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Reportaje:

Tormentos, calma y placer

Una tesis doctoral muestra las disfunciones sexuales asociadas al enfermo de sida

En estos momentos hay 20.000 valencianos y valencianas que viven con sida, y por tanto necesitan una atención continua, altamente especializada y también muy "a la medida". Porque si médicamente cada persona es un mundo, desde el punto de vista psicológico es un universo entero. De hecho, este es un punto importante en el pliego de reivindicaciones que Calsicova, la coordinadora de organizaciones contra esta enfermedad, ha hecho llegar a los partidos ante las próximas elecciones. Porque es justamente este segundo aspecto el que ahora permanece más olvidado tanto a nivel de estudios como de atención clínica. Sin embargo, el VIH es una de las patologías que más sufrimiento psíquico llega a ocasionar: no es lo mismo sufrir un cáncer que esta infección, que todavía está estigmatiza.

- Sin asistencia psicológica. "En el caso de que la transmisión haya sido por vía sexual, cada vez más abundante, hay que tener en cuenta que el perfil del paciente homosexual puede incluir además problemas psicológicos previos, con índices altos de depresión y alteraciones emocionales por haber sufrido actitudes homófobas y rechazo". De todos los hospitales valencianos, sólo en uno funciona un servicio que proporciona asistencia mental específica tanto a las personas infectadas como a las demás afectadas: el General de Valencia. Y allí presta sus servicios quien ahora habla, la psicóloga Lola Cánoves, con tanta experiencia en este campo que acaba de presentar con éxito su tesis doctoral dirigida a estudiar concretamente las disfunciones sexuales en este tipo de pacientes.

"Los problemas pueden tener un origen químico, por los tratamientos, pero también hay factores psicológicos como el sentimiento de culpa y el miedo a transmitir el virus", asegura. Las disfunciones estudiadas no se presentan del mismo modo en hombres y en mujeres. Son éstas últimas las que ven más inhibida la primera fase, la del deseo. "Puede ser", interpreta Cánoves, "que esa inhibición se produzca por rechazo a la pareja que la ha contagiado". O bien por un blindaje debido a ese complejo de "a ver ahora quién carga conmigo". En la fase de excitación son los hombres quienes tienen problemas de erección, a veces de origen biológico y a veces por factores emocionales, como el miedo a infectar a la pareja. Finalmente, ellos también tienen más problemas para alcanzar el orgasmo, y aquí no se descarta el efecto de algún fármaco.

- Diferencias entre hombres y mujeres. La falta de comunicación de la persona infectada con su entorno (más frecuente en los casos de transmisión sexual) presenta muchos problemas añadidos. Las cifras de mujeres en este caso aumentan dramáticamente, y en la problemática psicológica hay que contar como factor importante la potencial capacidad de transmitir el virus a los hijos. Según ha visto Lola Cánoves, ellas son más honestas y no se plantean no comunicar su enfermedad, al menos a la pareja. Pero también se ha encontrado con situaciones verdaderamente dramáticas, como la de "hombres que toman la medicación a escondidas, buscan coartadas para acudir a la consulta... tienen pánico a ser rechazados y presentan con frecuencia cuadros de ansiedad y depresión". Por ejemplo, el caso de una pareja de unos 50 años: a ella se le acaba de diagnosticar el VIH y su única pareja ha sido su marido. ¿Qué ha pasado? Pues que quien ha incurrido en prácticas de riesgo fuera de casa lo ha vuelto a hacer también puertas adentro. ¿Y qué ocurre con esa relación? Por el momento nada, que él recurre al chantaje emocional (muy frecuente), que ella aguanta y perdona, y que ambos han decidido que los hijos no se enteren. El estudio ratifica que en caso de diagnosticarse un enfermo en la familia, el apoyo y el cuidado siguen proporcionándolo las mujeres, sea cual sea el parentesco.

La reacción del entorno, cuando se comunica un caso, no suele depender del nivel cultural ni económico, sino más bien de que su actitud sea rígida o por el contrario permisiva y solidaria.

- Que hablen, que busquen apoyos. ¿Y qué es lo que recomienda la psicóloga? Evidentemente, "que hablen, que busquen un punto de anclaje. Hay que luchar contra el sentimiento de culpa, la ansiedad, la depresión, las ideaciones suicidas. Yo he de escucharles e informarles de que ya es posible seguir viviendo con toda normalidad, que se puede hacer prácticamente de todo siempre que procuren no reinfectarse ni infectar a los demás...", afirma Cánoves.

Para la elaboración de esta tesis su autora ha recogido datos de 700 pacientes durante siete años, y una de las cifras que más puede llamar la atención es que en el 34% predomina el sentimiento de culpa. Lola Cánoves ha tenido que encararse con historias verdaderamente especiales, como aquel que llevaba 17 años infectado pero asintomático, sin decírselo absolutamente a nadie, "una bomba de relojería desde el punto de vista psicológico".

En el caso de la gente joven, aunque parezca mentira, la situación no es tan dramática, porque siempre vienen en compañía de los padres y no sienten tanto la soledad. Por el contrario, aquí "lo que hay que evitar es la sobreprotección".

Una de las conclusiones a las que llega la psicóloga es que los pacientes que han recibido apoyo psicológico han experimentado bienestar emocional y también han mejorado su respuesta y su nivel de satisfacción sexual. No es poca cosa, recuperar algo de calma y de placer en medio de la tormenta.

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