La más emprendedora, en la Bolivia profunda
Una mujer indígena, premiada como empresaria por su Gobierno
"Las grandes fábricas nos compraban la leche a 1,60 dólares bolivianos [0,14 euros], pero nuestra meta era industrializarnos y hacer productos derivados, el yogur aumenta el valor agregado de la leche". Clotilde Limachi, indígena boliviana de 48 años, describe así el comienzo del cambio en su comunidad, dedicada a la ganadería intensiva, cuando ella se hizo cargo, en 2005, de la presidencia de la Asociación de Productores de Leche Industrial Viacha (APROLIV). Viacha es un distrito a 40 kilómetros de La Paz, "una hora en minibús".
Ahora hacen yogur para más de 5.000 niños en 44 centros escolares de la zona. "Son más de 15.000 raciones a la semana, y nosotros pagamos la leche a 1,80 bolivianos (0,16 euros)", explica. En la fábrica, montada con la colaboración de la ONG Ayuda en Acción y las aportaciones de los 94 socios de esta cooperativa que Limachi llama "asociación", el yogur se fabrica de forma artesanal. "Necesitamos mecanizar nuestra planta para hacer más derivados", comenta Limachi, que recuerda cómo "todos los socios fueron llevando sus ollas y recipientes" porque al principio no tenían nada dónde hacer el yogur.
Esta mujer, que ha sacado adelante a nueve hijos, de entre 26 y 8 años -"aunque uno murió a los 16, fue muy triste"- obtuvo el pasado enero el premio Mujeres y Asociaciones de Emprendedoras del Ministerio boliviano de Producción y Microempresa. Con o sin premio, mantiene su timidez, baja los ojos y se arropa con el mantón de su vestimenta tradicional.
A pesar de su apariencia, Limachi está cargada de empuje y energía. Mientras sus coetáneas abandonaban los estudios en primaria, ella completó el bachillerato. Y no fue una excepción en su familia de diez hermanos, dedicada desde siempre a la ganadería intensiva. "Nuestros abuelos no sabían escribir, eran muy pobres", recuerda. "Ahora vamos mejor, hay tractores para sembrar más forraje, y con eso alimentar a más vaquitas". Algunos de sus hermanos llegaron a graduarse - "tres son maestras", dice con admiración-, y espera que sus hijos sigan el ejemplo, salvo el mayor que ya está casado y dedicándose al "forraje y al ganado".
En estos años, Limachi ha participado en asociaciones pro alfabetización, ha sido dirigente de un club de madres y de otras asociaciones populares, mientras se ocupaba del campo y las "vaquitas" y, por supuesto, de su familia. "La mujer siempre trabaja más que el hombre, ella trabaja todo el día y llega la noche y sigue con las cenas, los niños, mientras que él, lo que quiere es descansar", dice.
En estos dos años de funcionamiento de la fábrica, las cosas han mejorado. "La gente está contenta, ha aumentado la riqueza". Ahora, el reto es "mecanizar la planta para hacer más derivados". En la fábrica trabajan cinco técnicos, dos ingenieros industriales, y varios hijos de los socios. "Tenemos ya la ultrapasteurizadora, la descremadora, para que dure más la leche, gracias a Ayuda en Acción, pero necesitamos ayuda municipal para construir una estancia donde poner las máquinas". En todo este tiempo, ¿qué ha sido lo más difícil? "Lo más difícil, siempre, es conseguir dinero".
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