reunirse con varios líderes del G-8. El también cantante Bob Geldof lo tildó de "farsa total". Lo mismo opinaron representantes de las principales ONG, que exigieron a los mandatarios que detallen cómo piensan cumplir esas promesas, cuando las de hace dos años están todavía muy lejos de cumplirse. Seis jefes de Estado africanos participaron como invitados a la clausura de la cumbre, de la que el presidente George W. Bush tuvo que ausentarse debido a una indisposición estomacal.
La iniciativa de los 60.000 millones partió de Estados Unidos, que correrá con la mitad de los gastos. Bush anunció la semana pasada un plan de lucha contra la enfermedad por el que destinará 30.000 millones de dólares hasta 2013. El resto tendrán que desembolsarlo los otros siete miembros del club que ayer clausuró su reunión en el balneario alemán del báltico en Heiligendamm.
En total, los miembros del G-8 (Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia, Reino Unido, Canadá, Japón y Rusia) destinan actualmente en torno a 7.000 millones de dólares al año a combatir el sida, la malaria y la tuberculosis, principalmente en África. Según los cálculos de Oxfam, el gran anuncio supondrá en realidad un incremento de tan sólo 3.000 millones de dólares respecto a los compromisos actuales. "Nos parece muy poco, y tal vez se quedará en nada. Tienen que explicar quién lo va a pagar, cómo y durante cuánto tiempo. Es la única manera de evaluar esas promesas", explicó a este diario Max Lawson, el asesor político de Oxfam.
Palabras más duras las tuvo Bono, el líder del grupo irlandés U2, que se entrevistó con casi todos los líderes del G-8, deseosos de salir en la foto con el activista. "Pienso que utilizan un lenguaje deliberadamente confuso. Creo que tratan de engañar", dijo Bono a la prensa. "Queremos palabras que se puedan medir y números. Puede que sea una estrella del rock, pero soy capaz de contar", comentó.
Bono se quejó de que los mandatarios no han fijado un calendario para gastar ese dinero, lo que en la práctica diluye en gran medida el compromiso. Otro de los problemas, señalan los activistas es que el texto final no explica, de dónde saldrá ese dinero. Si forma parte del paquete general de ayuda pactado hace dos años en Gleneagles, como explicaron fuentes próximas a la negociación o si por el contrario suponen un dinero "adicional" como dijo Merkel durante su comparecencia ante la prensa.
Sí consiguieron los líderes del G-8, después de arduas negociaciones, ponerse de acuerdo para mantener las promesas que hicieron en la cumbre de Gleneagles. Es decir, doblar la ayuda anual a África, de manera que en 2010 debería ascender a 25.000 millones anuales.
La posibilidad de incrementar la ayuda prevista al continente africano, ni siquiera se planteó ante el desolador panorama que pintan las ONG y el propio Banco Mundial. Ambos explican que los países del G-8 no han sido y, según las proyecciones, tampoco serán capaces de dar cumplimiento a sus promesas. "África espera que el G-8 cumpla sus compromisos", dijo durante la cumbre el presidente de Ghana, John Kuffour.
La canciller alemana, presidenta de turno de la Unión Europea y del G-8 indicó que el grupo era "consciente de sus obligaciones", pero añadió que los países industrializados esperaban de los africanos que hicieran esfuerzos por luchar contra la corrupción.
Un estudio de la Universidad de Toronto hecho público en los márgenes de la cumbre del G-8 muestra que gran parte de los compromisos que a bombo y platillo anuncian los líderes de los países industrializados en estas cumbres acaban por no cumplirse. El informe de este año, que mide el cumplimiento de las promesas de la pasada cumbre en San Petersburgo, señala que la tasa de cumplimiento es del 47%, la menor desde 2002. Italia y Japón aparecen entre los países menos fieles a sus promesas.
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