Doble bofetada al sueño americano
Michael Moore y los hermanos Ethan y Joel Coen muestran en Cannes la cara más amarga de su país
El cine de Michael Moore y los hermanos Coen viaja en coches distintos por la misma carretera. Comparten escenario y pesadillas -los de la América profunda más hostil-, pero lo combaten a velocidades muy distintas. Sus dos últimas películas coincidieron ayer en Cannes. Moore presentó su documental Sicko, panfletario y maniqueo pero lleno de valor, talento y gracia, y los Coen su adaptación de la novela de Comarc McCarthy No country for old men, relato pausado y pesimista de un territorio (el del Medio Oeste) donde sólo sobreviven las serpientes.
La intensidad que se vivía ayer en el Festival de Cannes rozó la histeria colectiva. Calles cortadas, un calor asfixiante y una masa incontrolable que gritaba con la misma pasión a Javier Bardem (enorme en la película de los Coen) y Leonardo DiCaprio, que presentó su documental La hora 11, un trabajo exigente que abre la pantalla a expertos en medio ambiente de todo el mundo. Una película casi casera, explicó el actor estadounidense (impulsor y productor del filme junto a sus socias Leila y Nadine Conners), que pretende concienciar a todo el mundo sobre un asunto que afecta a todo el planeta y en el que él lleva implicado desde hace una década.
Pero la fiebre estaba alta desde primera hora del día. A las ocho y media de la mañana, la gran sala Lumière se llenaba para la presentación mundial de la última película del director de Bowling for Columbine. Codazos en la puerta y un nerviosismo contagioso ante el último puñetazo en la mesa de Moore. El filme carga contra el aberrante sistema sanitario de EE UU, y para ello señala a todos: republicanos, demócratas, empresas farmacéuticas, hospitales, médicos y aseguradoras. Moore es un hombre de acción, se conoce todos los trucos y los usa abiertamente. Su cine es un arma política y como tal lo utiliza. "Yo expongo hechos. No invento nada", dice. Nadie le puede exigir sutilezas. Está a la altura de sus enemigos. Demagogo, sí; pero eficaz y brillante hasta el delirio, también. Sicko tiene momentos tan divertidos que casi saca los colores reírse tanto con un asunto tan grave. La copia que se proyectó ayer salió hace 10 días de EE UU por temor a que fuera confiscada por el Gobierno. "Recibí una carta en la que me comunicaban que me están investigando por violar las leyes y decidimos sacar una de las dos copias de EE UU para que pudiera llegar hoy aquí". Nada de montaje publicitario, dice el cineasta, sólo "la ridícula amenaza" de un Gobierno que no le asusta. "Me acusan de llevar ilegalmente a Cuba a un grupo de enfermos cuando en la película se demuestra que no íbamos a Cuba, sino que llegamos allí por casualidad". No miente Moore, que en un giro surrealista de su filme, viaja con un grupo de enfermos (todos con secuelas provocadas por los atentados del 11-S) al "único territorio americano" con un sistema sanitario eficaz: la base militar de Guantánamo. Brocha gorda y una sala a carcajada limpia, ante el ingenio de un hombre que asegura que el espectador al que quiere convencer no está en Europa sino en la mísera Norteamérica en la que él se crió.
Moore señala a toda una clase política comprada por las empresas médicas y farmacéuticas, se felicita de pertenecer al 9% de estadounidenses que pertenece a un sindicato y por tanto tiene seguro médico garantizado, pone como ejemplo a seguir la sanidad pública de países como Inglaterra, Canadá, Francia y Cuba ("probablemente tienen defectos, pero al lado de la nuestra resultan ejemplares"), y se mofa de sus detractores: "con todas las películas anti-Michael Moore que se están haciendo podríamos montar un festival de cine Michael Moore".
Aunque Cannes le reservó a Sicko su mejor jornada, el filme no opta a la Palma de Oro por expreso deseo de su creador, que en 2004 logró el máximo premio con Fahrenheit 9/11. Sí están en el concurso Joel y Ethan Coen (ganaron en 1991 con Barton Fink), que en No country for old men retoman el camino de Fargo para retratar territorios intransitables. La historia de tres hombres que se persiguen y nunca se encuentran: un cazador furtivo (Josh Brolin) que tropieza con un maletín lleno de dinero en medio del desierto, perseguido por un "alien, un terminator" (Bardem) que acaba con todo lo que respira y un sheriff cínico y cansado (Tommy Lee Jones) al borde de la jubilación. La historia seca y minimalista de unos hombres que ya no encajan en su territorio, una película oscura y triste, un thriller, un western, una comedia, que demuestra el genio sin fisuras de una de las parejas creativas más insólitas de la historia del cine.
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