Larga vida al Price
Alborozado me entero que se abre un nuevo Circo Price. Un aluvión de recuerdos me llegan a la cabeza, a la entrepierna y al corazón. Las hoy míticas matinales de rock que se celebraron en el antiguo Price, sito en el solar que ahora ocupa el Ministerio de Cultura, supusieron durante dos escasas temporadas las primeras bocanadas de aire fresco en el fétido ambiente de los primeros años sesenta, hasta que la autoridad gubernamental las prohibió porque comprendió el peligro potencial que encerraba el rock and roll para el pensamiento único que férreamente imponía la dictadura de Franco.
La música que cambió el siglo XX y a sus habitantes de menos de 20 años, entró como un ciclón mañanero en las reuniones rockeras madrileñas que se inventaron un joven periodista, Ángel Nieto, y los avispados empresarios del espectáculo, Feijoó y Castilla. Hasta su prohibición, por el Circo Price pasaron los mejores, y únicos, grupos del rock local: Los Estudiantes, Los Pekenikes, Los Relámpagos, Miky y los Tonis, The Diamond Boys, Bruno Lomas y muchos otros que ahora son pasto del olvido y que sólo las hemerotecas pueden remediar.
Yo fui uno de los jóvenes protagonistas de aquellas matinés que empezaban justo al terminar la última función de circo del sábado. Mientras los empleados limpiaban las bostas de los elefantes, o ponían a buen recaudo a los tigres de bengala, los músicos que actuábamos a la mañana siguiente, impacientes, esperábamos nuestro turno de ensayo en un cercano bar, entre el humo espeso de las madrugadas sucias, la cazalla y el olor a Zotal con que desinfectaban la pista de lo que por la mañana sería un espejismo de modernidad.
Aferrados a nuestras humildes guitarras imitábamos los modelos que nos llegaban, por vía casi clandestina, de una juventud extranjera que nos parecía lejana e inalcanzable. Resistimos gracias al rock and roll y a la inconsciencia. Pero fue el Price el que permitió probar que no éramos tan diferentes como decía la propaganda franquista.
Quizá, en estos tiempos broncos, donde el pensamiento único quiere seguir imponiendo su hegemonía, caiga quien caiga, volver a las matinales rockeras del Circo Price ayudaría a que emergieran los actuales jóvenes grupos de rock, estupendos por cierto, que necesitan espacios para su música y para propagar el pensamiento libre. Larga vida al Circo Price.
Babelia
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