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Caballero Bonald, el infractor

El poeta jerezano consigue el Premio Nacional de Poesía a punto de cumplir 80 años

Juan Cruz

A punto de cumplir los 80 años, abrumado y a veces rabioso por la densidad de los homenajes que recibe, o está a punto de recibir, el poeta José Manuel Caballero Bonald escuchó ayer en su casa de Madrid que había ganado el Premio Nacional de Poesía (por Manual de infractores, Seix Barral), dotado con 15.000 euros. Se fue de casa, y ya no contestó el teléfono. EL PAÍS le localizó ya de viaje. La conversación arrancó hablando del premio y de sus inminentes 80 años: "Llega un momento en que estas cosas tocan. Estás en el escalafón, y tocan. ¿Los años? En lugar de celebraciones habrá que hacer sonar alarmas. ¡80 años!".

Un infractor consumado, convencido por la historia de su propia literatura de que no está facultado para escribir mal, el autor de Tiempo de guerras perdidas y La costumbre de vivir (sus libros de memorias) escribió ese libro con el que ahora obtiene este galardón, presa de un ataque de ira contra la situación que se había creado en el mundo en el que vive, acuciado por la injusticia de las guerras (y de la invasión de Irak, sobre todo), y en función de esa ira incumplió su anunciadísimo propósito de no volver a tomar la pluma en la mano después de haber escrito La costumbre de vivir.

Ayer comentó: "Sí, escribí el libro con ira. Sobre todo por la irritación que me produjo la guerra de Irak, esas ignominias consuetudinarias que produjo la política de ese señor que al parecer ahora dirige la FAES. Aznar me parece que se llama".

Y siguió, indignado. "Ahora me sube la ira de nuevo por las cosas estas que escucho y leo, y que vienen, parece, desde las mismas esquinas de la historia... Me parece todo muy alarmante".

Cumplirá 80 años el 11 de noviembre. Este regalo lo recibió ayer como un infractor, escondido de micrófonos y de francachelas, de manos de otros poetas, entre los cuales está su compañero de generación, Ángel González. Al comentarle a González, que ha sido su amigo durante decenios, que parecía que Caballero no quería hablar con nadie, acaso atosigado por las brumas del tiempo y de la edad, "no me extraña", contestó el poeta asturiano. "Ya hace un año que yo pasé por el trance de los 80, y pesa, a mí me pesa".

Además de Ángel González, estaban en el jurado, reunido en el Ministerio de Cultura, Darío Xohán Cabana, de la Real Academia Gallega; Sebastián García Trujillo, de la Real Academia de la Lengua Vasca; Francesc Parcerisas, del Instituto de Estudios Catalanes; Miguel García-Posada, de la Asociación Española de Críticos Literarios; Ana María Navales, de la Asociación Colegial de Escritores; Ana Rosseti, Paula Izquierdo, Javier Lostalé, José Enrique Martínez y José Corredor Matheos, autor galardonado en la edición anterior.

El libro, contó en Babelia, "se iba a llamar La desobediencia, un título que recoge bien su tono libertario. Yo aspiro a que este Manual sea incluido en la lista de libros prohibidos por parte de las personas de orden, de los biempensantes, porque lo escribí contra la norma, contra los gregarios y contra los desobedientes".

Estos versos retratan el momento: "Quien ahora pasea entre escombros y atisbos / inusitados de belleza, / musita de repente una plegaria justiciera: / dejan que las ruinas perpetúen su rango de ruinas. / Que las piedras repelan a otras piedras innobles. / Dejad, dejad piadosamente que los muertos entierren a sus muertos".

La rabia le viene de lejos. Está en Tiempo de guerras perdidas, donde retrata el gris del franquismo, y en La costumbre de vivir, donde hace desembocar el desencanto sepia que le producen los años finales de aquella tragedia sucia; pero fue la guerra de Irak la que le hizo temblar de indignación. Y tomó la pluma, "como un libertario". Pero esa disposición de ánimo está hasta en sus libros más clásicos. En Laberinto de fortuna, que es de 1984, parece adivinar clarines actuales, y así en el poema Bloque genético, que en él se incluye, apunta: "Sólo en último extremo acceden determinados individuos a esa gloria no efímera que encumbra por igual a petimetres, atletas, locutores, caciques".

Ira y rabia aparte, es un hombre alegre, de parranda pero también de silencio; en su familia hay una larga tradición de acostados, de gente llamada a pasar de lo que pasa; algo tiene de la estirpe, y en ese propio libro que ahora premian despide así algunas de sus iras: "... Pero de todo eso / qué me importa / evocar, preservar, después de tan volubles / comparecencias del olvido. / Nada sino una sombra / cruzándose en la noche con mi sombra".

Los años le han hecho más radical, más libre; ayer no quería hablar de nada; no quiere que le pesen los años, ni los premios.

José Manuel Caballero Bonald, retratado en La Caleta (Cádiz) el julio pasado.
José Manuel Caballero Bonald, retratado en La Caleta (Cádiz) el julio pasado.PABLO JULIÁ

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

Poesía

Las adivinaciones (1952). Descrédito del héroe (1977).

Laberinto de fortuna (1984).

Diario de Argónida (1997). Manual de infractores (2005).

Narrativa

Campo de Agramante (1992).

Memorias: Tiempo de guerras perdidas (1995)

y La costumbre de vivir (2001).

Entre otros galardones, posee el Nacional de las Letras y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

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