"Los zombies son un material perfecto para el cine político"
"El cine, en las manos adecuadas, puede ser un arma", afirma uno de los personajes de Cigarette burns, el episodio de la serie Masters of Horror, dirigido por John Carpenter, que pudo verse en la sección competitiva del festival acompañando a Homecoming, la entrega de la misma serie que ha firmado Joe Dante (Nueva Jersey, 1946). Vitriólica sátira política en la que los soldados muertos en Irak emergen de sus tumbas para reclamar su derecho al voto, el Homecoming de Dante es la mejor ilustración posible de lo apuntado por Carpenter: el cine (o, en este caso, la televisión) como arma de disidencia para denunciar una mentira institucional.
"No le puedo dar mi opinión sobre la Administración de Bush porque no sería publicable", afirma Joe Dante, autor de clásicos del género tan relevantes como Aullidos o Gremlins, que aquí retoma el gusto por la sátira que ya había explotado en The second civil war, donde proponía un nuevo enfrentamiento Norte / Sur en el paisaje de los Estados Unidos. "Desde los años 30, las películas de zombies han servido como metáfora política", afirma el cineasta, "en la que se considera primera película de zombies de la historia, La legión de los hombres sin alma (1932), de Victor Halperin, los villanos ya eran gente de clase alta que utilizaba a los muertos vivientes como mano de obra barata. Los zombies siempre han sido los pobres, los desposeídos, lo que asusta a la gente. De hecho, los zombies son un material perfecto para hacer cine político. A partir de George A. Romero, autor de La noche de los muertos vivientes y sus secuelas, la política moderna se introdujo en el género, proponiendo una disección del consumismo y otras cargas de profundidad". Podría estar de acuerdo con Dante el director británico Andrew Parkinson, que presentará en el festival Venus Drowning y que, con su anterior trabajo, Dead Creatures, lograba acercarse al desfavorecido universo de los zombies caníbales con la mirada comprometida y documental de un Ken Loach. En Fido, de Andrew Currie, película que se proyectará dentro de unos días, se propone la domesticación del zombi como forma de integración social.
No hay línea en 'Homecoming', su último filme, que no vaya a la yugular de los republicanos, abocados a la derrota por los seres de ultratumbra
Si Berlanga fuese norteamericano y dirigiese cine fantástico podría haber hecho algo parecido a Homecoming: no hay línea de diálogo que no pinche una yugular en este mosaico de cínicos republicanos abocados a una derrota electoral propiciada desde ultratumba. "En mis películas siempre ha habido un subtexto ideológico, pero la situación política de Estados Unidos ha degenerado tanto que me ha obligado a convertir ese subtexto en el tema principal", afirma Dante, "nuestro Gobierno ha recuperado unos parámetros parecidos a los de la era Nixon. Las películas americanas son reticentes a tratar este tipo de temas, pero eso está cambiando".
Dante prepara una nueva entrega de Masters of Horror que, bajo el título de The screwfly solution, abordará, sin gota de humor, el tema de la violencia de género. "Sería difícil que en Estados Unidos se instituyera explícitamente la censura, porque nuestro Gobierno prefiere hacer las cosas de puertas adentro. Me parece más probable que se desarrollen estrategias educativas para inculcar mentiras desde la infancia. De todas maneras, el hecho de que muchos exhibidores hayan rechazado proyectar el falso documental Death of a President de Gabriel Range, sobre el hipotético asesinato de Bush, invita a la reflexión", apunta Dante.
Cigarette burns, de John Carpenter, ha encontrado su territorio ideal en Sitges para sumar una capa de complejidad a su juego de cine dentro del cine: su argumento gira en torno a una película maldita, La fin absolue du monde, presuntamente proyectada en Sitges en 1971, que enloqueció (literalmente) a la audiencia. Esta excursión televisiva de Carpenter podría equivaler a su particular Arrebato, del mismo modo que En la boca del miedo ya había sido su Providence.
La ciencia del sueño del francés Michel Gondry ha supuesto otra gratificante perla a competición en una de las jornadas más intensas del certamen. Protagonizado por Gael García Bernal y Charlotte Gainsbourg, este tercer largometraje del visionario Gondry, heredero de Méliès, opera como la réplica luminosa de su precedente Olvídate de mí y se inscribe en el raro género que fundó, sin continuidad, una película querida por los surrealistas como Sueño de amor eterno, de Henry Hatthaway. García Bernal da vida a un Antoine Doinel posmoderno, perdido en enso-ñaciones a las que Gondry da forma con la frescura analógica de un niño ebrio de celofán, cartulina y rollos de papel higié-nico.
Más sórdida e irrespirable resultó 13 (Tzameti), del georgiano Gela Babluani, una pesadilla en clave negra que detalla un azaroso descenso a los infiernos del juego. Su clímax final ofrece un verosímil repertorio de tipos humanos al límite, pero no todo el conjunto está a la misma altura.
HOY
- Requiem, de Hans-Christian Schmid. Crónica imparcial de un caso de exorcismo.
- Rohtenburg, de Martin Weisz. El caso real del caníbal de Rohtenburg.
- Coisa ruim, de Tiago Guedes y Frederico Serra. Cinta portuguesa acerca de la inmersión en el horror de una familia desplazada a un entorno rural.
- Den Brysomme Mannen, de Jens Lie. Comedia negra sobre el vacío cotidiano.
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