Sugerir sin mostrar
Cuando vi La ciénaga experimenté esa emoción inequívoca, cada vez menos frecuente, de encontrarme ante una película distinta, no la podía relacionar con ninguna otra, ni argentina ni de ningún otro lugar. La impactante primera película de Lucrecia Martel le pertenece por entero a ella misma. Exceptuando el sonido, manipulado sutilmente, convertido en un elemento esencial del tono de la narración, en las películas de Lucrecia Martel la imagen, la acción, las conversaciones siempre cotidianas, dan la equívoca impresión de estar ante una película naturalista, costumbrista, casi documental. Pero no es así, ese, digamos, tratamiento hiperrealista esconde siempre un secreto que se impone, delicado y rotundo, al final de la narración, y que no te abandona durante los días siguientes.
Técnicamente impecable, la gran virtud de Lucrecia Martel como directora es la capacidad de sugerir sin mostrar. Es increíble que La ciénaga sea su primera película, porque esa cualidad, cada vez más rara entre los cineastas actuales, se consigue con la experiencia. Es insólito encontrarla en una debutante. Otro de los elementos distintivos de esta directora argentina es la "fisicidad" de todo lo que aparece en la pantalla. Uno siente la humedad del balneario de La niña santa, la atmósfera llena de bichos, el calor, el hacinamiento en el que viven sus personajes.
Le hablé a mi hermano de mi entusiasmo por La ciénaga y tratamos de localizar a su directora para ponernos a su servicio. Afortunadamente eso fue posible, por las facilidades de los acuerdos oficiales de coproducción entre España y Argentina, y por la química inmediata entre El Deseo y la propia Lucrecia. Y porque la directora, consciente de las servidumbres del mercado, rueda siempre con presupuestos bajos y moderados, a cambio de lo cual puede permitirse la más absoluta libertad.
Coprodujimos La niña santa, su segunda película, que fue seleccionada por el Festival de Cannes en su Sección Oficial a concurso y cosechó maravillosas críticas en todo el mundo. Y ahora coproduciremos su inmediato proyecto La mujer sin cabeza. Una historia que incluye un elemento distinto a las dos anteriores, y que ya ardo en deseos de ver.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.