Cuando las carabinas disparan en el hemiciclo
El gurú político del Partido Demócrata norteamericano, Stanley Greenberg, suele decir una cosa: "El relato, la narración, es la clave de todo". En otros términos, el partido que cuenta la mejor historia gana. De aquí que un político puede escoger algunos hechos reales, mezclarlos en un río de ficción y tirar millas.
El relato de José Luis Rodríguez Zapatero, en su primera intervención escrita, prácticamente culminaba así: "Mi Gobierno ha hecho, hace y hará cuanto esté en su mano para buscar los caminos de una paz definitiva, con respeto absoluto a las reglas del Estado de derecho, con fidelidad a la Constitución y a la ley".
Aunque con mucha diferencia respecto a sus réplicas posteriores -deslavazadas, cuando no vagas y repetitivas-, el discurso inicial de Zapatero parecía reunir los elementos de un relato coherente. No había mentiras, aunque sí cautela y algunas omisiones. Parecía recobrar fuerzas. Aunque renunciara a mencionar la fuerza de la manifestación del sábado 13, como figuraba en el borrador de discurso, se notó al presidente en proceso de acumular fuerzas tras el estado de shock del atentado del 30-D.
Enviados del Gobierno se reunieron con ETA cuando la violencia despuntaba y crecía
El presidente estima que no hay ninguna expectativa que permita replantear los contactos
Pero se quedó corto en el tono, quizá porque estaba más preocupado por el PP que por mantener un mano a mano con los españoles. Y su propuesta de consenso antiterrorista, que podía ser formulada de manera más sencilla, sin superlativos, pareció poco convincente.
Si el presidente se quedó corto, el líder de la oposición, Mariano Rajoy, optó por llevar hasta sus últimas consecuencias su discurso del 17 de mayo de 2005, cuando con ocasión de la propuesta de final dialogado de la violencia en el Congreso, espetó al presidente: "Usted ha traicionado a los muertos". Esta vez fue todavía más lejos, bastante más allá: "Usted ha cometido la ligereza de no prever que su aventura podía salir mal y costar vidas". Rajoy aplicó a rajatabla la idea de Greenberg: coges algunos hechos reales y los intercalas en un río narrativo ficticio.
Porque en roman paladino, el líder del PP
sostiene que el presidente es un peligro público ya que fue su falta de diligencia ("su aventura") la que ha provocado dos víctimas mortales.
Antes de continuar, conviene formular una adivinanza: ¿de quién sacó el presidente la frase de que "el Gobierno ha hecho, hace y hará cuanto esté en su mano para buscar los caminos de una paz definitiva"? ¿Acaso se inspiró en Tony Blair? Frío, frío. ¿Mariano Rajoy? Caliente, caliente. Pero, no. La respuesta correcta es... José María Aznar. Lo dijo el 28 de noviembre de 1999, horas después de conocer, a través del diario Gara, que ETA rompía la tregua de 1998. El presidente prácticamente le copió ayer.
Antes de escuchar esta narración, Rajoy ya llevaba su discurso escrito. Pero frases como la citada constituyen una prueba de cargo sobre la que Rajoy apoya su vaticinio de ayer: "Lo que ocurre es que después del atentado no tiene más remedio que guardar las formas y suspender todo contacto con ETA hasta que se recupere la calma. ¿Qué hará? Quedarse quieto y ganar tiempo. Mientras dure este tiempo muerto no debe escandalizarnos que el señor Zapatero contacte con Josu Ternera o que los socialistas vascos se reúnan con el entorno de ETA, porque es indispensable... Es indispensable dialogar para saber cuándo podrá reanudarse el diálogo".
Zapatero no ha incluido en su narración nada sobre lo que puede haber ocurrido para que ETA volara el llamado proceso de paz. Y asumir que se equivocó el 29 de diciembre no liquida este capítulo.
Hay algunos aspectos del relato del presidente que merecen escrutinio. "He respetado en todos y cada uno de sus apartados la resolución de esta Cámara de mayo de 2005 y, en consecuencia, siempre ha estado meridianamente claro que los límites de actuación del Gobierno estaban prefijados en la Constitución y en la legalidad", explicó Zapatero.
