Beckett o la mujer sin piernas
El Instituto Francés abre un ciclo sobre el autor irlandés, con la representación en castellano de 'Los días felices'
"Nada es más divertido que la infelicidad, te lo aseguro. Sí, sí, es la cosa más cómica del mundo", decía Samuel Beckett. En su obra Los días felices, escrita en 1961, lleva este humor negro al extremo, a través de la historia de Winnie, una mujer madura que intenta por todos los medios ser feliz y evocar el amor de su marido más joven.
Beckett coloca a esta mujer sepultada de cintura para abajo en un montículo de tierra y pone en su boca esta inquietante frase: "Si repito hoy será un día feliz, seguramente lo va a ser. No importa lo mal que me sienta; no importa que realmente tenga la sensación de que el mundo se hunda y yo con él". Y en verdad que se hunde porque el montículo en el que está instalada Winnie son arenas movedizas.
Nauzyciel: "Esta obra es como un encuentro entre Virginia Woolf y 'Star Trek"
El Instituto Francés de Madrid inaugura hoy hasta el 29 de marzo el ciclo titulado Las lenguas de Beckett, como homenaje al autor de Esperando a Godot, en el centenario de su nacimiento. El programa incluye conferencias, cine, debates y representaciones teatrales de algunas de sus obras.
La primera en subir al escenario (hoy y mañana) será la versión en castellano de Los días felices, bajo la dirección de Arthur Nauzyciel, protagonizada por la veterana actriz argentina Marilú Marini y por Marc Toupence.
Marini lleva seis años representando esta pieza. La escogió en 2001 porque veía cierto paralelismo con el sufrimiento del pueblo argentino provocado por la crisis. "Cuando vi la fuerza de los argentinos para recuperarse de aquella situación, me dio impulso y ganas de poner en escena esta obra. Encontré un eco de esa fortaleza en Winnie, que trata de seguir adelante a pesar de que está a punto de morir", explica la actriz.
El director se inspiró en su propia madre cuando comenzaba a preparar la obra, como Beckett reflexionó sobre la suya, afectada por la enfermedad de Parkinson en los últimos años de su vida. En Los días felices no se sabe qué es realidad o sueño, quién está vivo o muerto sobre el escenario.
"Beckett había ambientado esta obra en los años sesenta y representarlo en la actualidad con esa estética es un reto. Da la impresión de ser el recuerdo de una mujer enfrentada a su futuro incierto", explica Nauzyciel. Y añade: "Esa idea de componer un recuerdo del futuro me guió. Es como un encuentro de Virginia Woolf y Star Trek".
Una de las mayores dificultades de la obra reside en la puesta en escena, ya que Beckett no deja mucho margen a la improvisación. Sus acotaciones acompañan cada frase para marcar los gestos, actitudes y escenografía, como el "montículo-pezón" de tierra que se pudre por dentro y muestra la decadencia de Winnie.
"Aunque el texto restringe mucho, no hay que pensar en Beckett como un castrador, sino como un músico. Sus acotaciones son notas musicales. Nadie se queja de que Chopin escribiera todas las notas de sus composiciones, silencios y corcheas incluidos", bromea Marini.
La ironía beckettiana de este montaje casi roza el experimento sociológico. Los actores y director se divierten comparando las diferentes reacciones del público en cada país donde representan la obra, que ha evolucionado después de viajar por el mundo. "Mientras en París estaban serios porque veneraban el texto y no podían adentrarse en el humor, en Argentina el público se mataba de risa. Es normal: allí están acostumbrados a vivir situaciones difíciles", explica la protagonista. Ahora sienten curiosidad por la reacción del público español. ¿Seriedad o carcajadas?
Babelia
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