Caos aéreo en Brasil
El presidente Lula crea un gabinete de crisis tras la paralización de los vuelos el martes
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ordenó ayer la creación urgente de un gabinete de crisis para solucionar el caos aéreo que sufre el país. Al frente de ese organismo de emergencia, Lula ha situado a su brazo derecho en el Gobierno, la ministra de la Casa Civil, Dilma Rousseff.
Desde el pasado martes, cuando se paralizó el tráfico aéreo en casi todo el país, a consecuencia de un apagón en los sistemas de comunicación entre el centro nacional de control aéreo y los pilotos, los aeropuertos de Brasil siguen colapsados, con cancelaciones masivas, retrasos de horas en los vuelos y saturación de las instalaciones.
Todo este caos, además de cuantiosas pérdidas económicas, ha generado un clima de inseguridad y miedo a volar en este gigantesco país, cuyos Estados y ciudades dependen en sus comunicaciones más de los aviones que de los trenes y automóviles.
Una avería dejó sin comunicación a los controladores y a los pilotos en todo el país
Tres días después del apagón aéreo, el Gobierno no tiene una explicación sobre las causas de la avería, que algunos sectores políticos calificaron de sabotaje; una sospecha que rechazan tanto las autoridades aeroportuarias como los sindicatos.
El complejo sistema tecnológico y electrónico con el que operan los controladores desde Brasilia (sede central del Centro Integral de Defensa Aérea y Control de Tráfico Aéreo), y con el que se comunican con los pilotos, nunca había tenido problemas en sus seis años de funcionamiento. Pero el pasado martes, no sólo se cayó ese sistema, sino que tampoco reaccionó el sistema operativo auxiliar, de emergencia, con lo que el apagón fue total y generalizado.
Ayer el ministro de Defensa, Walter Pires, responsable del sistema aéreo civil y militar del país, dijo que Brasil no dispone de técnicos suficientemente cualificados para enfrentarse a una avería de esta magnitud y que, por suerte, estaba en Brasil un técnico francés que ayudó a subsanar la avería.
La oposición ha pedido la dimisión del ministro Pires, ante la irritación de la población que está sufriendo situaciones nunca vistas en este país: desde pasar noches enteras en los aeropuertos a permanecer encerrados hasta siete horas dentro de un avión antes de despegar; o de niños que perdieron la posibilidad de un trasplante de hígado; o de novias que perdieron la boda quedándose tiradas en los aeropuertos con su vestido ya arrugado, y mil historias más que hacen explotar en llanto a los pasajeros rehenes en los aeropuertos.
Lo que más preocupa a la población -que ya expresa abiertamente que tiene miedo a volar- es el hecho de que ya no se trata de una simple huelga de celo de los controladores, como viene ocurriendo desde hace dos meses. Lo que de verdad preocupa son las acusaciones de los controladores de que existen agujeros negros en el cielo de la aviación civil y de que ellos llevan ya mucho tiempo trabajando al límite de sus fuerzas físicas y psicológicas, por la falta de personal. Unos controladores que tienen condición de militares, que están mal pagados (muchos tienen una segunda ocupación laboral) y que atienden a 22-23 aviones al mismo tiempo en sus pantallas, mientras el máximo recomendado es de 15 aviones. Unos profesionales que necesitan dos años de formación y cuyos efectivos no han aumentado en los últimos años, mientras el tráfico aéreo de Brasil ha crecido mas del 30%.
La actual crisis aérea comenzó hace dos meses, cuando se estrelló en la Amazonia un Boeing 737 de la compañía GOL, que chocó en el aire con un pequeño avión Lagacy, con el balance de 154 muertos. A partir de entonces, los controladores, algunos bajo anonimato, comenzaron a denunciar la grave situación y los peligros que se ciernen sobre los vuelos en el cielo de Brasil.
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