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Tribuna:LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO HISTÓRICO
Tribuna
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¿Qué se juega Andalucía en Medina Azahara?

Puede parecer un problema local. Un ayuntamiento, el de Córdoba, supuestamente de izquierdas, se propone dar servicios públicos de agua a una serie de urbanizaciones ilegales que han surgido en el entorno del yacimiento arqueológico de Medina Azahara. Para quienes aún desconozcan el fondo del problema hay que recordar que esas edificaciones se han construido sin licencia, en terrenos rústicos incluidos en una zona declarada Bien de Interés Cultural (BIC), el grado de protección más alto que contempla nuestra legislación sobre Patrimonio Histórico. Ahora los responsables municipales cordobeses pretenden consolidar esa situación, porque en este país parece que algunos han llegado a la conclusión de que la legislación es una goma elástica que se adapta a intereses concretos. El mensaje que con este tipo de actuaciones las administraciones públicas están lanzando a la ciudadanía no puede ser más preocupante: se puede construir en cualquier lugar por muy protegido que esté -en Doñana, en la costa o, por qué no, en la mismísima Alhambra- porque con el paso del tiempo o con las presiones adecuadas se puede conseguir que alguna administración permita que los desmanes urbanísticos adquieran carta de naturaleza. En un país desgarrado por una incansable depredación constructora, con ramificaciones a veces muy inquietantes, no puede haber mensaje más desalentador para quienes creen en la fortaleza de la legalidad democrática. La actitud que han tomado los responsables municipales cordobeses en todo este asunto es también una pésima noticia para quienes de un modo u otro investigamos en temas relacionados con el Patrimonio Histórico. Resulta simplemente descorazonador seguir constatando una y otra vez que, lejos de ser percibido como un bien social con un enorme potencial para generar valor añadido, el Patrimonio es considerado como un engorro que frena el desarrollo y entorpece la actividad económica. A quienes intentamos poner coto a tantos desmanes se nos acusa de intentar convertir a las ciudades históricas en museos y de apostar por defender nuestros pequeños cotos cerrados académicos. Nada más lejos de la verdad. La apuesta que planteamos no es la simple preservación de unas ruinas, sino la puesta en marcha de la sociedad del conocimiento; no es un saber rancio e inútil, sino la investigación puntera que el estudio del Patrimonio es capaz de potenciar; no buscamos, en fin, un mero pasatiempo erudito, sino la proyección social del trabajo arqueológico e histórico que sólo lugares con la potencia arqueológica e histórica de Medina Azahara son capaces de incentivar. Claro está que para ello es necesario que se nos entienda, que se tenga claro que hablar, por ejemplo, de paisajes culturales no es una simple propuesta para obtener bellas vistas, sino una de las líneas punteras en la investigación internacional en nuestros días, con notables implicaciones ecológicas y medioambientales. El Plan Especial de Protección de Medina Azahara y la declaración de BIC para el entorno del yacimiento arqueológico no fueron en su momento un mero capricho de arqueólogos desocupados, tal y como pretenden los políticos que están solicitando ahora la reducción de sus límites, sino una importantísima apuesta de futuro que ya en 1998 preveía la enorme importancia que pronto iba a tener lo que hoy denominamos "arqueología del paisaje" y que buscaba impedir que Medina Azahara se convirtiera en un campo de ruinas en medio de un entorno salvajemente urbanizado. El tiempo ha venido a confirmar lo acertado de aquella apuesta. Desde el estudio de los pólenes fósiles hasta la fotointerpretación, pasando por la teledetección o la creación de sistemas de información geográfica, el estudio del territorio y del paisaje encierra inmensas posibilidades de investigación que están ahí, a la espera de que nuevas generaciones cada vez mejor formadas, cada vez con más medios, y cada vez más dispuestas a dar lo mejor de su talento puedan desentrañar un ámbito tan complejo como es la ciudad palatina de los califas y su entorno. Esto es, ni más ni menos, lo que Andalucía se está jugando en lugares tan excepcionales como Medina Azahara: apostar por la sociedad del conocimiento que genera riqueza, desarrollo e innovación o seguir anclados en el viejo modelo del cemento. Urge saber por cual de estos dos modelos se inclinan nuestros políticos.

Eduardo Manzano Moreno. Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

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