"El hombre que no morirá"
Art Buchwald, el maestro del humor en la prensa estadounidense, fallece a los 81 años
Art Buchwald, una de las firmas más reconocidas en el periodismo estadounidense, ganador del Premio Pulitzer, murió ayer a los 81 años. La crítica política y la sátira social de sus columnas le merecieron el reconocimiento de toda la profesión. Y su voluntad le permitió sobrevivir a una larga enfermedad durante más tiempo del que esperaban los médicos. Para el lector español, Buchwald fue una referencia ejemplar durante muchos años: sus columnas aparecieron regularmente en Triunfo y la agilidad de su estilo y la riqueza de su humor fueron una invitación a ocuparse del ruido del mundo con ingenio e inteligencia.
Buchwald nació en Mount Vernon (Nueva York) el 25 de octubre de 1925. Su infancia no fue fácil: su madre fue ingresada en un centro psiquiátrico, mientras que su padre sufría problemas de depresión y financieros. A los 17 años se alistó en el cuerpo de marines y durante tres años estuvo desplazado al Pacífico en la II Guerra Mundial. Allí tuvo su primer contacto con el mundo del periodismo, donde editó el diario del cuerpo. Tras la guerra se inscribió en la Universidad de California, donde se hizo con el cargo de editor de la revista satírica del campus y escribió sus primeras columnas.
Art Buchwald fue durante cuatro décadas uno de los pilares del mundo del periodismo estadounidense y en la escena política en Washington. El columnista tenía cáncer y dejó de recibir tratamiento médico hace un año, porque pensaba que moriría pronto. No fue así, y durante el último año tuvo incluso la fuerza para escribir en su casa un libro dedicado a su propia experiencia. Como decía ayer su hijo, Joel, "fue su última vuelta triunfal". "Se fue como siempre quiso, fijando sus condiciones".
El periodista no temía a la muerte, según dijo en su propia biografía en 1995, y como su padre también fue víctima de la depresión en dos ocasiones. Buchwald espetó en una entrevista durante la pasada primavera que estaba aprovechando la enfermedad para despedirse de la vida de una manera "que muy pocas personas lograron conseguir". "Soy conocido en este hospital como El hombre que no morirá". Con ese título publicó una columna en marzo de 2006, una de las últimas que hizo, cuando estaba a punto de mudarse a su casa.
Buchwald decía, de hecho, que lo fácil en esta vida era morir. Su principal preocupación tras dejar el hospital era saber si la gente le seguiría visitando, porque, como decía, estaba pasando la "mejor época de mi vida". No le faltó durante este tiempo la compañía de familiares, amigos y compañeros. El humor, dijo en sus memorias, tituladas Leaving Home, fue su salvación. Ya en 2000 sufrió un infarto y los doctores tuvieron que amputarle hace un año una pierna debido a problemas circulatorios, algo que fue muy traumático para él y que según los doctores podría estar detrás de su rechazo a la diálisis. Su cuerpo descansa en paz, pero lo que la profesión no olvidará es la sátira que utilizó para, sin tapujos, arremeter contra la clase política estadounidense. Eso sí, pensaba que atacar al establishment con saña y durante mucho tiempo tenía el riesgo de "terminar formando parte de él".
El humor, explicaba, era la mejor venganza. El trabajo periodístico de Buchwald, que le mereció el Pulitzer en 1982, estuvo presente en más de medio millar de diarios en todo el mundo. Sus columnas salían dos veces por semana en The Washington Post y se distribuían por todo el planeta a través del Tribune Media Services. A esto hay que sumar una treintena de libros. Cuatro años después de ser galardonado con el premio más prestigioso del periodismo fue elegido miembro de la Academia de las Artes y las Letras de EE UU.
París está en el origen de su carrera. Vivió allí 14 años. En la capital francesa ejerció como corresponsal para Variety en 1948. El Herald Tribune neoyorquino le reservó al poco tiempo un espacio titulado Paris After Dark. La influencia de París le acompañó siempre, y qué mejor ejemplo que el título de su libro Siempre me quedará París.
En 1962 regresó a Estados Unidos. En ese momento comenzó a cargar con su sátira política contra el inquilino en la Casa Blanca, John F. Kennedy. Y también tuvo su choque con la poderosa industria de Hollywood. Buchwald llevó a los tribunales al gigante Paramount Pictures por haberle robado la idea de hacer una película sobre un príncipe africano que llegaba a EE UU buscando novia, y que previamente le había rechazado el estudio.
Babelia
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