Darfur no quiere ser el nuevo Irak
La comunidad internacional busca alternativas a los 'cascos azules' que Sudán rechaza
La sombra de Irak es muy alargada. Impedir las injerencias extranjeras y el temor a una nueva invasión estadounidense, esta vez en Sudán, son las banderas que enarbola el Gobierno de Jartum para rechazar el despliegue de cascos azules de Naciones Unidas aprobado el pasado agosto y con el que la comunidad internacional pretende pacificar Darfur, en conflicto armado desde 2003 y donde millones de civiles se enfrentan en los últimos meses a una grave escalada de violencia por parte de una miríada de grupos rebeldes. Así se lo ha trasladado al jefe del Ejecutivo europeo, José Manuel Durão Barroso, durante su primera visita a Sudán el presidente sudanés, Omar al Bashir, quien argumenta que la pacificación de Darfur es la excusa estadounidense para entrar a saco en esta zona rica en recursos naturales, incluido el petróleo.
De la boca del presidente sudanés sólo salen andanadas contra Washington
La Unión Europea busca ahora una alternativa al despliegue de la ONU, que podría pasar por un refuerzo del contingente de la Unión Africana (UA), visto con mejores ojos por Jartum y que acaba de extender su mandato hasta final de año. Pero mucho tendría que cambiar la misión africana para que funcione. Los 7.000 soldados africanos repartidos por un territorio del tamaño de Francia, carecen de los medios y el mandato necesario para poner fin a la violencia como ha quedado claro en los últimos meses. "La situación es muy peligrosa y en algunas zonas se ha agravado. Han muerto 13 trabajadores humanitarios desde mayo", dijo ayer Barroso en Al Fasher, la capital de Darfur.
Entre las cuatro paredes pintadas de verde -color del islam- de su residencia privada, Al Bashir, enfundado en una Jalabya y un turbante blanco (traje tradicional sudanés), bastón en mano y pantuflas de leopardo en los pies, recibe a Durão Barroso, que se empeña en explicarle las bondades de las fuerzas de paz de la ONU, los "deseos de paz" de la UE y sobre todo que la Unión "no tiene ninguna agenda oculta" como el apoyo a una invasión de EE UU al defender una mayor presencia internacional en Darfur. En vano. De la boca de Bashir no salen más que andanadas contra Washington, "el poli malo" de la presión internacional que quiere cascos azules en el país. Bashir se queja de que proporcionan a EE UU importante información de su espionaje sobre la actividad de Al Qaeda en la zona y a cambio sólo obtiene amenazas y exabruptos, según uno de los presentes en la reunión.
Al Bashir dice que teme una nueva invasión como la de Irak -"si hay un nuevo Irak, yo sería el primero en dar un paso al frente para defender a mi país", habría dicho durante la reunión-. Y la medicina estadounidense que ya probaron en forma de bombardeo a una fábrica 1998, tampoco ayuda a la hora de convencer al Gobierno sudanés.
Jartum, que lleva semanas acantonando tropas cerca de Darfur, tiene su propio plan, que consiste fundamentalmente en el uso de la fuerza, monopolizado por el Estado sudanés. Hasta el contingente de soldados africanos sobraría en el mundo ideal de Al Bashir.
El argumento de la soberanía se desmorona en seguida habida cuenta de que hasta 10.000 soldados de la ONU vigilan en Sudán el alto el fuego alcanzado en 2005 tras 20 años de conflicto entre el norte musulmán y el sur cristiano animista del país. No faltan además los observadores que apuntan que de desplegarse en Darfur, los soldados de la ONU no sólo se convertirían en testigos de las atrocidades perpetradas por los Yanyauid, las temibles milicias progubernamentales, sino que además, el mandato de los cascos azules incluiría la denuncia y captura de los 51 criminales de guerra sudaneses buscados por la justicia internacional, muchos de ellos, conectados al Gobierno.
Pero sin el consentimiento de Jartum no hay nada que hacer y por eso, la UE baraja nuevas formulas, como el refuerzo de la misión panafricana. "Tenemos que transformar la naturaleza y la dimensión de la misión", dijo ayer Barroso, para quien "la ONU deberá estar presente en Sudán de la manera más efectiva". La idea es dotar de más medios a los cascos verdes, fortalecer su mandato y meter poco a poco, por la puerta de atrás, asesores y técnicos de la ONU para que algún día Jartum acepte con confianza a los cascos azules. El propio enviado especial de la ONU para Darfur, Jan Pronk, indicó esta semana que ante la gravedad de la situación sobre el terreno y la obstinación de Jartum, más valía comenzar a pensar en la opción africana.
La situación en Darfur la marca un acuerdo de paz hecho trizas, que firmado el pasado mayo paradójicamente ha marcado el inicio de la espiral de violencia entre las tribus árabes musulmanas apoyadas por el Gobierno de Jartum y las de origen africano, también musulmanas y que se disputan las tierras y los recursos de esta vastísima región. Desde la firma, la rebelión se ha atomizado y todos los grupos menos uno reniegan del acuerdo. Bandoleros y milicianos progubernamentales campan a sus anchas por Darfur, donde violan y matan a discreción. 200.000 personas ya han muerto a causa del conflicto y más de dos millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus aldeas por miedo a los ataques, cada vez más frecuentes. Ahora viven en campos de desplazados, donde no pueden cultivar ni trabajar y dependen de la ayuda internacional, explican fuentes humanitarias en Jartum.
La ONU alimenta a más de dos millones de hambrientos, cerca de la mitad de la población de la región. La violencia impide el acceso de la comunidad internacional a una cada vez mayor parte de Darfur. "Hay zonas en las que no sabemos cómo está la gente que lleva cuatro meses sin recibir ayuda", añaden las mismas fuentes.
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