¡Esa boca!
El prolongado enfrentamiento de la comunidad gay con Beenie Man llega a un nuevo capítulo en Barcelona. Siempre nos hemos preguntado qué pasaría si el público de la world music pudiera entender lo que cantan algunos de los exóticos artistas que tan calurosamente acogen. Serían recibidos con risitas e incomprensión. La hipótesis se puede aplicar a Beenie Man: su patois es tan denso que resulta ininteligible en Inglaterra o Estados Unidos. Sugerir que sus letras puedan incitar actos homófobos en España supone desconocer el talante del público potencial (y su nivel de inglés).
También es insultante obligar a un artista a firmar un compromiso de buenas intenciones y prohibirle interpretar ciertos temas. Huele a ejercicio de poder: "Eres un salvaje del Tercer Mundo y te vas a enterar". Se pretende meter en cintura a un género radicalmente incorrecto como es el dancehall, que refleja la degeneración de la vida en Jamaica: sus autores pueden celebrar la violencia y lanzar amenazas con nombre y apellidos. También encarna la creciente sexualización de muchas músicas populares: sus textos son tan candentes como esos bailes que se practican en las pistas jamaicanas.
El dancehall tiene una economía de subsistencia: suele ser vetado en emisoras jamaicanas y sus creadores viven de los conciertos fuera de la isla. Siguiendo el ejemplo del reggae, busca infiltrarse en el mercado internacional, diversificando las formas y rebajando los mensajes. Eso ha hecho Beenie Man tras fichar con Virgin en 1998. En realidad, ya se había moderado antes, al convertirse al rastafarianismo después de trabajar con Sly Dunbar y Robbie Shakespeare, tras grabar a Marley. Al igual que Buju Banton, Beenie Man pasó a denunciar la banalización del uso de las armas, que dejó numerosas víctimas en el negocio del dancehall.
Sin embargo, su nueva fe no significa que Beenie Man se haya transformado en modélico hombre tolerante. El rastafarianismo carece de autoridad central y está abierto a interpretaciones que van desde lo relajado a lo intransigente. Las diferentes tendencias sí coinciden en la visión del sexo: machista, patriarcal, heterosexual. Como muchas minorías, trasladan su odio hacia grupos aún más indefensos: hay testimonios de linchamientos de gays y lesbianas jamaicanos, aunque resulte simplón el establecer una relación de causa y efecto entre la odiosa letra de Batty man fi dead y esos asesinatos.
También se necesita todo un ejercicio mental para intentar entender el apoyo cerrado de Beenie Man por parte de los músicos jamaicanos. Es un artista querido, que pisa los escenarios desde los cinco años; su primer elepé, The ten year old DJ wonder, data de 1983. Intérprete de grandes recursos, ha sabido mantener el interés de su público natural con duetos y diferentes productores.
Es el mismo reflejo de autodefensa que hemos visto en el hip-hop. Saben que determinadas acusaciones tienen fundamento pero no aceptan imposiciones ajenas. Sacan la bandera de la libertad de expresión, ante la cual no hay otra respuesta que el rechazo personal: ignorar a los creadores que nos ofenden... y tomar nota de actitudes que, aunque no se griten con la contundencia de Beenie Man, laten más cerca de lo que creemos.
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