El asesinato en Líbano de un ministro cristiano acrecienta el temor a un enfrentamiento civil
Pierre Gemayel fue tiroteado por tres hombres cuando viajaba en su coche en un barrio de Beirut
Líbano padeció ayer el quinto asesinato político desde el magnicidio del ex jefe de Gobierno Rafik Hariri, en febrero de 2005. El ministro de Industria, Pierre Gemayel, conocido por su rechazo a la intervención de Siria en la política libanesa, fue tiroteado en su coche en un barrio cristiano de Beirut. Sometido a las injerencias de Siria e Irán, por un lado, y de Estados Unidos y Francia, por otro, Líbano se desliza hacia un enfrentamiento sectario civil. Pero el crimen, relacionado por muchos con la inminente puesta en marcha del tribunal internacional que juzgará el asesinato de Hariri, puede repercutir también en los incipientes intentos de Washington para negociar con Damasco y Teherán un apoyo que le permita salir airoso del avispero iraquí.
A media tarde, el convoy en el que se desplazaba Gemayel, de 34 años e hijo del ex presidente Amín Gemayel, fue atacado por tres hombres armados, y el ministro de Industria y dos de sus guardaespaldas fallecían poco después en un hospital de la capital libanesa. Nada más conocerse la muerte del dirigente, los partidos que se oponen a la influencia siria en el país apuntaron acusadores hacia Damasco. Un observador de la vida política libanesa comentaba por teléfono desde Beirut: "Las disputas en el Consejo de Seguridad siempre tienen este tipo de reflejo en Líbano". Aludía el analista a la inminente puesta en marcha de un tribunal internacional que, en principio, juzgará el asesinato de Hariri, del que los investigadores de Naciones Unidas responsabilizan a altos cargos del régimen de Bachar el Asad.
"Es hora de que todos los libaneses nos manifestemos a favor del tribunal internacional. Este ataque contra un símbolo de la libertad nos refuerza en la exigencia de establecer el tribunal", declaró el primer ministro, Fuad Siniora, nada más conocerse el asesinato. Un juicio que rechazan tajantemente los partidos prosirios, especialmente Hezbolá.
La crisis política en Líbano se aproxima al drama. El asesinato de Gemayel se suma al de Hariri, al del periodista Samir Kasir, al del político Georges Hawi, y al de Gibrán Tueni, un diputado y director del diario An Nahar, todos ellos reputados antisirios muertos en los dos últimos años. El Gobierno ha perdido recientemente a seis de sus ministros por dimisión -los de Hezbolá, Amal y uno de otro de partido prosirio- y ayer a Gemayel. Y si renunciaran dos más de los 25 ministros, el Ejecutivo quedaría legalmente incapacitado. Es precisamente lo que desea Hezbolá, que ha reclamado la dimisión del Gabinete y la convocatoria de elecciones anticipadas, confiado en que la reciente guerra contra Israel, que estima victoriosa, le proporcionará una presencia mayor en el Parlamento.
Pero el riesgo acecha también en las calles libanesas. El movimiento islamista chií amenaza con celebrar manifestaciones masivas para exigir la dimisión del Ejecutivo de Siniora, que el líder de Hezbolá considera una marioneta de los intereses occidentales en la región. Mientras, Fuad Siniora tilda a Hezbolá de testaferro de los manejos de Teherán y Damasco en Oriente Próximo.
El entendimiento se antoja imposible, y el pesimismo sobre el destino de Líbano se acrecienta a marchas forzadas porque el peligro de choques violentos no es nada desdeñable en un país que vive con el recuerdo de la sangrienta guerra civil (1975-1990) que lo arrasó todo. El propio Amín Gemayel, padre de Pierre, instó a los libaneses a no salir a las calles y a no dejarse llevar por el ánimo de venganza.
Seguidores de las Falanges Libanesas -el partido al que pertenecía Gemayel, aunque se presentó como independiente en las elecciones de junio de 2005- quemaron algunos neumáticos en la región de Meten, de donde era originario el legislador y ministro.
El panorama difícilmente puede ser más confuso. EE UU advirtió hace escasas semanas que Siria e Irán están intentando desestabilizar el Gobierno de Siniora. Hezbolá ha pedido abiertamente comicios anticipados y ha declarado que el Gobierno ha perdido legitimidad por la ausencia de los ministros chiíes, una exigencia de la legislación libanesa, que establece la necesidad de representación de todas las sectas religiosas en el Ejecutivo y en el Parlamento.
Cómo afectará el crimen a los balbuceantes intentos de Washington por recabar el respaldo de Damasco en el atolladero iraquí es una incógnita. Pero en ningún caso supondrá un impulso.
Los ánimos están enervados
El ministro de Industria, Pierre Gemayel, murió, y la misma suerte pudo correr el diputado Michel Pharaon, un político asimismo cristiano y antisirio, miembro de otra de las prominentes familias libanesas. Un grupo de individuos armados disparó contra su vehículo cuando circulaba por el barrio cristiano de Ashrafié, en el este de Beirut.
Llama la atención que el método empleado en ambos atentados no tiene nada que ver con el utilizado para matar a las víctimas de los ataques anteriores, que amenazan con llevar a Líbano a un nuevo desastre.
Pierre Gemayel fue acribillado a balazos y el diputado Pharaon a punto estuvo de serlo. "Tal vez deseen enviar el mensaje de que nadie está a salvo. De que los autores están preparados para todo tipo de atentados", comenta un analista próximo a los partidos políticos agrupados en la alianza antisiria.
Los ánimos están más que enervados. Los dirigentes de la coalición antisiria advirtieron ayer al presidente de Líbano, Emile Lahoud -en el cargo gracias al respaldo que le otorgó el Gobierno de Damasco antes de retirar sus tropas en abril de 2005-, de que no se le ocurra enviar hoy a ningún representante a visitar la tumba de Rafik Hariri durante la celebración del Día de la Independencia de Líbano.
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