Manos femeninas atizan el carbón
Cinco mujeres entran por primera vez en la planta de producción de Solvay en Torrelavega
Año arriba, año abajo, hace ya un siglo que la multinacional química Solvay produjo sus primeras toneladas de carbonato sódico en su planta de Torrelavega (Cantabria). Para ser exactos, era 1908, la misma fecha en que más de 250.000 sufragistas se reunieron en el Hyde Park londinense para reclamar su derecho al voto. En aquella época, si alguien pensaba que las manos femeninas podían manejar los vagones de carbón y la maquinaria pesada de la multinacional belga en Torrelavega es que había perdido la chaveta. Por fortuna, el año pasado cambiaron de opinión y hoy trabajan cinco mujeres en la cadena de fabricación.
"Ha sido la inercia del tiempo, la costumbre", justifica el responsable de Recursos Humanos de la compañía, Luis Hervella. Y afirma que las cosas van a cambiar. La fábrica ya tiene vestuarios para las mujeres y están iniciando planes de "flexibilización de horarios".
Se ha necesitado una sentencia judicial para romper una pegajosa inercia masculina
Pero se ha necesitado una sentencia judicial para romper esa pegajosa "inercia" masculina. En 2005 el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria condenó a la centenaria Solvay por discriminación femenina en el empleo. Contrató a 12 hombres a pesar de que una aspirante cumplía los requisitos y estaba más capacitada que algunos de sus compañeros. El tribunal obligó a admitirla en los futuros contratos pero la mujer renunció. Más tarde trataron de que entrara otra que también dijo no, posiblemente a unos condenados horarios que obligan a los trabajadores a repartirse en turnos de día y de noche. Eso no puede cambiar porque los hornos no pueden enfriarse. Pero ya nadie duda de que las mujeres puedan colaborar a ello atizando el carbón.
Patricia Landeras fue la primera. Entró en mayo del año pasado; primero estuvo en tracción ferroviaria, con los vagones del combustible y como maquinista del tren del carbón. Ahora está en la unidad de producción del carbonato. Producen sosa, bicarbonato, sal. No tuvo, ni tiene, ningún problema. "Los compañeros son estupendos. Cuando entré era la novedad, me miraban como un bicho raro, incluso venían a verme trabajar, como si fuera la atracción. Era la única de 300 en los turnos de noche. Ahora somos cinco, ya no es lo mismo".
Noelia Cortavitarte espera entrar en verano, en la siguiente tanda. Es la segunda vez que se presenta. La primera no pasó. "Yo ya sabía lo que había entonces... El tema de las mujeres no lo tenían asimilado, pero como he visto que cambiaban las cosas volví a intentarlo y creo que estoy bien situada". Le hace ilusión: "Solvay es importante en la provincia, me pilla cerca de casa y quiero un trabajo estable". Es técnica superior de Desarrollo y Aplicaciones Informáticas.
Fue el sindicato USO quien llevó el asunto a los tribunales y quien lo ganó. El convenio del sector químico "establece en una cláusula de discriminación positiva la exigencia de que, en igualdad de condiciones de idoneidad se prime la contratación del género menos representado", como recordó la sentencia del tribunal superior cántabro. "Es una empresa conservadora y paternalista que ve a la mujer como un ser frágil que sólo sirve para ser secretaria y poco más", se queja la delegada del sindicato USO en Solvay, Teresa Castañeda, por primera vez también, una mujer en ese cargo en su sindicato.
Las consultas sindicales sobre la situación en la planta química han viajado en los últimos años hasta Madrid. Se preguntó incluso a las representantes de la mujer en el Gobierno. Por último, se les han concedido tres puntos extra a las empleadas por "acción positiva", como le gusta decirlo al responsable de Recursos Humanos de la planta.
Si don Ernest Solvay levantara la cabeza puede que le gustara ver a mujeres en la compañía que fundó en 1838. Adquirió conocimientos en química y física de forma autodidacta y descubrió un revolucionario método para la obtención de carbonato sódico, hoy conocido como proceso Solvay. En 1911 organizó en Bruselas un encuentro con los más famosos químicos y físicos de la época. Allí estaban Albert Einstein, Max Planck, Ernest Rutherford, Raymon Poincaré y el duque Louis de Broglie. Pero ya entonces, una mujer tenía mucho que decir en aquella reunión: Marie Curie. También estaba invitada.
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