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Reportaje:

Polonia se aísla de la UE

Los Kaczynski alientan el euroescepticismo frente a las injerencias de Bruselas

Cristina Galindo

Sólo es una carretera. Apenas unos cientos de kilómetros de asfalto que, pese a la negativa de Bruselas, Polonia desea construir en un paraíso protegido que atraviesa el valle de Rospuda, un bosque único del noreste del país. Pero esta autovía simboliza el bache sentimental que atraviesa Polonia en la UE. Su Gobierno, comandado por los gemelos conservadores Lech (presidente) y Jaroslaw (primer ministro) Kaczynski, se acerca al euroescepticismo y cada vez está tomando una postura más aislada dentro del club europeo. "Estamos perdiendo la oportunidad de desempeñar un papel importante", se lamenta Lena Kolarska-Bobinska, directora del Instituto de Asuntos Públicos y una de las analistas más reputadas de Varsovia.

Pese a ser un socio novato, el entusiasmo de Polonia por entregarse a las supuestas ventajas por las que ingresó en la Unión en mayo de 2004 ha durado poco. Desde entonces, ha sido un miembro incómodo que no está dispuesto a dejarse acobardar por los poderes tradicionales (Francia o Alemania). Fuentes oficiales en Varsovia responden que es legítimo defender los intereses del país y se comparan con la clase política de Reino Unido (cuna del no a Europa). "No hay problema alguno con Polonia, sino con su Gobierno", dice Kolarska-Bobinska. Casi el 80% está a favor de la integración, según las encuestas, y el 55% aprobaría la Constitución europea.

En los edificios oficiales de Varsovia no faltan las banderas europeas. En cualquier hogar de la capital, casi cualquier varsoviano expresa su alegría por pertenecer a la Unión. Se sienten más protegidos frente a Rusia (uno de los grandes fantasmas) y han recibido fondos comunitarios por 67.000 millones de euros.

Pero Polonia, más atlantista que europeísta, no siempre parece dispuesta a que le digan desde Bruselas qué es lo que hay que hacer. Ha resultado ser uno de los críticos más duros de la Constitución europea, se muestra reticente al euro y ve difícil cumplir el objetivo de que el 20% de la energía que consuma Europa proceda de energías renovables. En otros casos, hace oídos sordos a las advertencias (como el proyecto de la mencionada carretera, que Bruselas ha llevado a la Corte Europea de Justicia) y ha escandalizado con sus propuestas ultraconservadoras (prohibir "la propaganda homosexual" en las escuelas, el aborto y recuperar la pena de muerte).

En el foro europeo, donde la diplomacia y las maneras lo son casi todo, los Kaczynski están teniendo problemas para encajar. "Falta diplomacia y este Gobierno es incompetente en política exterior, porque no tiene a gente preparada", afirma Bartlomiej Ostrowski, de la Fundación Stefan Batory. "Pero es que tampoco la política exterior es su prioridad", puntualiza.

Escasez de expertos

El Gobierno de coalición -integrado por los derechistas y católicos Ley y Justicia (de los Kaczynski), la Liga de las Familias Polacas y Autodefensa, euroescépticos- se ha quedado sin expertos. Por dos razones: por una parte, el objetivo de limpiar la Administración de viejos comunistas ha privado al Estado de gente experimentada; por otra, muchos no se atreven a trabajar con los Kaczynski. "Tratan a todos como sospechosos en potencia", afirma Julia Pitera, diputada de la Plataforma Cívica, principal partido de la oposición (de derechas, pero mucho más liberal en lo económico).

"Están dañando la imagen del país; estamos perdiendo todo lo que ganamos desde 1989", asegura Krzysztof Bobinski, de la Fundación Unia & Polska, una organización proeuropea. Desde luego no mucho interés mostró la ministra de Finanzas, Zyta Gilowska, cuando hace un mes la Comisión reprendió a Varsovia por su excesivo déficit público. La ministra no estaba en la sala para aguantar el rapapolvo. Y a nadie le extrañó: desde que fue nombrada en septiembre pasado no había acudido ni a una sola reunión ministerial en Bruselas. Varsovia dice que la economía va bien. Crece a un ritmo superior al 5% y el paro se reduce, pero aún sigue siendo un 14,9% y miles de polacos buscan mejores salarios en otros países (casi tres millones han dejado Polonia desde 1989, cuando cayó el muro de Berlín, la mayoría jóvenes, para trabajar en Reino Unido e Irlanda; en España hay unos 50.000).

Los observadores opinan que el país, un gigante en la región de los Estados que estuvieron bajo el paraguas soviético, está destinado a ser un referente en la zona y una inspiración para otros vecinos más inestables (Ucrania). No es tarde, según Michal Komar, profesor de periodismo y colaborador de la revista Tygodnik Powszechny: "Hay que intentar buscar relaciones en Europa, construir una alianza y saber que hacerlo no nos privará de nuestra identidad nacional".

Un grupo de polacos aguarda la salida de su vuelo en el aeropuerto de Wroclaw.
Un grupo de polacos aguarda la salida de su vuelo en el aeropuerto de Wroclaw.A. C.

Los archivos comunistas

Todos los secretos de la antigua policía política polaca están guardados en un almacén a media hora en coche del centro de Varsovia. Carpetas y más carpetas con papeles de los que espiaron y los que fueron espiados durante los 40 años de dictadura, que si se pusieran en línea recta formarían una línea de 80 kilómetros. "Los polacos que sospechen que han sido víctimas del régimen pueden pedir su informe o el informe de otros, pero si lo fundamentan, y tienen que ser de personajes de la esfera pública, como los políticos", explica Andrzej Arseniuk, portavoz del Instituto de la Memoria Nacional, creado en 1999 para archivar esa documentación y perseguir los crímenes del comunismo.

El instituto es una de las herramientas utilizadas por los gemelos Kaczynski para llevar a cabo lo que muchos consideran una caza de brujas: sacar a la luz el nombre de los que colaboraron con los antiguos servicios secretos, sobre todo de los que actualmente ocupan puestos públicos. Desde que se creó el organismo (tiene 1.600 empleados), se han registrado unas 60.000 solicitudes para acceder a los archivos. Los que colaboraron con los espías comunistas son juzgados por los llamados tribunales de lustración. Hasta ahora ha habido 160 procesos, aunque se desconocen las condenas.

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Sobre la firma

Cristina Galindo
Es periodista de la sección de Economía. Ha trabajado anteriormente en Internacional y los suplementos Domingo e Ideas.

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