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Tribuna:DEBATES DE SALUD PÚBLICA
Tribuna
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Alertas sanitarias, aviones y virulencia

Bajo el título Alerta ante el virus viajero, la contraportada de EL PAÍS del jueves 31 de mayo se hace profuso eco del rocambolesco episodio protagonizado por un anónimo residente norteamericano recién casado en Grecia y de luna de miel en Roma a quien, desde Estados Unidos, se le confirmaba el diagnóstico de una tuberculosis pulmonar extremadamente resistente, a la vez que se le conminaba a presentarse de inmediato a las autoridades italianas para su aislamiento sanitario y se supone que también para intentar tratar su infección. Ni corto ni perezoso el interfecto decidió volver a Estados Unidos eludiendo con éxito las órdenes de la salud pública norteamericana y aduciendo su desconfianza en la sanidad italiana.

La resistencia se debe al mal uso de los fármacos, lo que podría evitarse con un mejor control de los tratamientos
Emitir una alerta sanitaria cuesta poco pero moviliza muchos recursos, por lo que hay que aplicar criterios rigurosos

El desconocimiento de los detalles del procedimiento empleado impide una valoración definitiva de la actuación de los salubristas americanos, aunque la flagrante desobediencia del paciente siembra la duda sobre su adecuación. Convendría saber cuál fue la información que se le facilitó acerca del riesgo de contagio y de las medidas de precaución, así como si existía alguna previsión de desacato. Aunque no parece razonable que, como ocurre en las películas de espías, mandaran en su busca a un destacamento de marines.

Una vez de vuelta a casa el fugitivo paciente, los Centros para el Control de las Enfermedades, los famosos CDC, autoridad sanitaria federal, han dictaminado su reclusión bajo vigilancia policial en un hospital de Atlanta, precisamente la sede principal de los CDC, algo que no sucedía desde 1963. Se le ha recluido tal vez para evitar el bochorno de una nueva huida, si bien legalmente justificada en la protección de eventuales contactos a los que el enfermo podría propagar su infección.

El reportaje comenzaba preguntando al lector si por casualidad había viajado en el vuelo de Air France del 12 de mayo de Atlanta a París o en el Czech Airlines del 21 de mayo de Praga a Montreal. Porque de ser así debería presentarse a las autoridades sanitarias pertinentes, ya que podría haberse contagiado con un microbio potencialmente letal resistente a cualquier tratamiento.

No consta si la iniciativa sanitaria que recogen los medios de comunicación se acompañó de información sobre el riesgo de contagio de la tuberculosis extremadamente resistente ni tampoco si se ofrecieron datos acerca de la importancia y las causas de esta resistencia que podrían haberse empleado para contextualizar la noticia y proporcionar un conocimiento más provechoso para la población.

Por lo que se sabe, el riesgo de infectarse con un bacilo tuberculoso extremadamente resistente no es distinto del que corresponde a cualquier otro tipo de tuberculosis. La propagación de la tuberculosis pulmonar requiere que las bacterias expulsadas mediante la tos o el estornudo alcancen las mucosas del huésped susceptible, lo que no sucede fácilmente, si no es en ambientes hacinados y mal ventilados.

Aunque bastan unos pocos bacilos para infectarse, muchos contactos no se infectan y lo que es más importante, sólo una pequeña proporción de los contagiados desarrollará la enfermedad. La vulnerabilidad del huésped depende de su estado inmunitario. Según informa la OMS (www.who.int) los viajes aéreos suponen un riesgo mínimo de contagio de cualquier forma de tuberculosis.

Emitir una alerta sanitaria internacional cuesta poco, pero comporta la movilización de muchos recursos, lo que exige, además de la proporcionalidad de la reacción, la aplicación de criterios rigurosos de eficiencia y de equidad. En este caso no han sido los viajeros que compartieron los vuelos con el enfermo las personas más expuestas al contagio.

De más interés es analizar las causas de la aparición de cepas de bacilos tuberculosos resistentes y su impacto en la salud mundial. No se dispone de información precisa sobre la proporción de tuberculosos afectados por las cepas extremadamente resistentes, aunque la OMS estimó que en el año 2004 se produjeron cerca de medio millón de casos de tuberculosis multirresistente, que se supone es el paso previo a la resistencia extrema, mucho más difícil de tratar.

La resistencia a la quimioterapia es, en gran manera, consecuencia de una utilización inadecuada de los medicamentos, un problema que podría reducirse sensiblemente si las autoridades sanitarias y el conjunto de los sistemas de salud dedicaran más esfuerzos a garantizar que se llevan a cabo las pautas terapéuticas recomendadas.

Las fuentes de infección de bacilos extremadamente resistentes no dejaran de aumentar en ausencia de una decidida política de intervención que traduzca en medidas prácticas las prioridades sanitarias pertinentes. Los esfuerzos dedicados al control del díscolo y tal vez desorientado recién casado no parece que puedan tener un impacto apreciable en el control poblacional de este tipo de tuberculosis. Esperemos que al menos consiga restablecerse y sus familiares permanezcan indemnes.

Andreu Segura es profesor de Salud Pública de la Universidad de Barcelona. asegurabene@ub.edu

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