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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tragedia social

Javier Ocaña

Aviso desde la primera línea: como bien puede apreciarse en la ficha técnica, el género de la cinta es el drama. No hay error. La película alemana Réquiem, rebautizada en España con el más que discutible subtítulo de El exorcismo de Micaela, seguramente en busca de un arco de público mayor, no es un filme de terror. Es la brutal tragedia de una chica desequilibrada por una educación ultrarreligiosa que la ha llevado no sólo a una extrema timidez, sino también a un desconocimiento absoluto de sí misma.

De hecho, su director, Hans-Christian Schmid, huye de los códigos del miedo, sobre todo en las pocas escenas en las que éste puede hacer acto de presencia para alarmar al espectador.

RÉQUIEM

Dirección: Hans-Christian Schmid. Intérpretes: Sandra Hüller, Burghart Klaussner, Imogen Kogge, Anna Blomeier. Género: drama. Alemania, 2006. Duración: 92 minutos.

Ganadora del premio a la mejor actriz en el Festival de Berlín y del galardón a la mejor película del reciente Festival de Sitges, Réquiem está filmada de una forma harto semejante a las películas del movimiento Dogma 95: cámara en mano, temblor esporádico de la imagen, continuo movimiento y constantes zooms de acercamiento y alejamiento que pretenden otorgarle una cercanía y un nervio que se consigue de pleno.

Como en la reciente El exorcismo de Emily Rose (ésta sí que buscaba el terror), la película muestra el choque entre religión y ciencia, entre fe y conquista. Al tiempo que establece una sangrante crítica contra esa parte del clero que ve demonios literales en cada esquina, en lugar de acudir a explicaciones mucho más metafóricas y efectivas hoy día sobre la presencia del bien y del mal en la sociedad contemporánea (como sí hace el anciano sacerdote). Schmid se apoya en estupendas canciones de aire rock de los años setenta (aquí está ambientada la historia) y utiliza radicales cortes del continuo secuencial para eludir el desenlace de ciertas secuencias dramáticas. De hecho, hay un solo ataque (¿de nerviosismo, de epilepsia, del diablo?) que se muestre en pantalla. Lo demás son elipsis.

Sólo en el último cuarto de hora comienza a hablarse de exorcismo, y éste nunca llega a aparecer en la película: un notable drama social con el que el espectador puede experimentar el sufrimiento de una joven por controlar sus emociones, su cuerpo, su mente.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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