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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bush en Hanoi

La memorable fotografía del presidente George Bush a su llegada a Hanoi, ante un inmenso busto del líder guerrillero comunista Ho Chi Minh, que este periódico ayer traía a su portada, ofrece metáforas para todos los gustos. Ahí está presidiendo la llegada del presidente norteamericano un combatiente marxista-leninista invicto y aún omnipresente -aunque sólo sea como símbolo- en el pequeño país indochino que humilló a Estados Unidos en 1975. Pero el motivo de la visita de Bush a la capital vietnamita, la cumbre de la Asociación de Cooperación Asia-Pacífico (APEC), también revela cuán olvidado está el ideario del líder revolucionario en su propio país, lanzado por la senda del capitalismo y el libre mercado.

Pero Bush llega a Hanoi en horas bajas. Acaba de sufrir en casa una contundente derrota política -personal y de su partido- y su política en Irak ya es calificada de catastrófica hasta por su principal aliado, el primer ministro Tony Blair. Además, los efectos de la contienda iraquí, el antiamericanismo y la crisis de prestigio y autoridad que han suscitado en el mundo, amenazan por primera vez desde la II Guerra Mundial la hegemonía norteamericana en la región de mayor desarrollo y dinamismo. Sobre todo en Asia, el escenario del foro de cooperación, que contempla la irresistible ascensión en las últimas dos décadas de China y el desafío masivo que supone en la lucha por mercados, materias primas, influencia, poder y presencia militar. Muchos verían ahora una sonrisa en el rostro de aquel viejo revolucionario y nacionalista vietnamita que fue Ho Chi Minh.

Antes de acudir a Vietnam, donde el capitalismo se desarrolla según el modelo chino bajo la dictadura del Partido Comunista, Bush pronunció un discurso en Singapur, una próspera isla del capitalismo, pero casi tan lejana de los principios de la democracia y respeto a los derechos humanos como Pekín o Hanoi. El Pacífico será, nadie lo duda, el Mare Nostrum global del siglo XXI como el Atlántico lo fue del mundo desarrollado en el siglo anterior. Y EE UU seguirá siendo una gran potencia en Asia. Pero no la única. Allí se ha roto, quién sabe si definitivamente, el binomio democracia-capitalismo. No tiene Washington más enemigos hoy en la región que hace 15 años, pero sí menos aliados incondicionales y unos desafíos que, tras seis años de Bush, está en peor situación de afrontar.

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