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Elecciones legislativas en EE UU

Bush destituye a Rumsfeld tras la derrota

"Está claro que los demócratas tuvieron una buena noche, y les felicito por ello", dice el presidente

El clamor para el relevo de Rumsfeld (demócratas, republicanos moderados y realistas, expertos, generales en la reserva) no ha sido atendido hasta la derrota, pero significa que el presidente sabe que las reglas del juego han cambiado. En su rostro, nada más comparecer en público, se reflejaba la trascendencia del momento. Fiel a su estilo, quiso romper la tensión de su comparecencia tras una derrota tan personal y tan fuerte como la que acaba de sufrir y trató de bromear al saludar a los periodistas: "¿Por qué esas caras largas?".

Pero el silencio fue glacial. Bush leyó entonces, serio y con dos o tres tropiezos, su comunicado en el que asumió la derrota -"está claro que los demócratas tuvieron una buena noche, y les felicito por ello"-, ofreció voluntad bipartidista, anunció el cese de Rumsfeld y comunicó el nombramiento de Robert Gates, ex director de la CIA, como nuevo jefe del Pentágono.

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"Entiendo perfectamente que Irak haya estado en las preocupaciones de los votantes, que muchos votaron para expresar su descontento con la ausencia de progresos, y por eso he cambiado al secretario de Defensa", dijo Bush, que explicó que había mantenido varias discusiones con Rumsfeld sobre su salida pero que no lo había querido comunicar antes para "no interrumpir la campaña electoral".

El presidente reiteró la necesidad de la victoria en Irak y envió mensajes de aliento a los iraquíes -"no temáis por estos cambios, no os vamos a abandonar"- y a las tropas (hasta ahora han muerto más de 2.800 soldados): "No tengáis dudas: América siempre os apoyará". Y lanzó también esta advertencia "a los enemigos" para que no celebren la salida de Rumsfeld: "Que nadie se regocije, que nadie confunda el funcionamiento de una democracia con la ausencia de determinación. La libertad y la democracia son las fuentes de nuestra fortaleza".

En la sesión de preguntas, Bush recuperó un poco el color, y sus bromas ya tuvieron respuesta ("¡Qué palo! La verdad es que creí que nos iba a ir mejor; eso indica lo que sé"), pero poner al pésimo tiempo buena cara ocultó a duras penas el olor a cadáver político, a pesar de los propósitos que enunció sobre sus iniciativas para los dos años que le quedan en la Casa Blanca.

¿Cómo va a trabajar, se le preguntó, con Nancy Pelosi, próxima presidenta de la Cámara, que le ha llamado incompetente y peligroso? "Llevo mucho tiempo en política, y entiendo perfectamente cuándo acaba la campaña y cuándo empieza la tarea de Gobierno. En este oficio uno no consigue hacer nada si es rencoroso". Y de nuevo el intento de desdramatizar: en la campaña, Bush dijo que Pelosi se apresuraba demasiado al tomar medidas para las nuevas cortinas de su despacho, y ayer dijo que le iba a recomendar a un diseñador de interiores republicano para que le ayudara.

Los demócratas tenían la mayoría con una treintena de escaños más que los republicanos en la Cámara, justo al revés que antes del martes. El vital desenlace del Senado depende del resultado de Virginia, donde el demócrata Jim Webb tenía anoche casi 7.000 votos más que el republicano George Allen. En este Estado, donde votaron más de 2,3 millones de personas, las normas permiten a Allen solicitar un recuento, algo que el republicano esbozó ayer.

[A las tres de la madrugada de hoy, hora española, la cadena de televisión NBC y varias agencias y medios estadounidenses ya daban por ganador a Jim Webb, con lo que, de confirmarse, Virginia caerá finalmente del lado demócrata y los republicanos perderán el Senado].

John McCain, el republicano sobre el que están ahora todas las miradas, resumió con claridad lo ocurrido: "Ha sonado la alarma". El presidente del partido, Ken Mehlman, uno de los protagonistas del fracaso -detrás de Bush y de su asesor, Karl Rove, que en esta ocasión no hizo el milagro-, trazó así la estrategia tras la derrota: "Tenemos que recuperar nuestros principios conservadores, tenemos que trabajar en lo que podamos sobre bases bipartidistas con los demócratas y tenemos que tener muy claro que el primer problema para los votantes ha sido la corrupción".

El rechazo a la corrupción, el terrorismo, Irak y la economía fueron el combustible para el cambio. Con un nivel de participación ligeramente superior al habitual en unas legislativas (39,7% en 2002, en torno al 41% ahora), las bases fueron fieles a los partidos, pero los independientes decidieron: el 57% votó demócrata. "Los independientes forman un grupo muy importante, y esa proporción es la que ha determinado la victoria", explica la experta electoral Karlyn Bowman. "Durante todo este año, los norteamericanos dijeron que la guerra era el problema más importante del país, y yo creo que los independientes dieron sus votos a los demócratas porque estaban insatisfechos con la guerra y con Bush".

"La mayoría", coincide el abogado David Vidal-Cordero, "tenemos miedo de que Irak se convierta en otro Vietnam. La gente se hartó además de la corrupción en la que había implicados tantos republicanos. Y, como buenos norteamericanos, estamos convencidos de que es mejor que haya una división de poderes y que se gobierne por consenso, en lugar de que todo el poder esté en manos de un partido".

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