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Cesáreas por encargo

Alerta entre los ginecólogos ante el aumento de mujeres que piden dar a luz con cirugía abdominal

Deben los ginecólogos practicar una cesárea cuando una mujer embarazada se lo pide sin que existan razones médicas que lo exijan? ¿Están obligados estos profesionales a programar un nacimiento para la fecha que desea la gestante? Son cuestiones que en España los especialistas en ginecología y obstetricia empiezan a plantearse al constatar que cada vez son más las futuras parturientas que piden un parto a su medida. Es el denominado parto por encargo, un fenómeno que en los últimos años ha desatado un intenso debate en Estados Unidos y que en España, aunque todavía es incipiente, empieza ya a preocupar a los obstetras, que, paradójicamente, llevan algunos años intentando lidiar con una tendencia paralela, radicalmente opuesta: la creciente demanda de un parto natural, con la mínima intervención médica posible y mucho más humanizado.

Una encuesta revela que el 70% de los obstetras no haría una cesárea sin motivos médicos
Existe la creencia de que el parto vaginal es más doloroso y causa disfunciones sexuales

Para los ginecólogos, el emergente fenómeno de las cesáreas a petición supone un nuevo reto ante el que ya se están preparando. Tanto es así que éste será uno de los temas que se tratarán en el próximo congreso de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, en mayo de 2007. Un grupo de especialistas de esta entidad ya está trabajando en la elaboración de un documento en el que intentarán consensuar cuál debe ser la postura de los ginecólogos ante una gestante que pide una cesárea o un parto inducido sin existir motivos médicos que lo justifiquen.

Como preludio a la redacción de este documento, la Sociedad Española de Ginecología está recabando, a través de una encuesta, las opiniones de sus asociados sobre esta cuestión. Del más del millar de ginecólogos que hasta el momento han contestado la encuesta, el 70% afirman que no accederían a la petición de la embarazada si no reúne las condiciones para las que está indicada la cesárea. Por contra, el 30% se muestran dispuestos a realizar este tipo de intervención siempre que la mujer lo pida aun sin existir razones médicas que lo indiquen.

El presidente de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, Manuel Bajo, admite que se trata de un tema peliagudo en el que el consenso, aunque difícil, se hace absolutamente necesario y no debe limitarse al ámbito de la ginecología. Manuel Bajo, que es catedrático de Ginecología en la Universidad Autónoma de Madrid, habla de "pacto social". En la decisión de los médicos ante una demanda de cesárea no justificada médicamente, hay varios elementos que pesan, y buscar el equilibrio no es fácil, precisa Bajo: por un lado, la ley de autonomía del paciente ampara a la mujer, pero el ginecólogo tiene la obligación de calibrar los riesgos que entraña una intervención quirúrgica mayor como la cesárea y, a la vez, no puede obviar "un entorno legal en el que se dictan continuas sentencias que condenan al ginecólogo por partos que acaban mal".

¿Qué motivos empujan a una mujer a pedir una cesárea a pesar de que no existan complicaciones en su embarazo ni en el momento del parto?

Josep Maria Lailla, jefe del servicio de Ginecología y Obstetricia del hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, apunta que la mayoría de las razones que alegan las mujeres carecen de fundamento. Existe la creencia, señala Lailla, de que el parto vaginal es más largo y doloroso y que si se hace necesaria la episiotomía (incisión para ampliar la abertura vaginal) se pueden arrastrar secuelas como la incontinencia urinaria o disfunciones sexuales. Las mujeres que piden un parto programado (inducido mediante el suministro de la hormona oxitocina para estimular las contracciones) lo hacen, según Lailla, alentadas por el cansancio y la inquietud que suele invadir a las embarazadas en la recta final de la gestación, o por motivos relacionados con el entorno familiar o el calendario laboral de la pareja.

El jefe del servicio de Ginecología del hospital Sant Pau de Barcelona, Joaquim Calaf, sostiene que la mujer embarazada no es una enferma y tiene derecho a ser escuchada y a decidir sobre cómo quiere que sea el alumbramiento. Sin embargo, Calaf se muestra reacio a acceder a las peticiones que supongan una medicalización llevada al límite del acto de dar a luz, por los riesgos que entraña. "Sabemos que los partos inducidos acaban peor que los naturales. Existen marcadores biológicos que delatan cuándo ha llegado el mejor momento para dar a luz. No respetarlos y provocar el parto es como recoger la fruta antes de que haya madurado", explica gráficamente el ginecólogo. Calaf recuerda que el parto vaginal es la forma natural en que los bebés nacen y que la cesárea sólo debe practicarse cuando surjan determinados problemas en el embarazo o en los momentos previos al alumbramiento (en los casos de parto múltiple, cuando el bebé está de nalgas o es demasiado grande, cuando el trabajo del parto se prolonga excesivamente o se detiene, o si la mujer tiene una infección por VIH, entre otras circunstancias).

