Dani Martín, de loco a policía
No es lo que parece, no. Al chico de Zapatillas y del millón de discos vendidos con El Canto del Loco, al tunero al que le gusta llamar Chocho a su Juani en la película de Bigas Luna, al ídolo de quinceañeras, le pasa un poco como al león de El mago de Oz. Que ruge, pero al final resulta extremadamente sensible, que gana en las distancias cortas en cuanto coge confianza. Más allá de sus tatuajes, de su físico implacable, de su fachada de vividor, de mujeriego, Dani Martín es sólo Dani, el que habla constantemente de su madre, de su familia, de sus amigos? Y el que se confiesa a las primeras de cambio: "Toda esa coraza que tengo de duro, de chulo, de arrogante, es timidez. Sentirme muy pequeño cada día. Porque yo soy muy sensible, muy de sentimientos, y eso te vuelve inseguro, pero también te hace reaccionar y gritar: '¡Eh! Aquí estoy". El cordero se despoja de su piel de lobo así, con un grito de rebeldía.
"Tengo problemas con la concentración. A veces estoy cantando y de pronto me acuerdo de que no he hecho la cama"
Con nueve años dio su primer concierto, un 'playback' de Hombres G delante de todo su colegio
Recostado en el sofá de una mansión en Boadilla del Monte, al noroeste de Madrid, Dani entorna sus ojos azules de niño travieso y bucea en su memoria aprovechando media hora de descanso del rodaje de la serie de televisión Cuenta atrás, que produce Globomedia y estrenará Cuatro a finales de abril. Le toca explicar por qué demonios con 30 años y en la cima de su carrera musical ha decidido aprovechar el parón de un grupo superventas para meterse en la piel de Corso, un agente de policía de la Brigada Judicial joven y rebelde que nunca quiso ser poli y al que de pronto le llega la responsabilidad de ser jefe. Dani define al personaje como un "animal", "un perro callejero" que tiene, como él, mucho de león sensiblote. Y cuenta que lo de protagonizar una serie era el sueño que llevaba persiguiendo desde hace mucho tiempo, antes de meterse de lleno con el grupo. Que desde pequeño quiso ser actor. Y tirando del hilo de sus recuerdos encuentra el día en que se encendió esa llama.
Madrid, Navidad de 1982. El gentío se amontona a la salida del Circo de los Muchachos, en Las Ventas. Acaba de terminar el espectáculo y los niños corretean junto a sus padres, se ríen. Están felices porque acaban de presenciar 25 minutos mágicos del payaso más grande que España ha tenido nunca, el más internacional de todos, Charlie Rivel. Aquel al que no le hacía falta más que su rigurosa indumentaria de clown (peluca y nariz rojas, la cara pintada de blanco) para meterse al público en el bolsillo. El que era capaz de producir la gran carcajada sólo con ayuda de una guitarra, medio tumbado en una silla de madera y aullando como un lobo.
Entre la muchedumbre, un mocoso rubio de cinco años no para de repetir momentos del espectáculo. Es algo que hace constantemente: imita a los amigos de sus padres cuando van a casa a comer, y hace lo mismo con cada cosa que echan por la tele, incluso tiene una versión infantil de Tejero entrando en el Congreso y gritando aquello de "¡Se sienten, coño!". Ahora aúlla como un lobo y toca una guitarra imaginaria, igual que el payaso. Hace las monerías para su madre y a ella se le cae la baba. De pronto, el niño se pone serio y le dice: "Mamá, yo de mayor quiero ser como Charlie Rivel". Y ella le sonríe y piensa que sería gracioso regalarle una peluca roja, una nariz de payaso, una silla y una guitarra, para que Dani pueda seguir repitiendo en casa las monerías. El regalo no tarda, y esos 25 minutos de Charlie Rivel, que murió cinco meses después, han sido suficientes para prender la mecha e inocular el veneno de artista en esa pequeña cabecita rubia. Su destino iba a estar ligado desde entonces a una guitarra, a los aullidos de loco delante de miles de personas. Pero también a la escena y al arte dramático. Dani quiso ser actor y el éxito con la música le llegó de pronto. Es ahí donde ahora quiere volver, a la interpretación, como ya ha hecho otras veces, sin dejar a un lado el grupo.
"¡Joder!", se oye gritar en medio del rodaje en la mansión de Boadilla. El niño, que ya es adulto, pero sigue siendo rubio, impacta con toda su rabia un puño directo contra el cojín. Se nota que lleva tiempo practicando boxeo y que no ha quedado contento con la escena. Se ha trabado a mitad de frase. "¡Joder! Lo siento, lo siento. Pero esta vez me sale por mis cojones", se excusa mientras mueve los hombros en círculos y pasa su mano derecha mecánicamente por la coronilla para concentrarse. Es su sello, tocarse la cabeza.
