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Europa somete a debate las etiquetas 'espía'

La Comisión Europea vigilará que no se vulnere la privacidad del consumidor

Las etiquetas-chip están listas para llegar al consumidor. Son minúsculas y jubilarán a los códigos de barras en las tiendas. Su tecnología se basa en un sistema de información por radiofrecuencia RFID (siglas de Radio Frequency Identification, en inglés): una pequeña antena colocada en un paquete de arroz o en un pantalón envía información a uno o a varios lectores que pueden seguir a distancia el rastro de estos artículos en el almacén o en la tienda. El aparato podrá leer los productos en el carro de la compra y cargarlos en la cuenta del cliente sin que éste tenga que hacer colas para leer, como ahora, los códigos de barras.

Pero esta tecnología presenta interrogantes para el consumidor. Si el chip no se desactivara a la salida de la tienda, alguien provisto de un lector y con vocación de espía podría seguir en la calle el rastro del artículo y a su comprador, denuncian los consumidores y ratifican algunas empresas del sector.

"El cliente debe saber que podrá ser controlado en la tienda y más allá de ella", dice la OCU
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"El consumidor debe poder decidir si las acepta"

Para evitar la desconfianza, la Comisión Europea analizará "las acciones que deben tomarse para lograr un rodaje de esta tecnología que sea seguro y respetuoso con la privacidad", explican a El PAÍS fuentes de la Dirección General de Sociedad de la Información de la comisión. La comisaria Viviane Reding, recalcan estas fuentes, prepara una cumbre el 16 de octubre en Bruselas con empresas, expertos y consumidores para encarar el desafío y se compromete a un primer pronunciamiento antes de fin de año.

Desde la Administración española, el Instituto Nacional del Consumo (INC) trabaja estrechamente con la comisión. "Hay que dar información al consumidor y garantizar la protección de los datos", recalca Carlos Arnaiz, subdirector general del INC, dependiente del Ministerio de Sanidad y Consumo.

"Falta información sobre esta tecnología. El cliente debe saber qué es esta etiqueta que le va a poder controlar por toda la tienda y que si no se desactiva a la salida sus movimientos se podrían llegar a controlar en la calle", recalca David M. Ortega, de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Las organizaciones de consumidores piden que se regule el uso de las etiquetas-chip y afirman que pueden ser nefastas para la privacidad porque podrían permitir a las tiendas conocer los hábitos de compra de sus clientes.

En realidad, hoy las cadenas pueden saber qué compra cada cliente cuando el pago se hace con tarjeta, señalan varias fuentes consultadas del sector de la distribución. "Otra cosa es que no se procese esta información, pero con la tecnología RFID será más fácil saber los hábitos de compra", afirma un directivo de una de las mayores empresas de distribución en España.

La Organización de Consumidores Europeos (BEUC, en sus siglas en francés), de la que forma parte la española OCU, ha expresado su miedo a que "los consumidores sean forzados a consentir que se procesen sus datos" cuando hagan una compra. En un documento enviado a la Comisión Europea, BEUC dice que "el desafío de la tecnología RFID es garantizar la vida privada". De lo contrario, "los consumidores serán reticentes a aceptar ciertas aplicaciones de esta tecnología", advierte esta organización que representa a 40 organizaciones en 27 países.

En España, algunos colosos de la distribución ya utilizan o han hecho pruebas de los sistemas de radiofrecuencia, pero de puertas adentro, en sus almacenes y centros logísticos.

En Estados Unidos la cadena Wal-Mart ha ordenado a sus principales proveedores que le etiqueten todo con tecnología RFID para uso interno en sus almacenes.

El salto al consumidor aún tardará. Dependerá de cómo se regule y de que baje el precio de las etiquetas. "El paso tiene que darlo el fabricante. Que alguien diga que lo hará", afirma José María Larramendi, director de la secretaría general del grupo Eroski. "La etiqueta puede tener riesgo para los clientes, si no se desactiva. Sólo utilizamos el RFID en algunos de nuestros centroslogísticos", añade Larramendi.

Carrefour dice que, aunque ha hecho "algún proyecto experimental" con RFID fuera de sus tiendas, "no lo hemos implantado en ningún país ni en ninguna de nuestras instalaciones".

La cadena Caprabo recalca que ha realizado "pruebas en el almacén, pero, para que el sistema sea efectivo, debe ser el proveedor quien lo imponga y el precio de cada etiqueta debe bajar más. Han bajado mucho pero cada etiqueta aún cuesta entre 0,15 y 0,20 euros, y eso es mucho", dice Ruben Masip, director de Organización y Sistemas de Caprabo.

"Estamos muy atentos a cualquier avance tecnológico como este", dice un portavoz del gigante de la moda Zara, quien recalca que, de momento, la etiqueta no tiene aplicación práctica por "el alto coste que todavía tiene".

Algunos expertos quitan hierro a los problemas de privacidad que plantean los consumidores. "El chip tiene la posibilidad de ser desactivado igual que ahora ocurre con los antirrobos en las tiendas, pero el precio debe bajar más. Ahora ronda los 0,17 euros por etiqueta para los grandes pedidos", recalca José María Bonmatí, director general de AECOC, asociación empresarial con 22.000 empresas adscritas, que impulsa RFID en España. Esta asociación tiene un centro en Barcelona dedicado a desarrollar esta tecnología.

Para Lluis Soler-Gomis, director de IDtrack, la tecnología por radiofrecuencia puede tener problemas de privacidad pero también ventajas. "Permite saber la existencia sin tener que recontar los productos en la estanterí

a". Este directivo dice que las ventajas de esta tecnología llegarán a los consumidores. "Podremos llevar los productos a casa y allí el frigorífico podría tener un lector que nos dijera que se está agotando la leche o los yogures para reponerlas.

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