Toreros de Ecuador
Ecuador, ese pequeño gran país, es tan taurino o más que sus vecinos. Quito, la capital de la república, es una de las más importantes plazas de la tauromaquia americana.
En el coso de Iñaquito, desde noviembre a diciembre, se celebra la feria taurina, donde, como en Madrid, México y Bogotá, es obligado confirmar la alternativa a los diestros que actúan por primera vez.
En este Ecuador taurino, como dice el poeta Juan Luis Panero, hay una tumba escondida en Cayambé. En este remoto lugar yacen los restos del torero Domingo Dominguín, el sagaz taurino y bohemio.
Ecuador ha dado pocos toreros, pero todos ellos dejaron su impronta en España. Edgar Puente, el primero en confirmar en Las Ventas; Armando Conde, un torero excelente; Edgar Peñaherrera, de notable calidad; Fabián Mena, un bohemio, de rico anecdotario, más propio de revistas porno, un gran seductor y torero desaprovechado.
Hoy día, tiene el país andino dos buenos matadores: Guillermo Albán y Mariano Cruz Ordóñez. Albán cumple siempre con buen oficio y amor propio. El estilo que le inculcó el maestro Manolo Escudero, el torero de la madrileña y castiza calle de Embajadores.
Cruz Ordóñez es un artista genial. Imprevisible, capaz de lo mejor y de lo peor. Cruz Ordóñez, de novillero en Leganés (Madrid), bordó el quite de oro, aquel invento galáctico del mexicano Pepe Ortiz. La ovación fue estruendosa, hasta La Cubierta tembló, Mariano lloró emocionado. Poco después, casi se deja un novillo vivo en Las Ventas, y lloró de rabia. Lágrimas de torero grande e incomprendido.
Babelia
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