"Ahora vamos a por todos los que nos difamaron"
Joseph Joe Wilson, diplomático estadounidense, nunca pudo imaginar la campaña que desencadenaría contra sí mismo cuando escribió el 6 de julio de 2003 en The New York Times que el presidente Bush había manipulado a la opinión pública en su discurso sobre el estado de la Unión al exagerar la amenaza nuclear que representaba Sadam Husein. Wilson, cuya esposa trabajaba en la agencia como agente clandestina, había sido enviado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a Níger, donde presuntamente Sadam quería adquirir uranio enriquecido y comprobó que los cargos eran falsos.
La Casa Blanca montó una campaña en la prensa para desacreditarle con otra mentira: que su viaje a África había sido organizado por su esposa, y filtró su nombre: Valerie Plame. La investigación del fiscal especial Patrick Fitzgerald sobre esta trama fue bloqueada mediante ardides y mentiras. Uno de sus ejecutores, Lewis Scooter Libby, fue declarado culpable de mentir y obstruir la labor de la justicia por un jurado en Washington y puede pasar una temporada en prisión. "Vamos a seguir la batalla en la justicia civil. Karl Rove, el asesor de Bush, ha filtrado el nombre de Valerie, está confirmado. Queremos que las declaraciones de Bush y el vicepresidente Cheney sean aportadas al juicio civil", explicó ayer Joe Wilson en una conversación telefónica desde Washington.
"No deja de sorprenderme que ya se esté hablando de perdón [para Libby] y que Bush no haya pedido perdón o lamentado lo ocurrido"
"Según uno de los miembros del jurado, éstos se han preguntado, a puerta cerrada, por qué no estaban en el banquillo 'los otros tíos"
Pregunta. En agosto de 2003 dijo usted que tenía gran interés en ver si era posible conseguir que Karl Rove fuera sacado por la fuerza de la asa Blanca con las manos esposadas. Ahora está a punto de conseguir que Libby vaya a la cárcel... si Bush no lo remedia.
Respuesta. El fiscal Fitzgerald ha hecho un gran trabajo. En lugar de acusar a Libby de violar la ley que protege a los agentes clandestinos de la CIA al filtrar el nombre de mi esposa, resolvió aplicar la táctica del agente del FBI Eliott Ness en los años treinta, que trincó a Al Capone por evasión de impuestos. Fitzgerald, pues, ha atrapado a Libby por mentir y obstruir la labor de la justicia.
P. Precisamente, Libby, siguiendo instrucciones del vicepresidente Dick Cheney, quiso eliminar la credibilidad de sus acusaciones difundiendo que su esposa le había enviado a Níger. Y cuando el fiscal, el FBI y el gran jurado comenzaron a investigar, les mintió.
R. Esto es lo que ha confirmado el veredicto. Y aquí está el punto: ¿qué labor obstruyó? La investigación sobre cómo montaron en la Casa Blanca una campaña contra mí para desacreditarme por el hecho de haber acusado a Bush de manipular la información sobre la presunta adquisición de uranio enriquecido en Níger para fabricar bombas nucleares. ¿Cuál fue mi pecado? Escribir un artículo con mi propia firma donde dije que yo había viajado a Níger para averiguar por cuenta de la CIA si era verdad. Y afirmé que cuando regresé a Washington informé de que era falso.
P. Puso usted el dedo en la llaga. Tony Blair y José María Aznar, los otros dos promotores de la guerra de Irak junto con Bush, también hablaron de la adquisición de un componente nuclear en marzo de 2003, antes de la guerra. Era una campaña de marketing.
P. Sí, pero que esto diera pie a una conspiración en el más alto nivel del Ejecutivo, una vendetta política y personal, y que se difundiera la patraña de que yo había sido enviado allí por mi mujer, una agente clandestina, que trabajaba en el exterior sin protección diplomática alguna en la CIA, es algo intolerable. Más allá de Libby, el tema central es la campaña para destruir a una persona que partió de una orden del vicepresidente Cheney y que el presidente Bush conocía.
P. El fiscal Fitzgerald no prevé presentar nuevos cargos, según declaró el martes. Usted y su esposa mantienen una demanda civil, ¿cuáles son los próximos pasos?
R. He seguido el relato sobre la deliberación del jurado a través de uno de sus miembros, el ex periodista Denis Collins. Según ha dicho, los miembros del jurado se han preguntado, a puerta cerrada, por qué no estaban en el banquillo 'los otros tíos', entendiendo por éstos al vicepresidente Cheney, Karl Rove y Ari Fleischer. O por qué no Richard Armitage, el número dos de Colin Powell. Pues bien, ahora vamos a por todos los que nos difamaron, nuestra demanda civil va contra Cheney, Rove, Libby, Fleischer y Armitage. Quiero contar para este juicio con algunos documentos que no se pudieron conseguir para el proceso de Libby.
P. ¿Qué documentos son?
R. Creo que el juicio de Libby ha establecido las mentiras de manera fehaciente. En el curso de su investigación, el fiscal Fitzgerald tomó declaración en la Casa Blanca al presidente Bush y al vicepresidente Cheney. Ambos contestaron a las preguntas en presencia de sus respectivos letrados. Ahora, después de todo lo que sabemos, interesa saber lo que dijeron al fiscal.
P. ¿Está usted haciendo un paralelismo con las famosas cintas grabadas en la Casa Blanca durante la presidencia de Nixon?
R. Aquellas cintas fueron muy relevantes. No se pudieron destruir. La declaración de Bush y de Cheney ante Fitzgerald no corre peligro alguno. Bush dijo que colaboraría con la justicia en esta investigación. Ahora es el momento en que puede hacerlo. Debe ordenar a la Casa Blanca que entregue a la jurisdicción civil las declaraciones prestadas ante el fiscal Fitzgerald. Vamos, pues, a seguir la batalla.
P. También a través de libros y películas. Usted ya ha escrito un libro, su esposa Valerie espera la autorización de la CIA para publicar sus memorias y Hollywood prepara una película. ¿Dará la CIA su luz verde?
R. Vamos a ganar también esta batalla. Valerie trabajó durante 20 años en la CIA. Hace tiempo que sometió a revisión el libro y no hay objeciones a su contenido. Pero la CIA no permite que ella diga que fue agente hasta 2002.
P. La sentencia de Libby se conocerá en junio próximo. Su abogado ha anunciado que va a apelar. ¿Cree que si se confirma la sentencia, Bush le va a perdonar en los últimos días de su mandato, en enero de 2009?
R. Es un gran riesgo. Libby sabe mucho del tema del perdón. Fue él quien actuó como abogado del gran evasor de impuestos Marc Rich y consiguió el perdón en los últimos días de Bill Clinton. Pero en este caso tiene un claro conflicto de intereses. Porque Libby, además de haber ejercido como jefe de gabinete de Cheney -es, por cierto, el más alto funcionario de una administración condenado desde el caso Irán-Contra, en los años ochenta- también actuaba como asesor presidencial de Bush y miembro del Consejo Nacional de Seguridad. Habrá que ver, también, los plazos. Faltan 22 meses hasta los últimos días de Bush. Y la apelación de Libby podría resolverse bastante antes. Pero no deja de sorprenderme que ya se esté hablando de perdón y que Bush no haya pedido perdón o haya lamentado lo que ocurrió.
P. Ha expresado su tristeza por Libby y por su familia...
R. A Valerie y a mí nos gustaría que, como hizo George Bush (padre) -Wilson fue diplomático en Bagdad durante su presidencia-, su hijo dijera que revelar la identidad de un agente de la CIA es el peor daño que se puede cometer contra la seguridad nacional.
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