Reparto del petróleo
El Gobierno iraquí ha llegado a un consenso interno sobre cómo repartir la mayor riqueza del país: el petróleo. En una concesión a la minoría derrotada suní, localizada en territorios menos ricos en crudo que los que controlan los kurdos en el norte y los chiíes en el sur, el proyecto de ley propone que los ingresos del petróleo se repartan en proporción a la población de cada una de las 18 provincias, aunque serán éstas las que decidan los contratos con empresas extranjeras o la creación de consorcios propios. Un Consejo Federal de Petróleo y Gas supervisará esta arquitectura. Es un paso importante, impulsado por EE UU, para asegurar la unidad de Irak, la reconciliación de las etnias que lo componen y lograr que se reduzca la violencia. Sin embargo, tiene demasiados cabos sueltos para garantizar el futuro de un país azotado por una guerra civil.
Irak es el tercer país con mayores reservas de petróleo. En 1979 producía 3,7 millones de barriles al día. Con las sanciones contra el régimen de Sadam Husein, la producción bajó a 2,6 millones y en la actualidad es aún menor. Un retorno de las inversiones y de la producción aliviaría el mercado mundial del crudo, además de las finanzas iraquíes, que dependen en un 90% de estos ingresos. Pero no hay que contar con ello a corto plazo. Aunque decenas de empresas extranjeras, sobre todo de EE UU, Rusia y China, han expresado su interés por trabajar en Irak, tardarán en entrar ante la inseguridad. Y habrá que estar atentos. Resultaría inmoral que se otorgaran adjudicaciones preferenciales como botín de guerra a empresas de los países que más han participado en la invasión.
El Parlamento, que se reunirá en primavera, tiene aún que dar su aprobación a este proyecto de ley negociado con enormes dificultades. Antes, las partes deben acordar la composición del Consejo y otros aspectos para saber quién tendrá la última palabra sobre los contratos y la redistribución de los ingresos. El reparto por población puede parecer una solución justa, pero en el país ni siquiera hay un censo fiable, aunque se calcula que los kurdos representan un 20%, los suníes otro tanto y los chiíes un 60%, junto a otras etnias menos numerosas. Tampoco está claro quién ha de gobernar las provincias donde se debían haber celebrado elecciones en 2006.
Quizás el problema pendiente más conflictivo sea el de la provincia de Kirkuk, con una mayoría de kurdos junto a una importante presencia de turcomanos y árabes suníes, donde hay un referéndum previsto para decidir si se integra en la Región Autónoma del Kurdistán, pero que se acaba de demorar por dos años. La enorme riqueza petrolera de Kirkuk se añadiría a la que ya tiene el Kurdistán iraquí, que vive en régimen de autonomía desde 1991. Turquía, temerosa de que los kurdos y el PKK (Partido de los Trabajadores Kurdos) cobren demasiado poder, ha avisado de que se opondrá incluso por las armas a esta anexión de Kirkuk al Kurdistán. Irak tiene un proyecto de ley sobre el petróleo, pero faltan las condiciones políticas para hacerlo viable.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.