Con prisas y sin receta
La también llamada píldora del día después es, según subrayan los expertos, un método anticonceptivo de urgencia "para prevenir un embarazo no deseado tras el fallo del método anticonceptivo habitual o de un coito desprotegido". Está compuesta de dosis altas de la hormona levonorgestrel, que actúa por distintas vías: inhibiendo la ovulación, dificultando la fecundación del óvulo por los espermatozoides y evitando la implantación del óvulo en el útero.
Como aclara el doctor Ezequiel García Campos, presidente de la Sociedad Española de Contracepción (SEC), la píldora poscoital evita el embarazo antes de que se produzca: "En ningún caso actuaría si ya existiese gestación, ni tampoco sería dañina para el feto en desarrollo".
La Organización Mundial de la Salud (OMS) la considera un medicamento esencial, al que debe tener acceso libre toda mujer que la requiera. Las sociedades científicas españolas de Ginecología (SEGO) y de Contracepción (SEC) solicitaron en 2005 al Ministerio de Sanidad y Consumo (todavía esperan la respuesta) la dispensación sin receta médica a partir de los criterios establecidos por la Agencia de Evaluación Estadounidense para Medicamentos y Alimentos (FDA) y la Agencia Europea para la Evaluación de Medicamentos (EMEA). Se trata de un producto seguro, fácil de usar y que no presenta efectos secundarios perjudiciales para la salud.
La libre dispensación es defendida tanto por la Asociación Médica Americana como por la Asociación Americana de Obstetras y Ginecólogos. De hecho, desde 2006 se puede adquirir sin receta en Estados Unidos. Otros países en los que puede adquirirse libremente son Francia, Portugal, el Reino Unido, Holanda, Finlandia, Australia y Canadá.
"Los estudios clínicos indican que un mejor acceso a la píldora poscoital no está relacionado con una mayor prevalencia de conductas sexuales de riesgo ni aumento de las infecciones de transmisión sexual, ni tampoco con un descenso en el uso de los métodos anticonceptivos habituales", señala García Campos. "Por el contrario, las mujeres que han tenido que recurrir a la poscoital han experimentado tal miedo, que luego son mucho más estrictas en la anticoncepción. Son muy pocas las que la han requerido dos veces en un mismo año, por lo que su uso repetido es muy infrecuente".
Según el presidente de la SEC, a pesar de la información sexual y de los métodos anticonceptivos disponibles, el número de embarazos no deseados y, por tanto, de abortos programados sigue aumentando en España, especialmente en la adolescencia y primera juventud. Datos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) revelan que en 1991 se practicaron en España 41.910 interrupciones voluntarias del embarazo, cifra que se incrementó a 69.857 en 2001. Según datos del Ministerio de Sanidad y Consumo, la tasa de este tipo de abortos en las menores de 25 años se ha duplicado en los últimos siete años. En 2002 se registraron 12.883 abortos en menores de 20 años. La mayoría de ellas (67%) no había acudido nunca a un servicio de planificación.
Los jóvenes se consideran bien informados sobre anticoncepción y los emplean en más del 70% de los casos, pero casi el 40% no lo hacen siempre. La encuesta Actitudes sexuales de las mujeres en Europa revela que sólo el 10% de las españolas acuden al médico antes de iniciar relaciones para hablar de anticoncepción: la mitad de la media del entorno europeo comunitario y menos de una tercer parte respecto a Francia o Alemania.
El factor tiempo
La eficacia de la píldora poscoital depende de la rapidez en la toma tras el coito. Si ésta se hace dentro de las 24 horas siguientes, la eficacia es del 95%. Entre las 24 y las 48 horas se reduce al 85%. Y si el periodo se amplía hasta las 72 horas, la eficacia baja al 58%. Por eso es importante acceder lo más rápidamente posible para obtener mayor éxito en la prevención de un embarazo no deseado. Pero en España el acceso al método, que no debe sustituir a los procedimientos anticonceptivos sistemáticos, es muy desigual.
"Su necesidad surge sobre todo durante los fines de semana, por lo que la principal vía de acceso es la urgencia hospitalaria o los centros de salud o de planificación familiar que estén abiertos. Muchos facultativos se niegan a prescribirla. Esto vulnera el código deontológico de la medicina, al ser denegación de auxilio", lamenta el doctor Ezequiel García Campos.
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