Esto es un trazo de brocha gorda. Una aproximación más fina indica otra cosa: que el Gobierno sólo podía mantener los contactos con ETA en ausencia de todo tipo de violencia. Y enviados-intermediarios del Gobierno se reunieron con interlocutores de ETA cuando esa violencia no sólo despuntaba sino ganaba en extensión, entre el pasado verano y el final del otoño.
Es curioso que Rajoy ni siquiera reparase en este hecho. En cambio, en su apuesta por desembarazarse de Zapatero, cayó ayer en contradicciones flagrantes.
Nada más comenzar su versión del llamado proceso de paz, Rajoy recordó: "Esta historia comienza cuando, hace algunos años, se inician los contactos entre algunos socialistas y el entorno de ETA. De esta tertulia informal surgió en el año 2004 un proyecto de diálogo con el Gobierno. ETA vio en el señor Rodríguez Zapatero una oportunidad nueva, y el señor Rodríguez Zapatero consideró que en sus particulares planes de reforma constitucional, nueva transición, reconstrucción de España o como se quiera llamar, tenían cabida las reivindicaciones terroristas fundamentales, con lo cual se liquidaba el conflicto. El caso es que ambas partes vislumbraron amplias posibilidades de entendimiento". Bien.
Y, ahora, al extraer sus conclusiones, Rajoy señala: "Su quinto error ha consistido en olvidar que usted no tiene en las manos lo que ETA reclama. Y, como no lo tiene, no se lo puede dar; y como no se lo puede dar, está usted, perdóneme la imagen, tocando el violón mientras cabalga sobre un tigre", explicó Rajoy. Y he aquí la razón: "No está en su mano, afortunadamente, triturar la Constitución al gusto de ETA, ni adulterar el Estado de derecho, ni dar órdenes a los jueces, ni regalar amnistías, ni torcer la voluntad de los navarros, ni conseguir que los españoles miren para otro lado... Lo sabe, lo sabe. Sabe que no tiene ninguna posibilidad de maniobra ante los terroristas". Como no estaba en su mano, pues, el presidente no ha podido entregar todo lo que describe Rajoy. Se ha tratado, pues, de una confusión. "Si ha habido un malentendido entre ETA y usted; si, además de vender humo a los españoles, se lo ha vendido también a ETA, el único responsable es usted", concluyó Rajoy.
Pero mira por dónde, el líder de la oposición, el comunicado de ETA sobre el atentado de Barajas y Rodríguez Zapatero coinciden en un punto no irrelevante: el llamado proceso de paz ha fracasado porque el Gobierno optó por encarrilarlo dentro de los límites de la Constitución y la legalidad.
Rodríguez Zapatero, según fuentes dignas de crédito, estima que el proceso de paz se ha acabado y que, contra lo que ha vaticinado Rajoy, no existe ninguna expectativa para reunir aquellas condiciones que permitan replantear los contactos. "Quedan diez meses reales de legislatura. Eso es todo. Quien crea que puede haber dos procesos de paz en tres años es un iluso. El presidente quiere evitar que, como pasó en 1999, ETA vuelva a la táctica de los asesinatos. La ruptura de aquella tregua costó, entre diciembre de 1999 y mayo de 2003 46 muertos. Con las dos de Barajas son 48 las víctimas mortales desde 1999", dijo un colaborador de Rodríguez Zapatero a este periódico.
LOS ARGUMENTOS DE ZAPATERO
-"Aunque no es frecuente entre los responsables públicos, quiero reconocer el claro error que cometí ante todos los ciudadanos españoles".
-"El Gobierno anuncia su propósito de trabajar por la consecución de un gran consenso contra el terrorismo que aúne fuerzas, no sólo de los dos grandes partidos, sino, a poder ser, de todos los partidos democráticos de nuestro país. Más aún, no sólo de los partidos, sino de las organizaciones sociales y cívicas. Aún más, que incorpore también a los representantes de los ciudadanos inmigrantes".
-"El proceso iniciado el 22 de marzo no ha fructificado. ETA ha puesto con este atentato punto final. Nunca habrá diálogo con violencia ni con intentos de perpetuar la violencia".
-"La vigencia de la Ley de Partidos se va a mantener"
-"Nunca el fin de la violencia tendrá precio político"
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