La gran farsa del riñón
Una televisión holandesa simuló un concurso para incitar a la donación de órganos
La donación televisiva de un riñón que iba a producirse anoche en directo en un programa de la televisión holandesa era falsa. Una actriz profesional se hizo pasar por Lisa, una enferma incurable de cáncer que lo regalaría. Los candidatos a recibir el órgano sí eran pacientes auténticos, pero se prestaron a participar en el fraude que ha resultado ser El gran espectáculo de los donantes porque llevaban años aguardando un trasplante. En un vuelco que dejó boquiabierta a toda Holanda, el reality show presentado por el canal BNN descubrió al final su engaño. Tan redondo, que había provocado antes de la emisión la repulsa del Gobierno, de las asociaciones de trasplantes y de los enfermos convirtiéndose en un asunto internacional.
"En breves instantes estará con ustedes Lisa, aquejada de un tumor cerebral y deseosa de darle esperanza a otros donando su riñón". Así abrió a las 20,30 horas el canal holandés BNN la supuesta primera cesión de un órgano en directo en la televisión pública. Una idea arriesgada que el Ejecutivo de centro izquierda llegó a calificar en el Parlamento de "nefasta para la imagen externa de Holanda". Después de una semana de declaraciones políticas en contra, aunque sin prohibiciones por respeto a la libertad de expresión. De llamadas a la ética y críticas furibundas por rifar casi un órgano, BNN rió el último y descubrió una confabulación "concebida para fomentar las donaciones" que nunca pensaron que "tendría un eco tan grande".
Lisa -en realidad Leoni-, la supuesta enferma, interpretó durante casi una hora y media el papel más convincente de su carrera encarnando a una mujer altruista, a punto de morir. Alta, rubia, de ojos azules y vestida con una blusa azul y un pantalón blanco, advirtió al principio que se encontraba "bastante bien todavía de su tumor cerebral, pero el tiempo apremiaba". Los tres sufridos aspirantes, Esther-Claire, Vincent y Charlotte tampoco lo hicieron nada mal. Ellos sí esperan un trasplante renal, y por eso aceptaron colaborar.
Al principio, las cosas transcurrieron según las reglas de los concursos al uso. "Vamos a hacer feliz a un enfermo. Se ha hablado de que este programa está fuera de lugar. Pero nos consideramos inspirados por nuestro fallecido fundador, Bart de Graaf, paciente del riñón", cantó casi el presentador Patrick Lodiers. "El gran espectáculo de los donantes" involucró a los espectadores "en un hito sin precedentes" y se abrieron tres líneas telefónicas para los votos de apoyo. Frases como: "Lisa quiere dar vida y sentido a la vida de otros", dieron paso a un reportaje más personal sobre ella. "Hace seis años, un buen amigo murió sin conseguir ser trasplantado. La lista de espera era demasiado larga. No quiero que eso pase de nuevo", declaró solemne antes de mostrarse por fin en público entre silbidos de aprobación, aplausos atronadores y una música de fondo de tinte melodramático.
Punteado por los recordatorios del presentador acerca de los miles de enfermos en espera de un riñón en Holanda, y de la necesidad de hacerse donante, el programa transcurrió sin tropiezos. Lisa se regocijaba por "haber generado un debate a gran escala". El tono general de la emisión no se diferenciaba mucho de las rifas de viajes, automóviles o apartamentos. También hubo aclaraciones vitales, como el hecho de que las 25 personas seleccionadas de las que saldrían los tres finalistas "habían superado pruebas de compatibilidad de órganos". Todo estaba controlado y no habría problemas de rechazo, según el presentador. Y llegó la hora de la criba.
Mayores de 50 años, fumadores o ex fumadores y gente sin profesión conocida no entraron en el bombo. Lo mismo ocurrió con los niños "más fáciles de trasplantar", según Lisa. Pasada la prueba comparecieron Esther-Claire, Vincent y Charlotte. Tras la eliminación de la primera y a punto ya de anunciarse el ganador, llegó el sobresalto definitivo. Todo era un fraude. Lisa estaba sana y los candidatos... bueno, ellos seguirían enfermos y esperando un riñón. Pero estaban "felices por la atención recibida". En pleno asombro colectivo, sonó una carcajada enlatada del desaparecido Bart de Graaf. Su retrato había presidido un espectáculo difícil de catalogar y más aún de olvidar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.