_
_
_
_
Reportaje:

Salto de la red al plato

Pepe es el primero en llegar al barco. Son las cuatro de la madrugada. Cuenta que perdió la primera falange del dedo gordo en el mar. Allí, aquí, lleva desde los 15 años, cuando empezó a trabajar en un mercante como engrasador. Pepe –pescador, mecánico naval y vecino de la Barceloneta– espera en lo alto del Stella Maris III a que llegue su patrón. Un día más, toca salir a faenar.

El Stella Maris III es un barco de madera, uno de los pocos que quedan de este material en el puerto de Barcelona. La mayoría son de fibra. La nave tiene 50 años, 20 metros de eslora y un atractivo color azul. Pese a sus arrugas, sale todo el año, de lunes a viernes, a la pesca de arrastre de fondo. El Stella Maris III se ha dedicado muchos años a la gamba, pero ahora los barcos grandes no le dejan sitio. Vicenç Samper, de 40 años y padre de dos hijos, llega a las cinco en punto y guarda su bicicleta plegable en la bodega. Sube al puente. Él es el patrón de este barco, que heredó de su padre, también pescador, y preferiría que la tradición se rompiese: "Si puede ser, que mis hijos no vayan a la mar", dice. Enciende el motor.

Una veintena de barcos salen del puerto casi al mismo tiempo en busca de pescado. Los tripulantes están tranquilos; alguno, medio dormido. Sólo se escuchan comentarios en la radio. El patrón explica que siempre desayunan. Almuerzan sólo si el trabajo lo permite. Preparan café para todos. Tras hora y media de viaje empieza el ritual. Se encienden los focos, y Vicenç grita: "¡Al agua!". Las artes de pesca –una enorme red sostenida por cables y cuerdas– van cayendo hasta el fondo. En el puente se está bien. No se nota tanto el frío del exterior. Pepe y los gambianos Malamin y Ebrima van controlando cómo cae el arte, un embudo de redes que tras casi tres horas en el agua recogerá todo lo que encuentre a su paso, pescado y no pescado. Es un sistema antiguo de pesca, criticado por grupos ecologistas por su falta de selectividad y su agresividad con el medio ambiente.

El Ministerio de Pesca estableció el año pasado un plan de arrastre de fondo en determinadas zonas del litoral sur-mediterráneo: cada buque puede faenar cinco días por semana y 15 horas al día. Además se prohíbe faenar en fondos inferiores a 150 metros. "Se prohíbe expresamente arrastrar en los fondos vulnerables y delicados; por ejemplo, con arrecifes de coral", explica José Manuel Sánchez Mora, subdirector de Caladero Nacional del ministerio. Sánchez Mora explica que ahora la actividad va a menores, pues la pretensión es reducir la flota. En el Mediterráneo español existen alrededor de mil barcas de arrastre.

"Evidentemente, todos venimos a sacar, no a poner pescado en el mar. Pero antes se debería estudiar los puertos deportivos que rompen la línea de costa, las depuradoras… Los pescadores somos ahora políticamente incorrectos". En los últimos años han cesado su actividad una decena de barcos en el puerto de Barcelona. La pesca no pasa su mejor momento. Las ayudas que llegan de Europa se destinan a la nueva construcción, a la modernización de la flota y al desguace. El mismo Pepe tenía dos pequeñas embarcaciones, pero cuando las cosas se pusieron difíciles empezó a trabajar para otro. "Éste es un trabajo muy estresante, aunque no lo parezca. Siempre pendiente de si pescarás. Ahora da mucho menos dinero que antes. Han subido los impuestos y los precios en general", afirma Vicenç. "Si nos pagaran bien el pescado, todo iría bien. Le pasa lo mismo al agricultor. El que corta el bacalao es el intermediario". Pero no sólo los precios ensombrecen el futuro de la pesca. Hay algo peor: la falta de personal. "Hay un barco que lleva tres semanas amarrado en el muelle por falta de trabajadores", desvela el patrón.