Ahí está Dani Martín dejándose la piel para que le tomen en serio como actor. No es fácil para alguien que puede presumir de colgar el cartel de no hay billetes cada vez que toca un concierto, el que ha llenado tres noches seguidas Las Ventas y ha reventado el Vicente Calderón junto a sus ídolos de infancia, Hombres G, como sólo se recuerda con U2 y los Rolling Stones. Algunos le acusan de no ser más que un producto, pero un director como Bigas Luna, a cuyas órdenes trabajó en Yo soy la Juani, no duda en definirlo como "un artista del Renacimiento en el siglo XXI, porque todo se le da bien". Y eso que al principio Bigas no le quiso ni en pintura para el papel de Jonah, el macarra que engaña a la Juani: "Fue el mejor del casting, sin duda, pero su fama no me atraía para nada". Les bastó una comida juntos para que le convenciera de que quería ser actor con toda su alma. Siempre gana en el cara a cara.
Al director de casting de Cuenta atrás, Luis San Narciso, que ha trabajado en Mar adentro, Volver y Los lunes al sol, no le hizo falta ni una comida para que el nombre de Dani Martín se le viniera a la cabeza: "En cuanto leí el guión pensé en él. Buscábamos una persona con muchísimo carisma y él tiene un rostro increíble. Un físico muy tierra. Dani es puro suelo". Algo tiene, aunque los críticos todavía le dan la espalda.
"Venga, Dani, no pasa nada. Vamos a repetir la escena una vez más. Cinco y? ¡acción!". En el salón de lujo de Boadilla del Monte, Dani se convierte en cuestión de centésimas en Corso. Clava sus ojos azules, llena la cámara y vuelve a la carga: "Te doy mi palabra de que hasta que tu padre no esté a salvo, nosotros no intervendr? no intervernd? No intervendremos, ¡joder!". Vuelve a trabarse con el guión. Y ahora estalla una carcajada generalizada entre los actores, los técnicos y el resto del equipo. Dani es el primero en reírse. Finalmente sale al paso evitando las palabras que le patinan por la sequedad de boca que provoca una mañana entera de rodaje.
"Es que esto es muy duro. Me encanta, pero requiere mucho trabajo y una concentración enorme. Y ése es mi problema. A veces estoy tocando y a la vez pensando en mi madre o en que ese día no he hecho la cama", explica. "Para rodar me recogen a las 7.45 de la mañana. Acabamos a las seis de la tarde. Y después toca volver a casa y estudiar el guión para el día siguiente. Pero disfruto currando; si no, me siento muerto".
"No hay más que verle. Dani es extremadamente trabajador. Por eso está donde está", comenta Guillermo Fernández Goizard, director del cuarto episodio de Cuenta atrás. No es la primera vez que coinciden. Se conocieron en 1997, cuando Dani, en esa persecución del sueño de artista, estudiaba en la escuela de arte dramático de Cristina Rota, antes de que El Canto del Loco le abriera una nueva ruta. Le salió un pequeño papel en la serie Policías, en la que Guillermo también era director. Tenía que interpretar a un homosexual con problemas familiares y en una de las escenas, en la que para mostrar su enfado golpeaba la ventanilla de un coche, se metió demasiado en el papel: "Estábamos grabando y de pronto veo que al chaval le empieza a saltar sangre de la mano", recuerda Fernández Goizard.
"Es que soy de la escuela de los ani-males", apostilla Dani en el parón para comer. Allí, con todo el equipo, se le ve relajado. Hace chistes ?"eso qué es, ¿pota de vieja?", dice en referencia a un revuelto con aspecto dudoso?, saluda a todo el mundo y a la inversa. Se ve que es una persona querida. "Dani, me he acordado de tu pan integral", le dice uno del catering. "Gracias, tronco", responde él con familiaridad. Llevan cuatro meses de rodaje, y el Loco, que es como le llaman muchos de los que le conocen, se muestra tal cual es.
El puñetazo con dosis reales de dramatismo en Policías no fue ni mucho menos su primera incursión en televisión. El niño revoltoso e inquieto al que le gustaba imitar todo lo que veía debutó a los 14 años en TVE como presentador del programa de música Ponte las pilas. Allí protagonizaba cada semana el mismo sketch: el de un adolescente que utilizaba todo tipo de artimañas para colarse en una discoteca y al que el portero del local siempre cazaba en el último momento. El papel de puerta que le echaba de allí a patadas lo encarnaba Antonio Rodríguez, Esquimal, como le conocen en el mundo de la música. Dani se dio cuenta enseguida de quién era realmente este hombre. "En cuanto Dani me vio, se acercó y me dijo: 'Oye, tú eres el road manager de Hombres G. ¿Qué haces en la tele?", recuerda el Esqui. "Le sacaba 14 años, pero le tomé como mi protegido. Ya entonces tenía un carisma impresionante. Era una Biblia de la música pop española. Gabinete Caligari, Radio Futura, Los Ronaldos? Se sabía hasta los silencios de las canciones de Hombres G".
