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Reportaje:

Asuntos de una sola noche y relaciones estables

EL PAÍS entrega mañana 'Suvenires', de Django Reinhardt y Stéphane Grappelli, y el viernes, 'Corazón a corazón', de B. B. King y Diane Schuur, por 4,95 euros cada uno

Iker Seisdedos

La prestigiosa publicación British Journal of Medicine concluyó, tras estudiar los casos de 823 saxofonistas de jazz, que la práctica continuada de este instrumento de viento, esas improvisaciones prolongadas, los saltos al vacío sin red y la hiperventilación consiguiente convierten la profesión en una de las de menor esperanza de vida del negocio musical.

Guitarrista de jazz ha parecido siempre también, a falta de estudios científicos, otra vocación desaconsejable. Charlie Christian murió a los 25 años, como Robert Johnson (leyenda del blues y presunto vendedor de su alma al diablo). Por no hablar de Wes Montgomery, fallecido a los 43, igual que Grant Green y Django Reinhardt, de quien se entrega mañana con EL PAÍS el disco-libro Suvenires por 4,95 euros.

Claro que siempre se puede contar para echar por tierra las teorías con campeones de la longevidad como Herb Ellis, Kenny Burrell o B. B. King, que es más bien guitarrista de blues y sigue tocando en discos propios y ajenos y festivales de todo el mundo a los 81 años. El viernes se vende con el diario Corazón a corazón, álbum grabado en 1994 con la pianista ciega de jazz-pop Diane Schuur.

Si el de Schuur y King fue casi el encuentro de una sola noche, entre Reinhardt y Stéphane Grappelli, violinista (profesión para la que es complicado fijar patrones de vida y muerte; no es un instrumento del predicamento de otros en el jazz), hubo una estable relación de años.

Suvenires reúne material grabado por los míticos grupos que lideraron antes y después de la II Guerra Mundial, acontecimiento que marcó sin duda la vida de un gitano belga (Reinhardt) que se salvó del peor de sus destinos, acabar en un campo de concentración nazi; y un parisiense de padres italianos (Grappelli) que permaneció tras el estallido de la contienda en el Reino Unido, donde los acontecimientos le sorprendieron de gira.

En los años previos a la guerra, ambos marcaron época al frente del Quintette du Hot Club de France, grupo integrado por tres guitarras, bajo y violín, capaces de una música gozosa y maravillosa, quizá el mejor destilado sonoro del París de entreguerras.

La banda se formó gracias al empeño del secretario general del club, del que tomaron su nombre, y Charles Delaunay, cofundador de Jazz Hot, la revista del género más antigua del mundo y que aún llega a los quioscos. El legado de todos estos apasionados de la música que llegaba a orillas del Sena de Nueva Orleans, Kansas City o Harlem marca el principio de mucho de lo que sería el jazz europeo, la incorruptible pasión de los franceses por el estilo -en amarlo y adorar a Jerry Lewis siguen siendo imbatibles- y la relación de ida y vuelta entre los músicos estadounidenses y París, un lugar donde fueron siempre recibidos con fervor por aficionados, filósofos existencialistas y ministros.

Corazón a corazón es un tipo de encuentro bien distinto. A B. B. King y su guitarra Lucille, la década de los noventa les cogió ya mayores, con una carrera de más de 40 años a sus espaldas, y una nueva generación de oyentes que, como las anteriores, llenaron sus legendarios conciertos (su directo Live at the Regal, de 1964, es reiteradamente considerado uno de los mejores álbumes de blues de la historia).

También fueron años de duetos como éste, donde se ve las caras con Diane Schuur, cantante y pianista, ciega a causa de un error médico durante el parto, niña prodigio y joven promesa del jazz desde que fue descubierta a finales de los setenta por Stan Getz. En este disco, grabado para la escudería GRP, la pareja se cita en el punto medio que dista del blues generoso de uno y el jazz pasado por el tamiz del pop y Las Vegas de la otra. Y por esta vez, Lucille, quizá la guitarra más célebre, pasa a segundo plano. Los atributos de King que relucen aquí son los de su voz de timbre musculoso y alegre, muy adecuados a su visión del blues. "Que es dolor, claro", dijo en cierta ocasión, "pero también es gozo".

El guitarrista Django Reinhardt (a la izquierda) y el violinista Stéphane Grappelli (a la derecha).
El guitarrista Django Reinhardt (a la izquierda) y el violinista Stéphane Grappelli (a la derecha).
B. B. King y Diane Schuur.
B. B. King y Diane Schuur.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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