El sol empieza a salir y el arte sigue en el fondo del mar. La sonda indica dónde está el pescado. "Ahora somos más informáticos que pescadores", dice Vicenç. Sin embargo, la suerte está echada. Sólo cuando los cables tiren de la red, los hombres sabrán si es o no un buen día de pesca.

Vicenç quería comprarse un barco de fibra, pero ante las dificultades y los precios –uno nuevo cuesta 1,5 millones de euros– ha decidido esperar a que la Unión Europea le pague los cerca de 200.000 euros que recibirá a cambio de que el Stella Maris III vaya al desguace. Eso pasará en un máximo de dos años. ¿Y después? "Trabajo en el mar no me faltará", dice con resignación. En otros barcos.

Vicenç pasa 12 horas diarias a bordo. O más. Al igual que Pepe. El sueldo medio de un pescador oscila entre 200 y 300 euros a la semana si todo va bien, pero varía en función de la pesca y de la experiencia.

Las redes empiezan a subir empujadas por un motor que enrolla las cuerdas. "¡Valeeee!", grita Pepe. Y se para la cuerda. Por fin, el resultado. Además de pescado, arena, piedras e incluso un viejo monedero y una caja de pastillas. Pepe, mientras, remueve y elige el pescado; hay pulpo, arañas, salmonetes, rayas, escórporas, ratas, gallo de Sant Pere, alguna estrella de mar… "Lo más importante es saber escoger y colocar el pescado. Según como lo hagas sube un punto o baja tres en la lonja. Es como la Bolsa".Los marineros van colocando los diferentes tipos de peces en las cajas de plástico azules. No están muy satisfechos. Esperaban más. Y lo que ha salido no es el pescado que mejor se paga. El ritual comienza de nuevo. Las redes vuelven a caer al mar a la espera de que esta vez haya más suerte. Mientras viajen bajo el mar, Pepe se encargará de la comida: "Mejor que en un hotel de cinco estrellas. El pescado es siempre fresco".

Los jueves toca paella, que cocina con pulpo roquero, que da muy buen gusto. Hoy es un día especial y Pepe prepara un caldero para todos. En la despensa de la pequeña cocina situada tras el puente no falta lo esencial: café, arroz, fideos, aceite, sal, harina, tomate, cebolla, ajo y pimiento. Antes de ponerse manos a la obra, el cocinero explica cómo cocina el pulpo roquero encebollado. Coge el pulpo vivo, lo mete en una olla de agua hirviendo, lo escalda durante dos o tres minutos y lo saca con un tenedor. La misma operación la repite hasta tres veces, y luego deja el pulpo hirviendo durante hora y media. Lo deja enfriar para que no se le caigan las ventosas y lo prepara con un sofrito de cebolla y pimentón molido. Hoy, sin embargo, no toca pulpo. El caldero se mueve mientras se calienta. Pepe continúa con sus historias.

La receta del caldero es la siguiente: una cebolla, un pimiento y un ajo troceado, todo refrito, y cuando está listo se añade medio bote de tomate, las patatas, y litro y medio de agua. Tras un cuarto de hora hay que colocar el pescado. Los protagonistas son la rata, la araña y el gato, tres pescados que abundan hoy en la red del barco, pero que no generan grandes ganancias. Los tres son sabrosos. El pez gato no tiene escamas y su carne es sabrosa, pero no despierta mucho interés comercial por la dificultad de pelarlo. La picadura del pez araña resulta muy dolorosa. Se entierran en los fondos de arena, dejando visibles los ojos y la aleta dorsal, que es venenosa. El pez rata llama la atención por su enorme y aplanada cabeza.

Las redes suben de nuevo. Definitivamente, hoy no es un buen día. Poco pescado y barato. Hay que volver a tierra. Empieza la actividad en la lonja. Aún queda colocar bien el pescado, negociar y sacar el mejor trato.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_