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El 'caso Plame'

Cheney, contra las cuerdas

La culpabilidad del principal asesor del vicepresidente eleva las acusaciones hasta la Casa Blanca

La primera sentencia de culpabilidad contra un alto cargo de la Casa Blanca en más de 20 años -desde el escándalo Irán-Contra- ha destapado las maniobras del Gobierno de George W. Bush para esconder o filtrar información en función de sus necesidades. Para varios miembros del jurado, Lewis Scooter Libby era un "hombre de paja" que actuó por encargo de su jefe, el vicepresidente de EE UU, Dick Cheney; para los demócratas, todo valía con tal de justificar la invasión de Irak. Varios miembros del Partido Demócrata han pedido a Bush que se comprometa a no conceder un perdón presidencial a Libby. El proceso contra el ex jefe de gabinete de Cheney ha desatado una fascinación política y periodística en Washington.

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Bush manifestó ayer su tristeza por la sentencia de culpabilidad contra Libby. Pero también dejó claro que ese veredicto no merma la confianza que tiene en Cheney, al que sigue considerando "un colaborador de confianza". "El vicepresidente es alguien en cuyos consejos se apoya el presidente", señaló su portavoz, Tony Snow.

El comportamiento de Libby incluye elementos de venganza y manipulación, pero también desvela un entramado de lealtades más propio de familia siciliana que de Gobierno estadounidense. "¿Dónde están los otros implicados?", se preguntaba un miembro del jurado después del veredicto, convencido de que Libby "recibió el encargo del vicepresidente de filtrar información a la prensa", información interesada que ajustaba cuentas con un crítico de la guerra en Irak y desacreditaba sus argumentos en contra de la invasión.

El caso Plame se remonta a febrero de 2002. El diplomático Joseph Wilson recibió el encargo oficial y confidencial de investigar si Irak estaba tratando de comprar uranio en Níger. Wilson viajó a la zona y demostró que semejante transacción era imposible y estaba basada en documentos falsificados. Regresó a Washington, comunicó el resultado de su investigación a la Casa Blanca y supo que las conclusiones de su informe llegaron a los más altos cargos del Gobierno, incluido el presidente.

Meses después, escandalizado al comprobar que Bush y Cheney seguían incluyendo esa acusación para justificar la invasión de Irak, Wilson publicó un artículo en The New York Times en el que desvelaba su viaje a Níger y la ofuscación del Gobierno por acusar a Sadam Husein de aspiraciones nucleares que en realidad no tenía.

Cuando Dick Cheney leyó ese artículo en su despacho escribió en el margen esta pregunta: "¿Le mandó su mujer con gastos pagados?". En los dos días siguientes, al menos ocho periodistas recibieron una misma información de fuentes cercanas a Cheney y Bush: que la mujer de Wilson, Valerie Plame, era una agente encubierta de la CIA. Desvelar esa condición era al mismo tiempo una venganza contra Wilson (arruinaba la carrera de su mujer) y un descrédito contra él (sugería que fue a Níger por nepotismo de su mujer, no por estar capacitado para ese encargo).

Después de casi cuatro años de investigación, el fiscal no ha podido determinar si existió realmente una orden explícita de Cheney para filtrar esa información, o si fueron sus "soldados" en el Gobierno quienes lo hicieron a iniciativa propia porque entendieron el mensaje. Sin embargo, el juicio ha permitido consolidar el carácter vengativo y manipulador del que es, para muchos, el vicepresidente más poderoso de la historia de Estados Unidos, y ha desvelado también que el presidente Bush desclasificó informaciones confidenciales para que sus hombres de confianza las filtrasen a periodistas afines.

Sólo Libby ha pagado un precio. Otros en el Gobierno acusados de participar en esa operación, como el consejero político de Bush Karl Rove, o el ex número dos en el Departamento de Estado Richard Armitage, han salido limpios. Al no poder demostrar quién ordenó esa filtración delictiva (desvelar el nombre de un agente secreto es un delito federal), el fiscal se conformó con una acusación contra Libby por delitos menores (falso testimonio y obstrucción a la justicia).

Juicio político

Pero igual que Bill Clinton fue sometido a un juicio moral cuando la acusación contra él era mentir bajo juramento, el Gobierno ha quedado sometido a un juicio político que llega en el momento más bajo de su mandato, en medio de la mayor oposición a la guerra en Irak y con el creciente escándalo del trato a los heridos en combate.

Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, cree que la sentencia muestra cómo la Casa Blanca manipula "informaciones sobre seguridad nacional". Los demócratas han pedido a Bush que se comprometa a no firmar un perdón presidencial para Libby, cuya condena puede quedar en 3 años de cárcel.

El vicepresidente Dick Cheney, ayer en el Congreso de EE UU.
El vicepresidente Dick Cheney, ayer en el Congreso de EE UU.REUTERS

Un cabeza de turco con mala memoria

El veredicto contra Libby ofreció el martes un espectáculo periodístico poco habitual: los miembros del jurado comparecieron inmediatamente ante los medios de comunicación para explicar con detalle sus 10 días de deliberación a través de una montaña de documentos y testimonios. Que uno de ellos, Denis Collins, fuera un ex reportero de The Washington Post dio al relato un valor añadido.Según Collins, que reconoció ser demócrata, varios miembros del jurado estaban exasperados al tener que condenar a Libby, cuando eran otros "los que movían los hilos de las marionetas". "¿Qué hacemos juzgando a este hombre?¿Dónde están los otros?", se preguntaban. El jurado estaba convencido de que Cheney encargó a Libby "filtrar información interesada a la prensa". Algunos decían con impotencia: "Ojalá no estuviéramos juzgando a Libby".Todos confesaron sentir compasión por este individuo al entender que su cabeza había sido sacrificada para proteger la de otros. Libby insistió en que no recordaba haber sido el autor de la filtración. Sus lapsos de memoria han blindado al vicepresidente pero han precipitado el veredicto contra él: "Habló sobre Valerie Plame con nueve periodistas. Creemos que es verdad que tiene mala memoria, pero no puede ser tan mala", dijo Collins.

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