Calderón, en serio
En su primer viaje al extranjero como presidente de México, Felipe Calderón se ha mostrado como un político serio y con calado. Ha elegido Europa (Davos, Londres, Berlín y Madrid) antes que Estados Unidos, lo que empieza a ser una tradición, pues en esto sigue la estela de sus tres predecesores. No significa sino marcar el papel para México de eslabón entre EE UU y Europa, y entre el Atlántico y el Pacífico. Éste es quizá el punto que más separa a Calderón de otras visiones de integración de América Latina, como la que propone el líder brasileño Lula. Pero hace tiempo que México adoptó como prioridad comprensible, si bien no exclusiva, su integración con EE UU y Canadá en el Área de Libre Comercio de Norteamérica (TLC).
Calderón cita el estudio de una conocida consultoría, según la cual en unos lustros México será la quinta economía mundial. Parece algo exagerado, pero en todo caso su país tiene enormes posibilidades. Para avanzar, sin embargo, necesita resolver toda una serie de problemas
que, a diferencia de Fox, Calderón pretende abordar agarrando el toro por los cuernos. Para empezar, la política social. Sabe que las dudas que pueda haber sobre su victoria electoral frente a Andrés Manuel López Obrador -cuya protesta se va desinflando- se pueden despejar pasando a éste por la izquierda en una política absolutamente necesaria de combate contra la pobreza y la desigualdad, auténticos lastres para el crecimiento y la estabilidad. Habla también de cambiar de modelo fiscal y de avanzar hacia una mayor seguridad, tanto ciudadana como jurídica. Esto requiere pasos decididos en la reforma del sistema judicial para que sea fiable e independiente, y atender debidamente a la lucha decidida contra el narcotráfico y sus secuelas. Pocos son los líderes que han reconocido, como ha hecho Calderón, que éste es uno de los problemas centrales para evitar que México se convierta de forma irremediable en un narco-Estado.
Por ese México, "socio valioso, seguro y fiable", en palabras del Rey, apuesta decididamente España, que se ha convertido en su segundo inversor. La novedad va también en sentido inverso con la presencia de multinacionales mexicanas en nuestro país, como plataforma hacia Europa. Ése es el camino de la interdependencia, sin caer una u otra parte en errores del pasado. Calderón, como presidente, debe mostrarse menos ideológico a la hora de restablecer buenas relaciones con el Cono Sur y Venezuela y apostar más por la integración latinoamericana. Ahora le queda lo más difícil: gobernar.
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