A la hora de indicar una cesárea, los beneficios de esta intervención, destacan los expertos, deben ser siempre superiores a los riesgos que ésta entraña, como infecciones o problemas relacionados con la anestesia. La recuperación de la madre tras un parto por cesárea, además, es más larga que en el caso del alumbramiento vaginal.

Varios ginecólogos consultados admiten que el excesivo intervencionismo en el parto no siempre responde a la demanda de las mujeres. Algunos tocólogos, de forma más habitual en la sanidad privada, proponen a las embarazadas la inducción de un parto para una fecha determinada cuando ya se han cumplido las 40 semanas de gestación para programarse mejor su agenda o para aliviar la ansiedad de la mujer. Las cesáreas son también más usuales en la sanidad privada porque los ginecólogos tienden a curarse en salud y evitar demandas judiciales por partos vaginales con un mal final.

Calaf rechazada de plano este modo de actuar. "A todos los médicos nos gustaría poder programar los partos, pero no debemos hacerlo si no existe una indicación médica cuando sabemos que las inducciones tienen mayor riesgo de acabar mal", afirma el jefe de Ginecología del Sant Pau.

Calaf destaca que la creciente demanda de un máximo intervencionismo en el parto se produce cuando, desde el extremo opuesto, aumentan las mujeres que reclaman el derecho a un parto no medicalizado (sin que se les administre la hormona oxitocina para acelerar las contracciones, sin que se les practique la episiotomía si no es estrictamente necesario o sin recibir anestesia epidural en la fase final del parto, por ejemplo).

Calaf es partidario de que el ginecólogo se adapte a los deseos de la mujer que pide un parto lo más natural posible, siempre que no exista un riesgo para ella o el bebé, aunque se muestra reticente a aceptar el parto en casa porque, argumenta, "en obstetricia los problemas a veces surgen de manera súbita". "Lo mejor es que las mujeres se encuentren mejor acogidas en las maternidades hospitalarias", señala el ginecólogo de Sant Pau.

El ginecólogo Joaquim Calaf, en el hospital Sant Pau de Barcelona.
El ginecólogo Joaquim Calaf, en el hospital Sant Pau de Barcelona.CONSUELO BAUTISTA

Prácticas que la OMS cuestiona

Las tasas de cesáreas se han disparado en todo el mundo desarrollado en los últimos 20 años. Los motivos son varios y van desde la comodidad que supone un parto programado, al temor de los médicos a ser demandados por alumbramientos que acaban mal o el incremento de los partos múltiples derivado de las técnicas de reproducción asistida. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha situado entre el 10% y el 15% la tasa aceptable de cesáreas, pero los sistemas sanitarios de los países desarrollados se alejan cada vez más de estas cifras.

En España, en la sanidad pública el 20% de los alumbramientos son por cesárea, un porcentaje que sube hasta el 35%-40% en la sanidad privada, según la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia. En el Reino Unido, uno de cada cinco partos se realiza mediante esta intervención quirúrgica mayor, tasa similar a la registrada en Estados Unidos.

La OMS también pide que se limiten otras prácticas que suelen hacerse de forma habitual en las salas de parto hospitalarias, como la episiotomía o incisión para ampliar la apertura vaginal durante la fase de expulsión. Según la Organización Mundial de la Salud, la episiotomía es necesaria en no más del 20% de los partos. No existen datos sobre las tasas de episiotomías que se practican en España, pero algunos ginecólogos admiten que se acaban realizando en la mayoría de los partos vaginales con el objetivo de prevenir desgarros. La OMS alerta, sin embargo, de que esta incisión, además de dolorosa, eleva el riesgo de infecciones y de disfunciones sexuales a largo plazo.

La inducción artificial del parto por conveniencia del médico o de la propia mujer es otra de las prácticas que deben limitarse, según la OMS. Las estadísticas muestran que muchos de los partos provocados artificialmente acaban en cesárea o exigen el uso de fórceps.

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