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Algo se mueve en el capitalismo catalán

Antón Costas

En alguna ocasión oí al presidente Jordi Pujol decir que cuando quería conocer el tono vital de la economía del país no se limitaba a leer las estadísticas económicas, sino que llamaba a algunos notarios amigos. Posiblemente ve en estos profesionales una especie de confesores del bienestar material de la ciudadanía, de sus miedos y esperanzas ante el futuro.

Yo también recurro a este tipo de fuentes para intentar captar aquellos humores económicos (los animal spirits de los que hablaba Lord John Maynard Keynes) que difícilmente se pueden captar en las estadísticas económicas. Para esta actividad antropológica utilizo tres tipos de fuentes: notarios, taxistas y banqueros.

Entre los primeros, abuso de la confianza de mi buen amigo Juanjo Burniol, exponente de esa gran tradición española de notarios ilustrados. Una hora de conversación con él me permite comprender lo que no conseguiría leyendo una docena de textos sobre la economía catalana.

Una nueva cultura empresarial está intentando combinar lo bueno del modelo tradicional con las oportunidades que ofrece el actual 'boom' de la financiación a bajo coste
El rasgo que mejor define la conducta empresarial catalana es el santo temor al endeudamiento. Quizá por eso el oficio de banquero no ha tenido mucho recorrido en Cataluña.

Los taxistas son también una fuente extraordinaria de información sobre el estado de ánimo y la cuenta de explotación de la pequeña y mediana empresa. Es más, a los analistas de coyuntura les exigiría que hiciesen prácticas de taxista al menos un mes al año.

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También procuro cultivar la relación con los banqueros, no para oler el aroma a dinero que desprenden, sino porque sus despachos son, como en el caso de los notarios, un lugar privilegiado para otear el tono vital de los emprendedores. Por eso, todos los años por estas fechas acostumbro a tener una cena larga con uno de ellos.

Recuerdo que hace dos años le pregunté cómo iba la economía empresarial del país. Lacónico, pero expresivo, me contestó que lo que existe funciona bien y sin problemas, pero que se carecía de nuevos proyectos. Era otra forma de decir que el capitalismo tradicional catalán no estaba sabiendo aprovechar la espectacular fase de prosperidad que está viviendo la economía española. Sólo La Caixa, como expresión del nuevo capitalismo corporativo catalán, está entrando en nuevos proyectos empresariales aprovechando su propia capacidad de financiación.

Tengo la impresión, sin embargo, de que algo ha comenzado a moverse en este lago de aguas estancadas de la empresa catalana. Pero antes de identificar las señales del cambio, conviene preguntarse por qué motivo la burguesía catalana ha sido tan remisa a aprovechar esta ola de prosperidad económica y empresarial.

El rasgo que mejor define la conducta empresarial del capitalismo familiar catalán tradicional es el santo temor al endeudamiento. Quizá por eso el oficio de banquero no ha tenido mucho recorrido en Cataluña. Los empresarios catalanes tradicionales utilizan los bancos para poco más que descontar letras comerciales de los clientes. Las inversiones para el crecimiento se financian con fondos propios, o no se hacen. Así se mantiene el control total de la empresa en manos de la familia.

Santo temor al endeudamiento y control familiar del negocio constituyen aún hoy los dos rasgos que mejor definen la cultura empresarial del capitalismo familiar catalán. De ahí las escasas empresas catalanas que cotizan en Bolsa. Y de ahí también el melancólico empeño de tener una Bolsa de valores en Cataluña.

Como sucede en otros muchos aspectos de la vida de las personas y de las organizaciones, la cultura (entendida como el conjunto de valores, actitudes y conductas que practica una persona o un colectivo) que en una época sirvió para lograr el éxito acostumbra después a convertirse en una rémora para enfrentarse a los nuevos cambios.

En este caso, el cambio económico viene caracterizado por la globalización, la nueva economía y el big bang que ha experimentado la financiación con bajos tipos de interés como consecuencia de la afluencia de capital que existe en la economía mundial.

La cultura del santo temor al endeudamiento y el miedo a perder el control ha hecho que muchas familias empresariales prefieran ser cabeza de ratón que exponerse a convertirse en cola de león.

Pero comienzan a verse señales de cambio. La familia Lara (Grupo Planeta) es probablemente un buen ejemplo de esta nueva cultura empresarial catalana que está emergiendo. A través de Hemisferio, una sociedad de inversión patrimonial, ha entrado en negocios de la nueva economía, como los medios de comunicación (Antena 3, La Razón y Avui), el transporte aéreo (Vueling) y la banca. También otras familias representativas del capitalismo tradicional catalán, como los Carulla (Grupo Agrolimen-Gallina Blanca) está comenzando a expandir sus actividades hacia nuevos negocios relacionados la nueva economía, como el transporte aéreo (Clickair) y la publicidad (Odeco).

La estrategia parece similar. Por un lado, blindar el negocio madre y mantenerlo fuera del riesgo del endeudamiento excesivo. Por otro, crear nuevas sociedades de inversión para entrar en nuevos proyectos, aprovechando para ello las facilidades que la abundancia de capital permite para obtener financiación en grandes cantidades a bajo coste.

El cambio no se limita a Barcelona. Hay vida más allá de la sierra de Collserola. Un ejemplo es la trayectoria de cambio y expansión seguida por el Banco Sabadell -de la mano de su presidente Joan Oliú y su consejero delegado, Juan María Nin-, que han conseguido transformar un banco local y casi familiar en un entidad financiera moderna, capaz de buscar recursos a la Bolsa y dar entrada a nuevos inversores para poder comprar, sin problemas, bancos en España y fortalecer una proyección internacional creciente.

Estos casos son ejemplos de una nueva cultura empresarial que, después de un periodo de inacción, está intentando combinar lo bueno del modelo tradicional catalán con las oportunidades que ofrece el actual boom de la financiación a bajo coste, al permitir entrar en nuevos negocios apalancándose en el endeudamiento externo.

Mi impresión es que algo comienza a moverse en el capitalismo catalán y que una nueva cultura empresarial de menor aversión al endeudamiento y al riesgo está emergiendo en el país. Estos días cenaré de nuevo con mi amigo banquero y le preguntaré si él tiene la misma impresión.

Antón Costas es catedrático de Política Económica de la UB.

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