Ahmadineyad cierra la boca a sus críticos
El Gobierno iraní amenaza con clausurar 10 diarios ante la campaña de las municipales
La fiscalía de Teherán ha amenazado con el cierre a 10 periódicos de tirada nacional durante la campaña a las elecciones municipales que se inició ayer. Les acusa de haber hecho publicidad previa de algunos candidatos. Para los reformistas se trata de un mero pretexto que viene a sumarse a las restricciones con las que el presidente Mahmud Ahmadineyad trata de acallar la crítica desde su llegada al poder.
"Es una amenaza para que se limiten a publicar lo que el Gobierno quiere durante la campaña", denuncia Issa Saharkhiz, un editor que estos días ejerce de responsable de prensa de la lista reformista por Teherán. "La censura ha aumentado muchísimo", subraya. Y eso justo en un momento en el que el número de lectores decae a falta de una información más abierta. Muchos se han pasado a Internet, pero también ahí se ha incrementado el control en el último año (10 millones de páginas bloqueadas), aunque Reporteros Sin Fronteras reconoce que el encarcelamiento de bloggers ha decrecido.
Periodistas y escritores reformistas denuncian los recortes a la libertad de expresión
Tras unos primeros meses de gracia, este verano empezó a notarse el cerrojazo. "Lo están haciendo de una manera muy sutil", señala una profesora residente en el barrio de Saadad Abad. "Cuando hace unas semanas vinieron los basiyis [voluntarios islámicos] retirando antenas parabólicas, no irrumpieron por la fuerza, sino que dejaban notas a los ausentes pidiéndoles que se presentaran".
Para Saharkhiz, el cierre del diario Shargh el pasado septiembre marcó la pauta. El popular periódico reformista, con una tirada de 100.000 ejemplares, se negó a cambiar a su director después de que el Gobierno se sintiera insultado por una de sus viñetas. El mismo día también recibieron la orden de cierre la revista política Nameh, publicada por un grupo religioso nacionalista de oposición, y los mensuales Hafez y Khatereh. Otro diario, Ruzegar, que tomó la antorcha de Shargh, fue clausurado el 28 de octubre, apenas 12 días después de su salida a los quioscos.
"No estamos actuando contra la prensa, pero la prensa también debe de actuar dentro del marco de la ley", defendía esta semana el ministro de Cultura y Orientación Islámica, Husein Safar-Harandi.
El cierre de periódicos no es ninguna novedad en Irán. Incluso durante la presidencia del reformista Mohamed Jatamí, el poder judicial silenció a un centenar largo de diarios y revistas. Pero los iraníes que trabajan en favor de una sociedad más abierta coinciden en señalar que la presión se ha incrementado desde la llegada al Gobierno de Ahmadineyad el año pasado.
Escritores y editores se quejan de que tienen que esperar meses antes de que sus novelas o ensayos reciban la autorización. La publicación y distribución de libros siempre ha requerido el visto bueno del Ministerio de Cultura y Orientación Islámica, pero las restricciones se relajaron durante el mandato de Jatamí. Ahora con el ultraconservador Safar-Harandi como titular, los filtros se han endurecido. Los libros en espera de autorización rondan los 4.000, según fuentes del sector editorial.
El periodista Emadedin Baghi escribió recientemente una carta abierta al ministro quejándose de que seis de sus libros han sido prohibidos en el último año. En su caso se trata de temas delicados como la situación en las cárceles o la pena de muerte, pero al parecer los censores también están bloqueando la publicación de la última obra del gran novelista iraní Sadegh Hedayat.
Safar-Harandi rechaza que la industria editorial afronte una crisis y argumenta que en el último año se han publicado 10.000 títulos más que en el anterior. Eso no significa nada, en opinión de Mohsen Kadivar, un clérigo disidente. "Apenas se vende una media de 3.000 ejemplares por libro, lo que hace que el total siga siendo muy pequeño", dice. Kadivar, como muchos otros autores alejados de la línea gubernamental, sufre una prohibición de facto para publicar.
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