La tragedia de Virginia altera la agenda política de Washington
El asesino de Virginia Tech no sólo consiguió destrozar 32 familias y extender la desolación por toda una nación, sino que, de paso, barrió a tiros toda la agenda política e internacional de la mayor potencia del mundo.
Ésta debía ser una semana de fuertes tensiones en Washington, donde caminaban sobre el alambre el fiscal general, Alberto Gonzales, y el presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, y donde debían de vivirse nuevos y apasionantes capítulos del enfrentamiento entre el Congreso y la Casa Blanca en relación con la guerra de Irak.
De momento, Wolfowitz vuelve a dormir tranquilo porque su nombre ha desaparecido de los periódicos, el testimonio de Gonzales ante el Senado en el que se esperaba, ayer, su crucifixión, ha sido pospuesto y el duelo entre Bush y el Capitolio, de momento, silenciado.
Estaba prevista para hoy una reunión entre el presidente y los líderes del Senado y la Cámara de Representantes, ambos demócratas, para tratar sus discrepancias sobre la financiación a las tropas en Irak y Afganistán. Esa reunión no ha sido de momento suspendida, pero es evidente que la actitud -y las declaraciones públicas- de los participantes será diferente después de lo ocurrido en Virginia Tech. Una nación en duelo no es el mejor escenario para una guerra de palabras entre políticos en Washington.
El paso de los días permitirá superar ese duelo y hará que las cosas vuelvan a la normalidad. Gonzales tendrá que comparecer ante el Senado y el Congreso y Bush volverá al cuadrilátero por Irak. Pero será importante ver en qué medida una tragedia de las dimensiones de la sufrida el lunes ha modificado las actitudes de los grandes actores de la política estadounidense, cuánto puede un acontecimiento así cambiar a este país y a su clase política.
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