'Esqui' cuenta también cómo Dani le repetía una y otra vez que su ilusión era tener una banda de rock. "Yo tengo que ser como David Summers", le confesó un día. "Quiero cantar en una banda y que vengas conmigo de road manager". Nunca perdieron el contacto. Dani de vez en cuando le enviaba alguna maqueta, le preguntaba por los G? Adivinen quién montó unos años después la primera gira de un grupo prometedor que acababa de sacar disco. "Esqui, yo sabía que te iba a tener conmigo", le espetó Dani cuando se vieron de nuevo. Y hasta hoy, porque la última gira de los Locos la han vuelto a hacer juntos.
Poco después de sus pinitos como presentador, aparece junto a Martes y Trece en un especial de fin de año haciendo de un botones que se marca con gracia un baile a lo John Travolta delante de Encarna y la Pantoja. Al chico no le iba bien en clase (de hecho llegó a tripitir primero de BUP), pero empezó a inclinarse por la escena. Se apuntó a la escuela de interpretación de Zulema Katz y finalmente aterrizó a los 18 en la academia de Cristina Rota.
"Enseguida le calé", cuenta su maestra. "Era uno de esos chicos con gran cantidad de energía, reactivos: llegó enfadado con el mundo y consigo mismo". Fueron cuatro años de clase y mucho más. En los pasillos de la escuela se gestó el embrión del grupo que más adelante saltaría a las listas de los más vendidos. Además, a Dani le salía de vez en cuando algún papel en series de televisión. Apareció dejándose los nudillos en Policías, en Al salir de clase, Petra Delicado? "El gran mérito del chico es que tiene las cosas claras y mucho tesón. No nació hecho, sino que todo lo que ha conseguido ha sido gracias a su trabajo y su lucha. Vino peleado con la vida, pero aprendió a canalizar toda esa reactividad y convertirla en rebeldía creadora".
Rebeldía creadora, picar piedra "y mucho morro", según Carlos López, el presidente de BMG Ariola, y Paco Martín, cazatalentos de la discográfica. Antes de fichar a El Canto del Loco, de quien sólo habían oído una maqueta, querían verles en directo. Organizaron una actuación. "Fue uno de los peores conciertos que hemos escuchado en la vida, pero los chicos tenían mucho desparpajo y hacían canciones con gracia", recuerdan. Sobre el escenario, Dani y el resto de la banda se quitaron la ropa y mostraron una camiseta en la que se podía leer I love Ariola. Los ficharon.
Aunque suene a tópico, sólo hace falta echar un vistazo a la gente que trabaja en las giras de El Canto del Loco para darse cuenta de que Dani es, además, una de esas personas a las que la fama no estropea, un amigo de sus amigos. Allí, currando en cada concierto, están Hovik Keuchkerian, el profesor de boxeo de Dani, que se encarga de la seguridad. También Iván y Josito, que llevan el merchandising, y David, el Aguimoto, con la furgoneta, "los colegas de toda la vida". Iván, que conoció a Dani con 14 años, recuerda que ya de pequeño, cuando se pasaban "todo el día en la plaza", les dijo mil veces que tenían que montar un grupo. "Ahora siempre vuelve con la coña de 'mira cómo os tendríais que haber apuntado". Josito, que lleva junto a él desde los seis, puede, en cambio, presumir de haber sido el guitarrista del primer concierto de Dani, a los nueve años: "Nos hicieron unas guitarras de madera, las pintamos y tocamos un playback de Hombres G para todo el colegio".
El chico apuntaba maneras. Pero tuvo que llover mucho para que llegara a vender su primer disco en el año 2000. "Después ha sido algo progresivo, de mucho currar y currar, porque a mí no me han regalado nada", cuenta Dani. Así se explica que en su mesilla de noche descanse el libro de autoayuda La buena suerte, de Álex Rovira, "esa que no existe, sino que uno se trabaja". Ahora le toca demostrar con la interpretación que es capaz de crecer igual que con la música. Porque, como él mismo recuerda, todos los actores de Cuenta atrás han sido candidatos al Goya: Teresa Hurtado, José Ángel Egido (éste lo ganó), Álex González y Bárbara Lennie. También Dani, sólo que, en su caso, a la mejor canción.
Dani Martín, líder de la banda El Canto del Loco, protagoniza la serie 'Cuenta atrás', que se estrenará en Cuatro en la segunda quincena de abril.
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