La guerra fría de Robert de Niro
El actor norteamericano presenta 'El buen pastor', su segundo filme como director
El Festival de Cine de Berlín ya está en ebullición y el hotel Hyatt, diseñado por Rafael Moneo y centro neurálgico de la Berlinale, echa humo. Cada día, en bicicleta, en coche o caminando, centenares de personas se acercan a las calles cercanas a la Potsdamer Platz. La ciudad cuida su cita anual con el cine y, no muy lejos del Berlinale Palast, en las exclusivas galerías Quartier 206, una exposición muestra una serie de fotografías de Romy Schneider poco antes de morir -o matarse- a los 44 años. En la cama con su hija, fumando o bebiendo, las fotografías captan la intimidad y la belleza excepcional de una mujer marcada por la tragedia.
El programa de la Berlinale de ayer estuvo marcado por un secreto duelo de titanes. En la sección oficial a concurso, Robert de Niro presentaba su segunda película como director, El buen pastor, y en la sección Panorama, el documental Lagerfeld confidencial lograba sentar ante un grupo de periodistas (algo nada frecuente) al diseñador y fotógrafo Karl Lagerfeld. En un rincón del día quedaba la hermosa película china que abrió a primera hora el concurso. El matrimonio de Tuya narra la lucha obstinada de una joven mujer para sacar adelante a su marido tullido, sus dos hijos y su rebaño de ovejas. El director Wang Quan'an sigue con humor y admiración los pasos decididos de una mujer que cabalga sola por el desierto en busca de un marido joven y fuerte que defienda la amenazada tierra que pisa. Las lágrimas de la fuerte Tuya llenaron de contenida emoción el patio de butacas del Berlinale Palast.
Lejos de la miniatura china, Robert de Niro llegó con su segunda película como director, El buen pastor, y colapsó la sala de prensa. Casi una década después de su debut con Una historia del Bronx (1993) el actor ha dirigido un notable rompecabezas sobre el nacimiento de la CIA y sus sucios secretos. Casi tres horas de película que en su mayor parte no dejan respiro y que, con un reparto encabezado por Matt Damon, narran con efectiva tensión dramática la ciénaga por la que transita ese submundo que dirige el mundo. Pero De Niro no entra en discusiones políticas, aunque su película tenga como telón de fondo la invasión de bahía Cochinos. Lo dejó claro ayer en la rueda de prensa que ofreció tras la proyección de su filme, que cada uno saque sus propias conclusiones, pero que nadie le pida una valoración personal. A él le interesó el guión de Eric Roth (como antes lo hizo a Francis Ford Coppola, metido en la producción del filme) y a su texto se atiene. "Yo soy ciudadano americano y no critico a la CIA. La película es lo que es. Me he ceñido a su magnífico guión". De Niro aseguró que se considera un hijo de la guerra fría, "un periodo histórico que me resulta fascinante".
El cine es tiempo y memoria, dos cosas de las que reniega Karl Lagerfeld. El director creativo de Chanel (gafas de sol negras, traje y jersey y mitones de cuero con tachuelas) dice no tener pasado. "No soy el protagonista de esta película, no soy su actor, soy el tema... No siento respeto por mi pasado, en muchos sentidos mi pasado no tiene nada que ver conmigo. Sólo me interesa el futuro". La película Lagerfeld confidencial envuelve de misterio al personaje. Pocas palabras sobre la relación con su padre ("no tengo mucho que decir de él, vino de otro planeta") y nada sobre sus ideas o su intimidad: "Soy una persona antimensajes. Si no digo algo es porque no quiero. Tiene que ver con la privacidad y con cierto gusto por la discreción".
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