Pinochet se hizo humo
Literalmente se hizo humo, fue incinerado, y no sus restos, sino sus cenizas fueron llevadas a buen resguardo a su último refugio, la parcela Los Boldos en Bucalemu. El cuidadoso y prudente funeral deja en evidencia varios aspectos que la historia se encargará de colocar en su lugar. Los miles de adherentes se caracterizaron en la mayoría de los casos por ser representantes de un pinochetismo duro, casi histérico, de ese que le inculcaron en la vena durante 16 años el odio por quienes piensan u opinan diferentes y que hoy día siguen afirmado sin tapujos que bien muertos están los muertos y desaparecidos y que lo del Banco Riggs es un invento de la prensa internacional y nacional. Ese solo hecho por sí mismo desmiente el tan cacareado Gobierno de unidad nacional que supuestamente encabezó Pinochet. Por otra parte, Pinochet volvió al lugar de donde nunca debió haber salido, a su cuartel, representado por la Escuela Militar. El Ejército actuó en esta ocasión con extrema prudencia y buen criterio. Las lágrimas derramadas por muchos asistentes son legítimas y merecen el respeto de todos. Cada vez que muere un dictador sucede lo mismo, hay sectores duros que lo apoyan a prueba de cualquier evidencia en contrario; sucedió en el pasado, sucedió ahora y volverá a suceder en el futuro.
Yo personalmente, no celebré nada, sólo guarde un minuto de silencio en recuerdo y memoria de las víctimas del dictador que a la hora de su muerte se hizo humo y no dejo espacio para que actuara la justicia.
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