Luz de gas

Desde que el inquietante Charles Boyer atormentara a Ingrid Bergman en la magnífica Luz que agoniza (George Cukor, 1944), el pesadillesco sistema de producción de la demencia mediante actos aparentemente banales que, sumados, acaban con la confianza en sí mismo del conejillo de indias hasta volverlo literalmente perturbado, ha tenido en la intriga criminal cinematográfica un seguro punto de apoyo. Así, no son pocos los thrillers con gran éxito entre el público basados en el mareo más cotidiano de la persona de al lado, en el atolondramiento provocado por un grifo abierto a destiempo, por un vestido desaparecido, por una puerta que no deja de abrirse sin que nadie parezca mover el picaporte. Irresistible, cuarta película de la australiana Ann Turner (ninguna de las anteriores fue estrenada en España), incide en el tema a través de la odisea de una mujer aparentemente triunfadora (tanto en lo profesional como en lo familiar) que ve cómo su mundo, y sobre todo su cabeza, se derrumba por una serie de desmoralizadores acontecimientos ordinarios.

Portentosa Sarandon

Turner se apoya para ello en el excelente trabajo de la estadounidense Susan Sarandon, actriz portentosa que si ya ha demostrado de sobra su calidad en productos de mayor trascendencia, aquí su trabajo resulta de una pasmosa facilidad, de una inigualable naturalidad, pasando del ánimo a la destrucción, de la rabia al hundimiento en apenas unos segundos y sin un gesto de más.

Por otro lado, la guionista y directora demuestra cierto pulso para atraer la atención mediante una planificación sobria pero eficaz. Eso sí, cuando se sale de la cotidianidad de las acciones, Turner muestra notables carencias visuales, por ejemplo, en las nefastas escenas oníricas.

En cuanto al guión, sin descubrir nada nuevo que no se haya visto antes (en Escalofrío en la noche, en La mano que mece la cuna, en De repente un extraño, en Mujer blanca soltera busca...), Irresistible contiene una graduación de la tensión muy sostenida que únicamente choca a la hora de dar la información al espectador sobre los secretos de algunos de los personajes que acabarán moldeando el rompecabezas. Unos datos que se deberían haber soltado más de soslayo y no tan explícitamente (y en una sola conversación).

Han pasado 24 horas desde que este cronista vio la película y el poder de la mente la ha olvidado quizá para siempre, pero en las casi dos horas de duración nunca dejó de interesarle como para echar un vistazo al reloj y desear que acabara.

Irresistible