"La República respetó la libertad de prensa"

Las crónicas de la Guerra Civil representan un primer borrador para la narración histórica de aquel conflicto. Un millar de corresponsales llegaron a España para informar de una contienda que impresionó al mundo. Paul Preston cuenta en su último libro quiénes fueron aquellos periodistas.
El historiador británico Paul Preston (Liverpool, 1946) había manejado muchas crónicas periodísticas durante sus investigaciones de la Guerra Civil, pero hasta hace poco no se decidió a escribir un libro. Su colaboración en el catálogo de una exposición del Instituto Cervantes sobre el tema le llevó a poner manos a la obra para publicar ahora Idealistas bajo las balas. Corresponsales extranjeros en la guerra de España (Debate), donde repasa la aportación de los periodistas a la narración del conflicto. "He leído por primera vez muchas crónicas y he releído otras", comenta Preston en una entrevista telefónica, "y lo cierto es que significan una fuente más rica de lo que había pensado para reconstruir ese periodo. En realidad, muchos de esos reportajes son un primer borrador para la Historia y hay que decir que el buen periodismo siempre cumple ese papel".
A juicio del historiador británico, "el periodismo llega a su mayoría de edad en la guerra de España porque los periodistas pueden acercarse a los frentes, sobre todo en la zona republicana, y también porque el conflicto afecta de lleno a la población civil". La posibilidad de periodistas neutrales, en el sentido de que no estuvieran claramente alineados en algunos de los bandos, acaba con la contienda española, ya que los reporteros de la Segunda Guerra Mundial están encuadrados junto a sus respectivas tropas. "Entre 1936 y 1939, los corresponsales destinados en España pudieron decidir, opinar y discernir sobre su propio trabajo, sobre la ética de lo bueno y lo malo".
Al hilo de esas reflexiones, Preston traza una línea divisoria entre la zona republicana y los rebeldes. "La República", declara, "mantuvo altas cotas de respeto de la libertad de prensa, incluso durante la guerra desde la oficina que dirigió Constancia de la Mora. A pesar de los inconvenientes y de los radicalismos, cabe decir que la República funcionó como una democracia hasta el final y, por ello, los periodistas pudieron trabajar con bastante libertad hasta los últimos momentos".
En abierto contraste con es
ta situación, los periodistas destinados en la zona franquista no podían viajar al frente si no iban acompañados de gente de los servicios de prensa y propaganda y además no podían hablar con las tropas. "La mejor prueba del trato tan diferente a los periodistas", apunta Preston, "es que el bando de los rebeldes expulsó a muchos periodistas, mientras en la zona republicana sólo se dio un caso". A través de las páginas de este libro, escrito con el estilo ágil habitual en Preston, desfilan las evoluciones de muchos periodistas que terminaron por asumir un compromiso con la causa republicana sin por ello perder el rigor profesional o la honestidad. "El compromiso no está reñido con la honestidad, ni mucho menos", señala el historiador, "y la cobertura periodística demostró que la objetividad no existe porque si existiera, estaríamos asistiendo a una equiparación entre los verdugos y las víctimas, por ejemplo. De cualquier modo, los corresponsales vieron y compartieron el coraje, el sufrimiento y el deseo de libertad del pueblo español y eso los llevó a tomar partido por la República e intentar convencer a las opiniones públicas occidentales de la justeza de aquella causa".
Preston distingue tres tipos de periodistas en la guerra española, "los que ya estaban y se quedaron como Jay Allen, aquellos que pidieron venir por idealismo y deseo de aventura como Ernest Hemingway y los que fueron enviados por sus medios como Herbert Matthews, de The New York Times, o Geoffrey Cox, del News Chronicle". "Y la mayoría de ellos se comprometió con la República", apostilla.
Idealistas bajo las balas. Corresponsales extranjeros en la guerra de España. Paul Preston. Debate. Barcelona, 2007. 336 páginas. 22,90 euros.

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